//frío//

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Menudo gilipollas.

Louis se había adueñado de mi mano, enlazando nuestros dedos y pude sentir cómo su piel tocaba con parsimonia la mía. Le regaló una sonrisa pacífica a sus padres y me adentró a mí en una atmósfera intensa frente a ellos, sin tener a mi alcance la personalidad descortés a la que me apetecía llegar. Sin embargo, cuando me la soltó, pude respirar hondo y el calambre que me había abandonado en mi extremidad finalmente avisó su retirada. La relajación aquella noche no duró demasiado porque me senté obligada por la educación junto a su padre a tener un coloquio lejos de ser civilizado en mi mente.

—Eres buena para Louis—su padre me había dicho minutos después de conversar acerca del libro La bruja de Portobello y reír ligeramente acerca de la extraña obsesión de Louis con el restaurante francés Alain Ducasse at the Dorchester.

Su comentario me estremeció cuando recordaba su tono gélido, pero emitió una sonrisa en aquel momento. Ahora, en mi clase de álgebra, me regañaba por lo que yo le había contestado; No fue una respuesta sencilla, ni mucho menos una en la que permanecí minutos abrazada al asiento frente al señor Tomlinson. Me aterroricé, pero mantuve mi rostro impávido lo que quedaba del resto de la noche en el hogar Tomlinson.

—Él es bueno para mí.—Yo le repuse instantáneamente.

No pensé, ni me advertí lo que diría una vez que pude ser consciente de la oración que arrojé sin lealtad a lo que Louis era en la preparatoria. Luego, percibí un ápice de náuseas en mi estómago y anhelaba retorcerme hasta que la compasión por Dios sea demasiada y finalizar mi tormentosa vergüenza con una máquina del tiempo. Demonios, yo estaba siendo melodramática. Además, me tranquilizaba el mero hecho de que el señor Tomlinson parecía una persona de confianza.

Dipper echó con destemplanza sus cuadernos en su lado del asiento, dejándose caer junto a mí y expandiendo su rostro agotado. Me lanzó una mirada furtiva por el rabillo del ojo y frunció el ceño por mis ojos revoloteando en su cara, inspeccionando un rastro de algún cotilleo entre jóvenes que él había escuchado.

— ¿Está algo mal, Lydia? —él demandó, posicionando de una mejor manera sus libros.

Quizás al señor Tomlinson se le había escapado mi frase hacia Louis frente al mismo y ahora Louis lo repartía en la preparatoria como si le hubiera ganado Monopolio a una destacada jugadora.

—Yo...—tartamudeé, juntando las cejas a medida de que me adentraba en el caos de mi cabeza.

Confíaba en Louis.

—Nada, Dipp.—sacudí la cabeza, brindándole una sonrisa.

Una oleada de alivio recorrió su cuerpo, mostrándome una faceta de él más Dipper y no un muchacho cansado.

—Bien, porque tengo temas de qué hablarte—Ahí estaba Dipper—. ¿Sabes que Louis Tomlinson desde ahora en adelante hablará con el psicólogo Drew Dickenson por el cáncer de su padre? —me informó, recuperando la postura de un joven que reposó el fin de semana entero—. Me siento mal por él—prosiguió—, digo, soy su fan, uh. Pero me siento peor porque el señor Tomlinson es un humano que no merece lo que le está ocurriendo.

Me incliné hacia él. —Fuiste a la fiesta de Samantha Collins ayer, ¿cierto?

Se hundió de hombros.

—No deberían hacerlas.

Reí suavemente.

—No deberías tomar demasiado.—hice una pausa adecuada—. Por cierto, ¿me hablas de Louis?

Me preocupaba que tal vez el tener que ir a terapias con el psicólogo del instituto le afecte más. Sabía lo mal que Louis estaba tratándose de la enfermedad que padecía su padre y en el forcejeo con mis razonamientos más maduros, deseaba ayudarle en lo que me era posible.

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