Capítulo 20.🔒Entre puertas misteriosas.🔒

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Caminando entre un pacífico bosque, Fugaz exploraba con curiosidad su entorno, tratando de descubrir dónde se encontraba

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Caminando entre un pacífico bosque, Fugaz exploraba con curiosidad su entorno, tratando de descubrir dónde se encontraba. Después de un largo recorrido, se encontró con una cabaña que se asemejaba mucho a aquella en la que había vivido durante su juventud junto a su madre y abuelos. Sin embargo, esta cabaña parecía recién construida, con un aspecto impecable que contrastaba con la imagen que tenía en su memoria.

Con cautela, Fugaz abrió la puerta, esperando encontrar a Maya y José en su interior. Pero para su sorpresa, la cabaña estaba vacía. Aunque por dentro era idéntica a la que conocía, todos los objetos lucían nuevos, como si hubiera retrocedido en el tiempo, justo antes de que su madre llegara a ese lugar. Una mezcla de nostalgia y desconcierto invadió su corazón.

Decidida a encontrar una forma de regresar a su tiempo actual, si es que realmente había ocurrido una anomalía temporal, Fugaz comenzó a buscar en cada rincón de cada habitación. Finalmente, cuando solo quedaba por revisar una puerta, la que fue su habitación en su pasado, se acercó a ella con una extraña sensación de que algo importante ocurriría al cruzar esa puerta.

Al atravesarla, en lugar de lo que esperaba, se encontró con un amplio pasillo que irradiaba la misma paz que el bosque. El pasillo estaba flanqueado por varias puertas, algunas cerradas con candados y otras sin ellos, con nombres escritos en piedra pegados a la madera. Algunos de esos nombres le resultaban familiares, mientras que otros le eran completamente desconocidos.

Entre las puertas, divisó una con el nombre de su madre, Luna Perkin, cerrada con un candado en forma de luna. Al otro lado, se encontraba la puerta de su padre, Teodoro Grameda, sin ningún candado. Junto a la puerta de su madre, había dos puertas más, pertenecientes a Maya y José, ambas también cerradas con candados. Y al lado de la puerta de su padre, había otras dos puertas con nombres que, extrañamente, Fugaz no lograba comprender por más que los leyera de al derecho y al revés.

Los candados le parecieron intrigantes. ¿Por qué la puerta de su madre tenía uno y la de su padre no? Aunque, curiosamente, su puerta tampoco tenía candado, tal vez se debía a que ella acababa de llegar.

Le resultaba llamativo que la mayoría de las otras puertas llevaran el mismo apellido que el de su madre y su padre. Eran personas de las que nunca había oído hablar ni habían pasado por su mente en ningún momento.

Mientras reflexionaba sobre esta extraña situación, Maya, José y su madre aparecieron por arte de magia frente a ella, acompañados por otra figura de rostro borroso que parecía ser el de una mujer por su silueta. Los tres primeros tenían un aspecto rejuvenecido y llenos de vida.

La alegría de volver a verlos inundó a Fugaz, especialmente al reencontrarse con su madre, a quien abrazó con lágrimas de felicidad que se deslizaban por sus mejillas.

—Mi pequeña estrella fugaz, no llores —le dijo su madre, mientras le secaba sus mejillas rosadas.

—Te extrañé mucho, madre.

—Lo sé, hija mía —la mujer notó que la puerta de Fugaz aún seguía abierta. Sabía lo que eso significaba.

—Ahora nada nos separa.

—Tu puerta sigue abierta... eso significa que aún puedes regresar a la vida si lo deseas, mi pequeña.

Fugaz miró de reojo su puerta.

—¿Volver a la vida? ¿En serio? —reaccionó confundida—. ¿¡Cómo es eso posible!?

—Al parecer, tienes un ángel que te está protegiendo allá en la tierra.

Fugaz, con la mirada clavada en el suelo, comenzó a recordar todo lo que había ocurrido antes de llegar a ese lugar pacífico. Recordó el incidente con el árbol de plata, el regreso de Cipriano y el desastre del cual aún sentía culpa de haber causado.

—¿Qué pasa si no quiero regresar? —dijo con incertidumbre—. No quiero separarme de ti, madre.

—¿Quién dice que eso pasará? Nunca nos hemos separado, siempre he estado contigo.

—Lo sé, pero... ¿por qué debería regresar a un lugar en el que puse en peligro la vida de todo un reino? Ahora, por mi culpa, no hay nada que pueda hacer para arreglarlo.

—Escucha, mi pequeña, aunque parezca que no hay solución, siempre hay algo que se puede hacer. Solo tienes que pensarlo muy bien y nunca considerar rendirte.

—No, madre, ya no hay nada que pueda hacer. El árbol está hecho ceniza y no sé si ese mago me escuchó cuando le pedí que regresara a Zantenia. Todo está perdido... Todo...

—¿Entonces, dejarás que las cosas terminen así? Dime, ¿no has visto la señal que te envié?

—La vi, pero ¿significa que no debo rendirme o hay algo más en ello?

—Es mejor que lo descubras por ti misma —la mujer comenzó mirar a su alrededor, como buscando algo o alguien—. No debería hacer esto, pero te daré una pequeña pista: la pintura, el color del cielo y tú.

—¿La pintura? ¿El color del cielo? ¿Yo?

—No puedo decirte más. Ahora apúrate, la puerta se está cerrando, hija. Este es el momento de elegir si deseas regresar a la tierra o te quedas aquí.

Fugaz asintió con entendimiento y determinación, decidida en que iba a hacer. Su madre respondió con una gentil sonrisa.

La muchacha le dio un último y rápido abrazo, agradeciéndole su ayuda y expresando su promesa de volver cuando lo vea necesario.

—Te quiero, madre.

Antes de entrar por la puerta para regresar, Fugaz observó la de su padre por última vez, notando que al estar sin candado significaba que seguía con vida. ¿Cómo era posible? Planeaba buscarlo cuando todo el problema con Zantenia termine, ya que tenía muchas preguntas que hacerle. ¿Cómo era que seguía con vida si su madre le había dicho que lo habían asesinado hace diecisiete años? ¿O acaso le había ocurrido lo mismo que a ella? En ese caso, ¿por qué no había ido a buscarlas? Eran tantas las preguntas que Fugaz tenía para él.

Esa fue la primera vez que Fugaz se interesó por saber más sobre su padre. Hasta entonces, solo conocía lo que su madre le había contado de él, de lo que habían vivido juntos y del amor que se tuvieron el uno al otro.

Consciente de que debía marcharse ahora, antes de que fuera demasiado tarde para cruzar la puerta, Fugaz empezó a caminar firmemente, adentrándose en un resplandor de luz blanca.

Reinos: El árbol de plata. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora