Cross the Line {Cursed-Blessed}

CAPÍTULO II.IV

CAPÍTULO II.IV

Un Jay de diez años y un Jungwon de ocho se encontraban jugando a corretearse por el jardín; ambos chicos se habían vuelto grandes amigos desde el día en que se habían conocido y desde ese momento, fueron inseparables.

Ahora el mayor se encontraba reviviendo el último verano que pasaron juntos antes de iniciar su entrenamiento formal como soldado.

—Me rindo, me rindo —soltó un pequeño Jungwon mientras reía a causa del ataque de cosquillas que le había proporcionado el rubio.

Jay se detuvo con una sonrisa triunfante en el rostro. Se alejó un poco y observó al pelinegro recuperar el aliento mientras aquellos adorables hoyuelos adornaban su rostro.

—Eres muy bonito, Wonie —comentó el príncipe de Nostriel mientras acariciaba la cabeza contraria. Debido a sus palabras y a aquellas suaves caricias, el rostro del pelinegro se encendió hasta tomar el color de una rosa—. Me gusta tu risa, tus ojitos y tu naricita, ¿pero sabes qué es lo que más me gusta? —El menor negó—. ¡Tus hoyuelos! —dijo el rubio antes de picarlos—. ¿Me dejarías besarlos para demostrarte lo mucho que me gustan? —Ante esta propuesta, un montón de mariposas comenzaron a hacerse presente en el estómago de ambos.

Después de pensarlo por unos segundos, el chiquillo aceptó. Jay le dio un rápido beso a ambas mejillas, justo donde aquellos carismáticos hoyuelos se encontraban. Al separarse, los pequeños rieron con nerviosismo. Se levantaron del suelo y continuaron jugando.

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La imagen cambió por segunda vez.

Esta vez la escena se ubicaba dos años en el futuro y estaban en el jardín bajo el Sol, pero ahora ambos se divertían mientras se dedicaban a lanzarle cualquier tipo de pintura al óleo frente a ellos y de paso, también se atacaban entre sí.

—Niños, ¿qué están haciendo? —La reina Himinn se acercó hasta ellos—. Lindo cuadro, ¿puedo? —preguntó tomando un pincel.

Los niños la miraron con curiosidad, pues no sabían qué tramaba hacer la mujer con ese desastre de manchas sin sentido. Ella comenzó a pintar delicadamente sobre las salpicaduras y les dio forma de flores, los menores la miraron embelesados e intentaron hacer lo mismo.

Desde ese día, Jay aprendió a pintar y se comenzó a interesar en el dibujo.