//triunfos//

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—Sé lo que hiciste con Louis cuando los enviaron al salón de profesores. Estoy flipando siempre que lo recuerdo—Dipper me gruñó, cruzándose de brazos con una mueca plasmada en el rostro—. Apesta que tu mejor amiga folle con alguien y tú no. Eres demasiado hipócrita, Lydia. ¿Recuerdas cuando me prometiste que nos mantendríamos vírgenes juntos? Jesús, no puedo tener sexo hasta el matrimonio.

Si Dipper continuaba siendo Dipper, él no se preocuparía sobre el matrimonio en años futuros. Ni siquiera era consciente del porqué Dipper abandonó su lado enfadado conmigo hasta que se sentó junto a mí en el partido de fútbol americano contra unos estudiantes más jóvenes de la secundaria Kay Jobs. Él proseguía charlando acerca de la injusticia de mi virginidad no perdida, pero decidí ignorarlo por ser obstinado y no corresponder a la verdad que le contaba. Al menos, finalmente con aquel tema volvíamos a pasar tiempos juntos.

—Dipper, la próxima semana es el torneo de ajedrez—le solté, rememorándole rápidamente para que sus quejas flotaran a una larga distancia de nosotros—. Debemos estar preparados y yo, al menos, he faltado a dos clases. Digo, quizás aceptes ir conmigo a las prácticas extras. Realmente no quiero que el instituto se quede sin ajedrez. Y tampoco no quiero soportar que Thomas no acepte mis derrotas sin ti.

Dipper giró la cara, frunciendo el ceño ligeramente. De repente, los gritos inundaron el lugar en cuanto abrió la boca. El equipo de North Hamilton estaba ganando y todo aquello gracias a su capitán. A pesar de que le decía a Louis lo mucho que amaba sus partidos, adoraba más conversar con Dipper entre ellos. Pero me encantaba verle jugar y poner su potencial con el objetivo de darle la victoria a su equipo.

—Bueno…—Dipper empezó, volviendo a sentarse—. Lydia, ajedrez me aburre. No sé qué está ocurriendo conmigo, pero desde que fui a una de las mejores fiestas de Samanta, quiero embriagarme todo el día.

Enarqué las cejas. —Podrías morir.

— ¿A quién le importa?

—A mí, a tu madre y a un montón de personas más, Dipper. No estás acostumbrado al alcohol como lo piensas. Y ahora vas a aceptar con una sonrisa mi propuesta sobre el ajedrez—le espeté.

Puso los ojos en blanco.

—No creo que haya mucha diferencia entre mi madre y tú.

—Se acabó el juego—le anuncié.

—Joder, me perdí la mejor parte—maldijo.

—Vamos a felicitar a Louis—le informé.

—Al parecer, te tomas en serio el papel de novia buena—él me dijo, bajando detrás de mí por las gradas donde algunas personas creaban fila al descender con paciencia—. Si sigues ignorándome, te empujaré hacia abajo.

Ladeé la cabeza, sonriendo.

—Bonita amenaza, Dipper.

 Louis Tomlinson salió de los vestidores con su vestimenta regular, me besó la mejilla y le echó un vistazo amigable a Dipper. El entrenador manejaba con sus pitidos agudos a los compañeros de Louis, quienes estaban atrasados al ducharse y vestirse para regresar a sus respectivas casas y ser felicitados por sus padres debido al gran triunfo. Pero Louis había sido uno de los primeros en arreglarse, así que ahora lo teníamos al frente de nosotros luciendo atractivo.

— ¿Qué hay? —lo saludó.

Dipper torció blandamente el cuello hacia abajo, presionando los labios. Probablemente para él era incómodo detenerse por alrededor de Louis, con quien tuvo una discusión en mi presencia y divulgó lo menos esperado. Sin embargo, ambos eran capaces de resolverlo.

— ¿Qué tal, Louis? —Dipper le dijo afablemente, refugiándose las manos en los bolsillos delanteros de sus pantalones.

Louis nos inspeccionó, alistándose para dialogar.

—Escuché que hay una fiesta en el que la mayoría de los estudiantes están por el trofeo ganado, así que… ¿quieren ir? —nos propuso, sonriéndonos.

Dipper dio un paso adelante, asintiendo de un acto raudo.

—Por supuesto que queremos, ¿cierto, Lydia? —se impacientó.

Definitivamente me haría cargo de Dipper. No me podía permitir que sufriera un ataque de diversión y se embriagara como aquellos jóvenes imprudentes del equipo; pensando que aquello les iba a hacer leyenda.

—Claro, Dipper—accedí entre dientes.

Era consciente a dónde él quería llegar con invitaciones de Louis a las mejores fiestas celebrando el éxito, donde claramente, ninguno de los estudiantes joviales e irresponsables del destacado equipo de North Hamilton faltaría.

Louis amplió los brazos, disfrutando de la cálida brisa que se expandía por el campo de fútbol americano hacia los cercanos vestidores de hombres.

—Entonces, vámonos—señaló.

La casa de Davis Wilson cargaba aires acogedores, donde aquél nos presentó a los extraños—Dipper y yo— a los sus preferibles y respetuosos conocidos, los cuales conformaron algunas parejas que rondaban por la preparatoria. Davis nos llevó agradablemente hacia el sótano que era el sitio en el que las personas de la fiesta más frecuentaban a pesar de que varias partes de las plantas pertenecientes a la casa yacían abiertas para los asiduos a festejos.

Un sujeto de una singular chaqueta con líneas verdes, amarillas, azules y rosa al fondo de aquellas me evitaba sin que yo le hubiese visto antes. Junté el entrecejo, despertando mi curiosidad acerca de sus desplazamientos lejos de mí con incomodidad o simplemente por querer eludirme. Era bastante… familiar.

Dejé resbalar un poco de un líquido asalmonado en el interior del vaso de plástico brindado por los anfitriones al examinar con determinación al individuo.

— ¡Gary! —le siseé, avanzando.

Enseguida, Louis se asentó próximo a mí.

— ¿Hay algún problema?

Sujeté el elemento en mis manos en una mejor posición.

—Creo que he visto a Gary en la fiesta.

—Bueno, él forma parte del equipo—me respondió, normal.

—Tienes razón—le sonreí, aún confusa por su conjunto.

¿Por qué demonios vestía aquella chaqueta?

Louis me colocó una de sus extremidades en torno a mis hombros, guiándonos hacia el diminuto bar del sótano.

— ¿Qué es lo que tomas? —Me preguntó, inclinándose para ver mi bebida—. Creo que es mejor que disfrutes de alcohol.

Negué.

—Mamá intentará descubrir el olor de mi boca—le mentí.

— ¿Tu mamá no está con Brett?

— ¿Cómo sabes de Brett?

Retrocedió un paso, sonriendo desasosegadamente.

—He escuchado cómo lo llama cuando voy a casa de Terry—balbuceó, dubitativo—. Entonces, te comerás mentas para aliviar el olor, ¿de acuerdo? —me cambió de tema, sonriendo.

En medio de una multitud y adentro del poder del vahído, acepté.

—De acuerdo—aprobé.

Él se encorvó hacia mí y me besó. Y, lamentablemente, se sintió como si anhelara que lo hiciese en abundancia.

 

¡Hola! Creo que el capítulo es corto pero si me pongo a escribir hoy, quizá deje uno largo para mañana. Cuídense

popular || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora