//engaños sin importancia//

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Los dedos me quemaban. Se sentía como si un dolor abrasador cruzaba dentro de ellos, envolviéndose con mi sangre y agriándola. El dolor se asemejaba al veneno finalmente haciendo efecto, como un ruido estridente en tu oído, como si estuvieras en un callejón lóbrego sin salida siendo perseguida por dos hombres sombríos sosteniendo armas; se sentía como enamorarse.

Me levanté de la cama enseguida, robándole una mirada de preocupación a Louis. El rostro se me arrugó al segundo siguiente y percibí los latidos de mi corazón rebotando furiosamente contra mi pecho, como si estuviera experimentando un infarto. Escuché cómo Louis me hablaba, pero era demasiado prestarle al menos un poco de atención luego de lo que había descubierto. Las manos que Louis y yo enlazamos una vez estando acostados, se desamarraron al mismo instante que me incorporé raudamente. Los latidos empezaron a disminuir y mi mente me tranquilizó, aconsejando que eran solamente oraciones absurdas, las cuales era claro que no eran ciertas. Pero, a pesar de mi calma, continuaba asustada.

—Lydia, llevas más de cinco minutos mirando a la puerta de mi baño. Cielo, ¿estás bien? —me preguntó por enésima vez, sacudiéndome los hombros—. Joder, llamaré a Dipper—susurró para sí mismo.

Le cogí la mano que se posaba en mi hombro y la apreté. Me hice espacio en la cama y me levanté de encima de ésta, provocando que Louis cayera hacia un lado por mi cuerpo fuera, del cual estaba apoyado con la cara inundada en preocupación.

—Estoy bien. Tengo que irme, me he olvidado de un compromiso que acordé con las personas del ajedrez; la competencia está cerca—le mentí, agarrando mi abrigo de la cómoda que poseía la pieza de Louis.

La luz del sol que se filtraba por las ventanas alumbró aún más los rasgos de Louis cuando me moví de sitio e intensificó su ceño fruncido que contenía bastante confusión. Él me conocía; era consciente de que le estaba mintiendo. Sin embargo, no me animé a contarle ningún pedazo de mis razones por irme rápido del lugar.

— ¿Te acompaño? —inquirió, jugueteando con una fracción de sus sábanas blancas y alzando la miradas hasta que la suya al fin consiguió chocar con los míos.

Apreté los labios, desviando mi vista de la suya. Estaba teniendo la sutileza del estrepitoso sonido de una motocicleta y aquello me molesta porque no era cierto. En cuanto los ojos de Louis se fruncieron y en el minuto se pusieron normales sin comentar nada al respecto, supe que él lo sabía. No sabía que quizá me estaba enamorando de él, pero sí sabía que le estaba mintiendo e inventando excusas sobre algo que él era ignorante.

—Dipper estará allí, ¿sabes? —le dije, aumentando más telarañas a mi mentirijilla blanca.

Hallé mis zapatos debajo de la cama de Louis y con alivio, los metí en mis pies. Al principio, Louis y yo habíamos llegado a su habitación entre besos y conversaciones secretas al oído, nos quitamos los zapatos, los abrigos y nos acostamos a departir sobre nuestro día. Cada día agregábamos información del uno a otro a nuestro cerebro a pesar de que creíamos que ya nos conocíamos lo suficiente.

Al darle la espalda, mi sonrisa sosegada desapareció. Estaba aterrada y la decepción de Louis dentro de su mirada no hacía ningún cambio a este estado que me revolvía el estómago. Tomé el pomo de la puerta en mi mano izquierda y lo giré, oyendo la agitada respiración de Louis, quien proseguía acostado en su cama, luciendo derrotado.

—Te llamo más tarde, ¿vale? —le prometí.

— ¿Estás bien, Lydia? —su extraña respuesta me golpeó con sorpresa—. ¿Estás bien, Lydia? —reiteró.

Me cuestioné acerca de si me preguntaba si estaba bien debido a mi rara coyuntura hacía unos minutos, o si estaba preguntándome si estaba bien aún así mintiéndole. Cualquier de aquellas opciones pudo haber sido, pero no iba a lanzarme por la borda más veces de lo que ya había hecho, así que decidí creer que me preguntaba si estaba bien por mi peculiar situación de hacía unos minutos.

—Estoy bien, Louis. Te llamo más tarde, ¿de acuerdo? —repetí con la voz trémula, sin permitirle hablar y marchándome velozmente.

Al llegar a mi casa, mi mente era un alboroto de asuntos sin respuestas. No quería estar enamorada, y ni siquiera había alguien a quien preguntar. No conservaba a un confidente que no dijera nada. Estaba Dipper, pero a él se le escaparía en algún momento aquella importante comunicación, y mi hermano era del mismo molde que Dipper, así que los dos se encontraban descartados. En aquella circunstancia de tener que decirle a alguien sobre lo que atravesé para tener el conocimiento de saber si estaba enamorada o no de alguien, hasta Agnès fue víctima de mi cabeza.

Después de unos minutos acostada en mi cama, olvidándome de recordarle a Dipper que si Louis le mencionaba el tema del ajedrez, entonces que fuera mi coartada. Pero mi conmoción era mucho más fuerte que ni siquiera pensé en coger el teléfono. Súbitamente, una idea fue creciendo en mi mente acerca de mi estupendo vecino. Terry frecuentaba a ser de actitud perezosa y descuidada, bromeando como si nada le importara y poniendo los ojos en blanco cada vez que alguien le soltaba algo, pero siempre contestando con una magnífica sabiduría. Terry era el indicado para aconsejarme.

Marqué el número del profesor de guitarra de Louis y éste emitió un pequeño ruido agudo hasta que finalmente me respondió. Terry no dialogó, pero yo sí lo hice apresuradamente.

—Necesito verte. Me estoy dirigiendo a tu casa ahora mismo—le avisé, colgando y sin acceder a que se negara o aceptara.

Tomé mi abrigo de algodón del perchero y me lo eché en el brazo derecho, encaminándome hacia mi puerta y luego curvando mi camino hasta la casa de al lado. Toqué el timbre del hogar de Terry, ansiosa. Mi respiración se cortó cuando recordé que hoy Louis tenía clases de guitarra con Terry y para cuando estuve a punto de irme, el rostro frustrado del muchacho al que le había mentido apareció frente a mí.

—En la pantalla del teléfono de Terry apareció que le estabas llamando, así que le pregunté a él por qué mi novia le estaba marcando, y, por supuesto, me respondió que no sabía—me escupió, sarcástico y enfadado—. Pero luego apareces aquí después de engañarme mirándome a los ojos cuando se suponía que estabas en un maldito compromiso que se trataba de la significante competencia de ajedrez—Sacudió la cabeza, esquivando mi mirada—. Lydia, es doloroso que una persona importante te mienta porque te hace cuestionarte qué es lo que estás haciendo mal.


¿Cómo están? Lamento haber tardado, realmente si pudiera escribiría miles de capítulos de todas mis historias cada día pero no me es posible. Espero que estén bien, realmente. Ojalá cometen y voten mucho en este capítulo. Gracias por leer, me hace mucha ilusión que lo hagan. De todas formas, tengan un buen día o buena noche. Oh, y si tienen alguna duda o si quieren hablar conmigo o algo, ahre, pueden hacerlo por mi Ask; yo ya definitivamente estoy entrando los fines de semana así como publico por si acaso tengan una duda y pregunten sobre aquello. ¡Gracias por todo!

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Las adoro❤❤❤

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