//invitaciones//

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Louis.

Si tan solamente alguien hubiese mencionado que iba a terminar enamorada de aquel hombre soberbio, engreído, orgulloso y cretino, me hubiese alejado. Por supuesto que me hubiese alejado, e incluso se me hubiera ocurrido poner una orden de restricción. Sin embargo, allí me encontraba, prácticamente recostada en una de las sillas de la cafetería reflexionando acerca de cómo acercarme a él sin parecer obsesiva o necesitada. No ansiaba volver con Louis como una pareja, simplemente anhelaba ayudarlo, porque hasta los menos interesados habían notado su desgana, su prosa, su inapetencia para los más mínimos temas. Me dolía porque él me importaba y aquella manera que tenía para actuar, aquella apatía, me hería. Me había dejado claro que no quería volver conmigo, me había dejado en claro que yo era solamente un estorbo en su vida; me lo dejó en claro con palabras, con actos, pero no iba a ceder fácilmente, porque yo era consciente de que sus oraciones ofensivas no eran en serio, y si sus ojos no me hablaban lo que su boca hacía, entonces yo no iba a creer ni un solo término.

—Deberías rendirte—la voz de mi reconocido compañero Dipper me penetró los oídos. Tomó asiento a mi lado, abandonando su bandeja en mi mesa y ladeando la cabeza con una mueca plasmada en el rostro al visualizar el número que se esclarecía en la pantalla de mi teléfono móvil.

Me sorprendió su repentina aparición debido a que nuestra amistad ni siquiera era a la distancia. Los estudiantes habían comenzado a departir y rumorear sobre que Louis Tomlinson ya no continuaba saliendo con los nerds del grupo de ajedrez ni los invitaba a sus fiestas, sino que finalmente se había dado cuenta de que él pertenecía con los del equipo de fútbol y sus especiales animadoras.

Le lancé una mirada furtiva.

— ¿Qué es lo que quieres, Dipper?

"Qué bueno verte, Dipper". "Exacto, debería escucharte más seguido. Louis no quiere saber nada más de mí, entonces yo tampoco de él. Eres un muy buen amigo, Dipp". Oh, no te preocupes, Lydia—imitó mi tono hasta volver a poner el suyo, fingiendo responderse a sí mismo.

—Eres patético, ¿lo sabes? —le espeté.

Amplió los ojos.

—Oh, ¿alguien se te meó encima, Lydia? —me preguntó—. Créeme, jamás te conocí en ese humor.

—Entonces, jamás me conociste—chasqueé, casi oprimiendo el botón para llamar a Louis.

Dipper me quitó el teléfono móvil de las manos, asegurándose de que no lo volviera a agarrar nuevamente. Me observó de forma reprobatoria y le dio un mordisco a su manzana.

—No, definitivamente no eres Lydia. Me refiero a que... ¿por qué demonios Lydia Benson está rogándole a Louis Tomlinson? —se cuestionó con una expresión bastante pensativa. Se rascó el mentón y desamparó el resto de la fruta que se estaba devorando en la mesa de la cafetería.

Negué con la cabeza, echándola hacia atrás de una forma exhaustiva y soltando un alarido.

—No lo entiendes...

—Sí que lo entiendo. Entiendo que quieres a Louis y no puedes dejarlo ir, pero se acabó. Todo tiene un fin y, a veces, se termina mal. Te pido que regreses al lado de tu orgullo y no permitas que se te escape de nuevo, ¿de acuerdo? —me interrumpió, comportándose melodramático.

—No lo entiendes. Dios, tú sí que no lo entiendes. Louis está mal, ¿bien? Le sucede algo y no sé qué es, simplemente se fue y no me deja entrar otra vez. Te alejó a ti también, ¿cierto? Está alejando a todos y yo...

—No, Lydia. Louis sólo nos alejó a nosotros—me soltó—. Escucha. Él está donde debería de estar. Sus amigos son otros, no somos nosotros. Y no me refiero a que tienen que ser del equipo de fútbol o algo parecido, pero sus amigos son ellos y él los que ha tenido por años.

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⏰ Última actualización: Nov 16, 2015 ⏰

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