Recostado en su elegante cama, que parecía ser la más cómoda del mundo, Antho seguía dolido por el recuerdo de sus padres, aunque había pasado más de un mes desde aquellos acontecimientos. Las imágenes de sus rostros no dejaban de aparecer en su cabeza, y recordar la escena en la que los vio por última vez lo hacía sentir mal. Ya no encontraba alivio en la pintura, y todavía tenía pensamientos de venganza contra los responsables del cruel asesinato.
Su habitación como toda la vida, estaba perfectamente ordenada, el suelo parecía un espejo y todo los diferentes tipos de telas tenían un suave olor a lavanda que atrapaba a cualquiera. Fugaz, como todas las mañanas, entró con un tipo de tostadas y un jugo de naranja, el favorito Antho, que dejó en una de las mesitas de noche para que él se alimentara. Aunque había sido asignado para hablar con él hace varios días atrás, creyó que lo mejor era esperar un poco más de tiempo porque creía que aún no era el momento adecuado.
Fugaz abrió las cortinas de las amplias ventanas, saludando a Antho con un tono positivo. La luz del sol matutino entró en la habitación, y con ella un grupo de hermosas aves se posaron en el balcón, cantando una melodía alegre. Pero Antho se sentía tan abatido que la dulce melodía le sonaba triste, como una canción que predecía otro día lleno de responsabilidades.
—Hoy es un día hermoso, ¿no crees? —dijo Fugaz, intentando animarlo. Al ver que Antho no articulaba ni un gesto, se acercó a su cama y se sentó a su lado—. Todos en el castillo están preocupados por ti. Casi no comes, no hablas y te has alejado de todos. Entiendo que extrañes mucho a tus padres, pero ¿no crees que ya es hora de salir de esa burbuja?
—Lo sé, es solo que no tengo ánimos para nada —le respondió con voz casi inaudible.
—¿Ni siquiera de pintar? Eso podría ser una gran ayuda y un buen comienzo.
—Ya no lo es —dijo Antho con tristeza—. Nada parece tener sentido en este momento.
—Lo entiendo... —respondió Fugaz con un suspiro—. Cuando murió mi madre, me sentí igual de terrible. Pero lo que me ayudó a superarlo fue la promesa que le hice de venir aquí.
—¿Y ya lo encontraste? —preguntó Antho con curiosidad.
—Todavía no, pero sigo buscando. Creo que el propósito de nuestra vida es algo que siempre estará en constante evolución. Lo importante es tener paciencia y no perder la esperanza.
Antho reflexionó sobre las palabras de Fugaz, y poco a poco fue sintiendo que una pequeña llama de esperanza se encendía en su interior.
—Creo que tienes razón, quedarme aquí acostado no me ayudará en nada —expresó, un poco más animado—. Yo también iré en busca de mi propósito.
Fugaz no entendió muy bien a qué se refería Antho con buscar su propósito. ¿Acaso ya no lo tenía? Él era el rey de Zantenia, por lo que ya tenía su vida hecha. Sin embargo, al ver la expresión de Antho, Fugaz se alegró por él y cuando al fin lo vio comer su desayuno, se sintió aliviada, ya que esa era una señal de que Antho pronto mejoraría su salud mental.
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Reinos: El árbol de plata. (Completa)
FantasyFugaz, una joven bruja sin experiencia, que emprende un viaje al reino de Zantenia, con el propósito de una vida sin discriminación por ser quien es, entabla una linda amistad con Antho, el joven rey que fue capaz de predecir su llegada a través de...