//pelea, vergüenza y traiciones//

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Dipper continuaba a mí lado, hablando demasiado rápido como para poder ofrecerle un poco de atención. Al principio, yo había estado dispuesta a escuchar sus palabras, pero de repente sólo veía sus labios moviéndose de una manera frenética y me di por vencida. Escuchaba pequeñas palabras como 'Y yo le dije' o 'La miré de una manera buena' No pude volver mi vista a él con los suficientes problemas que cargaban sobre mis hombros.

—¿Y qué piensas?—él habló lento esta vez, dirigiéndose hacia mí.

Sentí mi boca secarse de poco a poco.

—Maldita sea, Dipper. No recordé que mamá me había pedido ayuda con las compras—mentí descaradamente.

Sus ojos se estrecharon.

—Oh, claro. Nos vemos, Lydia—se despidió a medida de que me levantaba de su habitación.

—Te veo mañana—mascullé audiblemente.

Cerré la puerta tras mis espaldas y agradecí que la madre de Dipper haya ido a comprar varias cosas al supermercado. Viajé hasta casa en un taxi sucio y acalorado, sin molestarme en llamar a Gary siendo consciente de que rechazaría venir a verme mientras mentiría que estaba en una fiesta divirtiéndose cuando en realidad se encontraba en casa de uno de sus amigos de banca, jugando vídeojuegos.

Los tonos azules se hicieron presentes en la casa de Terry cuando regresaba a mi hogar. Me acerqué a su ventana y me alcé de puntillas, curioseando dentro. Me di cuenta de que Terry tenía unos brillos regados dentro de su casa de colores azules y estaba adornando extrañamente su lugar.

—Lydia, Lydia, eres como una flor desagradable y apestosa, Lydia—canturreó Louis desde atrás, tocando su molesta guitarra.

—Louis, siendo popular debes saber que eso no causó gracia—comenté duramente, volteándome hacia su figura desaliñada y sudorosa.

—Rélajate. Sólo venía a tocar junto a Harriet ... ¿Qué demonios son esos brillos?—él se interrumpió a sí mismo, danzando sus cejas interrogativamente.

Se acercó a la ventana y visualizó a Terry lanzando brillos intensos.

Louis arrugó la nariz.

—Esa es la razón por la que le apodé Harriet.

—Debes dejar de ser cruel—aconsejé.

—Eso no es ser cruel. Es divertido. Bueno, para mí lo es—divagó.

Ladeé la cabeza.

—Oh, bueno, Luisiana. Tal vez estés de acuerdo—me mofé, sarcástica.

—No sé por qué lo defiendes, como si te gustara—él pareció molesto al hablar.

Puse los ojos en blanco, pensando en lo inmaduro que estaba siendo en aquel momento. Lo dejé pasar, sintiéndome más tranquila y relajada en los músculos.

—Entonces, ¿ahora tu grupo piensa que si defiendes a alguien, te gusta?—demandé.

—No, no de la forma en la que piensas—aseguró.

—Oh, ya sé. ¿Ahora los jugadores y las porristas hacen eso para divertirse?—dije y me apresuré a añadir:— Por eso estabas hablando mal de Dipper ayer, ya.

Arrugó el rostro.

—¿Escuchaste eso? Deja de espiar a personas como lo estabas haciendo con Harriet—supe que estaba enfadado por su tono al hablarme.

La cabeza de Terry se asomó por la ventana, con las manos llenas de brillos azules, dejándome muda. Mi rostro palideció y me avergoncé al pensar que tal vez él escuchó que le defendía cuando en realidad solamente quería llegar al tema de la burla que hizo Louis sobre Dipper ayer en la cafetería.

—Chicos, ¿entrarán o se quedarán allí? Honestamente, me cansé de oír su ridícula pelea—él confesó, directo y viró levemente su rostro hacia mí—. Y Lydia, no necesitaba que me defiendas, pero lo agradezco.

—Gracias por comentarlo, Terry—dije entre dientes.

-

—¿Qué hacemos aquí?—le pregunté, cerrando el entrecejo.

Louis sonrió con autosuficiencia y metió las manos en sus bolsillos, lanzando una mirada hacia atrás, donde su vehículo se encontraba junto a otros autos lujosos aparcados en una pequeña plaza.

—Lo que ves ahí—señaló a la casa explotando de música y personas saliendo con cigarros en las comisuras de sus labios, fumando entre risas ruidosas—. Es una fiesta universitaria.

Abrí ligeramente mis labios, frunciendo el ceño. Pero a medida de que caminábamos, mi confusión se convirtió en burla.

—¿Se supone que aquí eres 'genial' también?

—Lo es. Mi primo estudia aquí, me invitó él mismo. Y no te imaginas cuántas chicas quieren abrirse de piernas frente a él, pero es muy fiel a su novia—me informó, haciéndome un ademán.

Asentí, luchando contra las ganas por acabar su desastroso ego. Por alguna razón, me gustaba más el orgullo de Louis. A pesar de que me resultaba irritante y sofocante, preferiría su orgullo a que el de cualquier desconocido, creo que me había acostumbrado a él completamente.

—¿Será que tu primo es Matt Tomlinson?—curioseé, inclinándome levemente.

Paró en seco, levantando sus cejas.

—¿Cómo lo sabes?

—Una chica estaba hablando sobre él cuando estaba en el teatro viendo la audición de la chica suicida que no logra ser salvada, ya sabes—solté, tibuteando sin darme cuenta.

Se ofendió, aminorando el paso hasta la fiesta, aumentando mi confusión.

—¿Fuiste al teatro en el cual nos rechazaron?—él espetó, riendo fuera de lo gracioso y quise tirar de mi cabello.

—Yo fui sólo para burlarme—me excusé, masajeando mis dedos suavemente.

—No se suponía que debías de hacer eso, ¡nos rechazaron!—me recordó, agitando las manos al aire.

Rompí a carcajadas, fijándome en su aspecto furioso y sus mejillas levemente rojizas.

—Louis—lo llamé, acomodando su camisa ancha media expuesta por la chaqueta de un equipo de fútbol americano profesional—, estás sonando como Dipper.

popular || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora