//besos de broma//

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El olor a tabaco se impregnó en mis narices, causando que tosa fuertemente. Louis me apegó a su cuerpo por las personas acumuladas moviéndose al paso de la música. Me aparté rápidamente de Louis, poniendo los ojos en blanco y haciéndole un gesto hacia el lugar vacío de la sala donde una pareja desocupaba el lugar. Caminamos hacia allí, pisándonos los pies suavemente entre otros y logramos tomar asiento en el sofá de cuero color vino.

—Esto está demasiado lleno—Louis exageró.

—Debiste preguntarle a tu primo—espeté, apoyándome en el lado del sofá, viendo como al frente de nosotros una pareja parecía comerse los labios salvajemente.

El rostro de Louis se desencajó por el mero hecho de que le hablé de tal manera patéticamente enfadada.

—No sé por qué te traje—Louis atacó, gruñendo.

Abrí levemente mis labios durante pequeños segundos.

—No sé por qué te hablo—contraataqué.

—¿Tal vez porque eres una necesitada?—él sugirió.

Me ofendí de inmediato, volteando el rostro hacia él.

—¿Necesitada de qué?

—De mi pene.

Pude estudiar sus ojos vitoreándose a sí mismo, y entorné los míos.

—Oh, querrás decir tu pene pequeño. Sí, probablemente esté necesitada de eso—le respondí sarcásticamente.

No sabía que resultaba más molesto, si su exagerado peinado moderno o su tono egocéntrico que llevaba consigo siempre.

Me empujó levemente por el hombro.

—Debes dejar de ser tan amargada—aconsejó, divertido.

Inflé el pecho, sintiéndome aún más indignada por su cinismo.

—Bueno, dime puta de nuevo y prometo reírme esta vez—le prometí, usando nuevamente el sarcasmo.

Retrocedió del sofá ligeramente.

—No te he dicho puta—se defendió.

—En pocas palabras, lo dijiste—señalé en un leve asentimiento.

—No. Solamente bromeaba—tranquilamente dijo y añadió al final:— Nunca te llamaría puta, Lydia.

Suavicé mis ojos, hundiéndome de hombros.

—Olvídalo, Louis.

—Lo siento—se disculpó, deslizándose en el sofá hasta llegar junto a mí, demasiado cercanos.

Alcé interrogativamente mis cejas y toqué suavemente el cuero del sofá. Admitía que estaba desastrosamente nerviosa, pero estaba tratando de no demostrarlo. Louis tenía un aspecto tranquilizador y confiado, pero su garganta se movió al tragar saliva.

Una voz lenta, arrastrando las palabras se acercó, con gran entusiasmo.

—¡Eh!—llamó la atención de Louis—. ¿Qué hay, amigo? ¿Quieres una cerveza?

Era prohibido que Louis tomara alcohol pero en todo caso, aquí todos eran mayores de edad. Y no olvidaba el hecho de que Louis solía romper seguido las reglas.

—Claro, Freddie. Lydia, ¿quieres una cerveza?—él me preguntó, dirigiéndome la mirada.

Negué silenciosamente, fijándome en otro lado. Estaba jodidamente cansada y tenía esa extraña impresión de que me caería dormida en la alfombra de terciopelo que tenían en la casa, incluso la idea sonaba tentadora.

—¿Qué ocurre, Lydia?—Louis demandó, despidiendo a Freddie de la mano.

—Estoy cansada—dije, limpiando mis ojos.

Él tomó mi mano.

—Te llevaré a casa.

-

Y lo vi, sonaba gracioso y se veía gracioso en esas paredes de grafitis de fondo, sonriendo con atrevimiento. Enarqué ambas cejas, apoyada en la pared de al frente, dudando si acercarme uno. Su mirada azulada no se despegaba ni un segundo de la mía y evitaba ponerme molesta por el peso sobre mis hombros que lograba causarme. Mis dedos tocaron la pared rasposa y deshecha levemente, sintiendo entre mis dedos la pintura salida.

Mis pies se movieron solos hasta Louis, quien me analizaba con diversión y determinación. Golpeé su hombro para que apartara su irritante mirada sobre mí, pero aprovechó para tirar de mi brazo y acercarme a él.

—Hagamos una broma—él propuso.

Junté mi entrecejo.

—¿A quién?

Humedeció sus labios.

—A ti.

—¿Y de qué trata?—pregunté, intentando no rechazar la propuesta enseguida.

Sus ojos brillaron de forma extraña, y tuve la sensación de que no era nada bueno. 

—Voy a besarte y no tienes que protestar. Es un beso de broma.

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