//partido//

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Dejé escapar un suspiro luego de la pregunta que había hecho Louis.

—No. Somos amigos, creo—dudé.

Pareció molesto.

—¿Crees?—demandó.

Pasé un mechón detrás de mi oreja—Me refiero a que lo conozco hace un mes como te conozco a ti. Somos amigos—reiteré.

Louis asintió lentamente—Es increíble.

—¿Qué?—dije, me sentía inquieta ante su extraño comportamiento.

Carcajeó—Te hiciste amiga del chico más popular de North Hamilton en tan sólo un mes—mencionó con diversión.

Rodeé los ojos—Debes parar a tu ego—aconsejé.

—No es para tanto, Lydia. Somos amigos, podemos burlarnos los unos a los otros—señaló.

Sonreí.

—Supongo. Ahora tenemos que irnos—le avisé cambiando de tema.

Él se levantó de la mesa—Espera, necesito prestar algunos libros para la tarea de literatura.

—Ve—accedí.

Lo vi desaparecer por los estantes contendientes de libros. Pestañeé lentamente, reprimiendo un bostezo. Louis volvió con algunos libros en sus brazos, me lanzó una mirada graciosa.

Me acerqué a él—¿Te ayudo?—cortésmente pregunté.

—No. Yo puedo—se limitó a decir.

Caminé junto a él hasta llegar al vehículo. Cerré la puerta al mismo tiempo que Louis lo hacía con la otra. Lo miré por el rabillo del ojo, observando detenidamente como pasaba los libros a la partes de atrás del auto. Se giró y aplastó levemente el volante para luego arrancar.

Por tercera vez me encontraba analizando el dormitorio de Louis. Sus manos me agarraron por los hombros, obligándolo a mirarlo.

—Hay una emergencia—me informó, exagerando.

Me solté de él, fulminándolo con la mirada.

—¿Qué clase de emergencia?

—Tengo un partido y no he practicado— él me confesó en una mueca.

—Mal, supongo—dije con burla.

—¡Recién lo recuerdo!—exclamó.

Enarqué una ceja—¿No eres el mejor refiriéndose a fútbol?

Resopló.

—Claramente. Pero el entrenador puede haber cambiado varias cosas. Seguramente me dejan en la banca.

—Con Gary—incluí yo.

—Basta, Lydia—vociferó.

—Gary es bueno—defendí a mi hermano cruzada de brazos.

—No, tú sabes que no—tajó y negó repetidas veces con la cabeza.

No hablé más. Me eché en su cama suavemente y estudié con determinación el techo de color blanco. Louis se sentó a mí lado y sonrió.

—Tienes demasiada confianza—comentó.

—Lo siento. Creo que amo tu cama—musité.

—No te duermas. Iré al baño—ordenó levantándose.

—No me dormiré—le aseguré poniendo los ojos en blanco.

-

—Si tan sólo no te hubieras dormido...—se quejó Louis.

popular || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora