CAPÍTULO II.III

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CAPÍTULO II.III

Jay se encontraba sumergido en una inmensa oscuridad, no era capaz de distinguir el lugar donde se encontraba, no podía ver sus manos ni sus pies y no tenía la menor idea de dónde estaba. El lugar estaba en completo silencio y sólo era capaz de escuchar el fuerte latido de su corazón. Se quedó quieto por varios minutos, a la espera de una señal o de un indicio que le dijera dónde se encontraba y si seguía vivo.

Luego de lo que parecieron horas, finalmente fue capaz de escuchar una dulce y estrepitosa risa por todo el lugar, la cual reconoció al instante.

—¡Jungwon! —Esta vez la risa se escuchó más cerca de donde él estaba—. ¡Wonie! ¡Wonie! —Observó el lugar con desesperación buscando el origen de aquella melódica risa que tanto placer le causaba escuchar.

—¡Seongie! ¡Seongie! —contestó el menor.

—¡Jungwon! —Una luz apareció frente a él, una sombra lo saludó a la lejanía.

—¡Jongseong! —Jay no dudó un segundo más y corrió hasta donde se encontraba el chico de ojos bonitos.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para lograr ver su silueta, el pelinegro se dio media vuelta e ingresó al arco de luz. El rubio se detuvo, indeciso en sí debía seguirlo o no, pues no sabía con qué se encontraría al otro lado.

—¡Seongie! —Volvió a escuchar la dulce voz del menor y como si de un hechizo se tratara, todas sus dudas y miedos desaparecieron.

Jay cruzó hacia el otro lado.

La luz y un calor abrasador lo recibieron para luego disminuir su intensidad. Al abrir los ojos se dio cuenta de que se encontraba en el castillo de Erontios. Miró el lugar algo confundido pues no sabía cómo había llegado ahí o si se trataba de un producto de su imaginación.

—Bienvenidos sean rey Park Sigli, reina Park Amarilis, princesa Park Dabin y príncipe Park Jongseong, al magnífico reino de Erontios. —Al escuchar esto, el chico se acercó a la habitación contigua. Dentro estaban sus padres y hermana, un Jay de ocho años y la familia real de Erontios—. Les presentó a mi familia, mi adorada esposa la reina Yang Himinn, la princesa Yang Mina y a mi primogénito, el príncipe Yang Jungwon. —El pequeño y tímido niño de cabellos negros fue sacado a las fuerzas de entre las faldas de su madre.

—Lo lamento, Jungwonie es muy tímido —habló la reina Himinn con ternura.

—No se preocupe, Jay siempre logra hacer hablar a cualquiera. —Sonrió la madre del mencionado.

Al escuchar esto, el chiquillo de cabellos negros lo volteó a ver. En el instante en que sus ojos conectaron, un brillo rojo destelló en los ojos de Jay y en los de Jungwon uno azul. Los reyes miraron esto sorprendidos.

—¡Ojos! —gritó con diversión la pequeña princesita Mina. Los mayores soltaron una risita nerviosa.

—Jungwonie, ¿qué te parece si llevas a los príncipes Dabin, Jongseong y a tu hermana a dar un paseo por el castillo mientras nosotros hablamos? —El chiquillo de ojos felinos asintió mientras tomaba la pequeña mano de su hermanita.

—Vayan con él —pidió la reina de Nostriel con dulzura a sus hijos. Los cuatros pequeños príncipes abandonaron la habitación.

Los mayores se miraron, un largo suspiró escapó de los labios de la reina Yang, pues sabía que la conversación que tendrían a continuación no sería nada fácil.

En ese mismo instante, la escena se transformó, impidiéndole al muchacho saber más sobre la conversación que habían tenido ese día los reyes de ambos reinos.

Cross the Line {Cursed-Blessed} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora