//heridos//

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No sabía cómo mantener la compostura esbelta y lo más correcta posible. Las piernas me temblaban al caminar de largo y el cuerpo escuálido que conservaba lucía como si, de repente, en alguna de aquellas caminatas agradables al parque que algunas veces me resultaba encantador ir a dar, iba a desplomarse por sobre el rocoso suelo. El problema verdadero era que no iba trotando por el parque real al que era asidua, sino que me estaba dirigiendo a un centro comercial, tomando el camino más raudo por un parque solitario y lleno de malas y amarillentas hierbas creciendo por la vía con la finalidad de encontrarme con alguien a quien no quería ver, pero sí necesitaba. No era lúcida acerca de lo que había transcurrido horas atrás, porque Louis Tomlinson había marcado a mi teléfono unas miles de veces sin siquiera molestarse en aburrirse de aquellas acciones que a mí ya me perturbaban, y, sin embargo, yo no podía ser capaz de apagar mi móvil porque estaba esperando por una tarea enorme de Biología que era para el día siguiente. Me estresé y le contesté, no sin antes tomar una grande bocanada de aire, porque Louis jamás traía consigo buenas noticias. Siempre que le veía, él terminaba arruinando algo, y aquel algo fui yo. Nuestra relación no fructificaba porque él no lo anhelaba de aquel modo, simplemente se fijaba en lo que mejor le parecía y en cuánto esmero podía plasmar en su trabajo para esconder su arrogancia y su valoración excesiva sobre sí mismo. Era un egoísta y un charlatán que no notaba que lastimaba a personas que antes se preocuparon por él, que sus amigos eran falsos y que echó, hirió y saboteó a alguien que lo quiso.

—Egoísta y charlatán—susurré a mi alrededor.

Louis apareció súbitamente, apoyando el hombro en la pared del centro comercial y sonriendo de una manera superficial. Me enarcó las cejas como si estuviese retándome cuando era solamente yo quien lo estaba tomando en un tema bastante personal. Sin embargo, su presencia y su movimiento por aparecer tan repentinamente me asustó, lo que me hizo retroceder de él.

— ¿Quién es el egoísta y charlatán que te está molestando? —me preguntó, guiñándome su ojo derecho—. Dímelo, porque realmente quisiera golpearlo en el rostro.

El corazón me golpeó las costillas violentamente. Si tan sólo supiera que era él...

— ¿No se suponía que tenías que estar esperando por mí en la heladería? —demandé, exhausta.

Louis comenzó a caminar, obligándome a seguirle y, con los pies en movimiento, me analizó de arriba abajo, acechando cualquier imperfección que quedase a la vista.

— ¿Por qué utilizas ropa deportiva? —me cuestionó como que si el acto de llevar ropa deportiva fuese lo más absurdo que vio hoy o en su vida.

—Quería caminar un poco, ya sabes, despe...

—Va a llover—me interrumpió, sacándose su sudadera y entregándomela.

Se la devolví. —Bueno..., dámela cuando empiece a llover, porque no creo que las gotas lleguen hasta adentro del centro comercial. Y, de todas formas, ¿cómo sabes que va a llover?

No aceptó la sudadera, así que me tocó quedármela.

— ¿No ves el pronóstico del clima? Hoy va a llover—afirmó—. Y ponte la sudadera.

—Sí, tienes razón, solamente espero a que llueva dentro del centro comercial—ironicé.

—Hace frío, no quiero que te dé alguna enfermedad—dijo con sinceridad, pero no me conmovió lo suficiente como para no seguir comportándome distante.

—Ya, claro, pero prefieres cosas peores—mascullé.

— ¿A qué te refieres? —preguntó confundido mientras presionaba el botón del elevador.

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