Capítulo 28. 🔗 El intruso mágico. 🔗

31 5 1
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Rielf entonces dirigió una mirada hacia Bianca, quien continuaba su enfrentamiento contra Mirah y Dackmon. Con un movimiento rápido, se materializó frente a ellos y los apartó con su báculo, frustrando los intentos de Bianca por vengarse de lo que Mirah y Dackmon le habían hecho.

—Bianca, ya basta de juegos. Tenemos lo que vinimos a buscar —dijo Rielf, manteniendo su tono autoritario.

Bianca, claramente molesta por la interrupción, lanzó una mirada fulminante a Rielf antes de retirarse unos pasos, aún con la espada en mano. Aunque estaban del mismo lado, la tensión entre ellos era palpable.

Bianca, sintiendo la quemadura aún fresca en su cuello, no pudo evitar dirigir su ira contenida hacia Rielf.

—No te metas en mis asuntos, Rielf —dijo, con voz tensa y llena de resentimiento. Luego, giró su atención hacia Mirah y Dackmon, que se levantaban con dificultad, decidida a acabar con ellos antes de irse.

—Bianca, no tenemos tiempo para tus rencillas personales —intervino Rielf, con un tono más imperioso—. Además, eso es tu prioria culpa por no haberte desecho de ese talismán.

Bianca asintió con gesto sombrío, aceptando la reprimenda de Rielf aunque sin perder de vista a sus enemigos.

Juntos, Rielf y Bianca comenzaron a alejarse del lugar, mientras la esfera invisible que disipaba la niebla también desaparecía con ellos.

"¿Este el final, el final de Zantenia?" se preguntó Fugaz, sintiendo el impulso de llorar. Ya no confiaba en poder recuperar el poder de Gala en este punto y desconocía por completo qué le depararía el futuro. La sensación de inutilidad la embargaba, llegando al punto de arrepentirse de haber regresado a la vida.

La niebla en Zantenia había alcanzado su punto máximo, una barrera impenetrable que limitaba cualquier visión más allá de lo que permitía el ojo humano. Parecía que esta vez se quedaría indefinidamente, como si una barrera invisible hubiera sido erigida para sellar el mundo a sus confines, y nada, excepto un milagro, podría disiparla.

Fugaz, postrada en el suelo con un halo de desesperanza, ansiaba fervientemente algún tipo de intervención celestial que los sacara del atolladero. En ese instante, una figura misteriosa apareció frente a Rielf, un individuo que parecía compartir habilidades mágicas de él, deteniendo su avance.

—Tú no irás a ninguna parte a menos que yo te lo ordene —advirtió el recién llegado, colocándole a Rielf un extraño artefacto en el brazo derecho.

La intervención del mago permitió a Fugaz observar la escena con mayor claridad gracias a la disminución de la niebla y Fugaz quería asegurarse de que este individuo no fuera un aliado de Rielf sino que fuera el milagro que tanto esperaba para recuperar el poder de Gala.

Con esfuerzo, Fugaz se acercó a ellos, observando con agudeza cómo el recién llegado colocaba un brazalete formado por piedras esmeralda y extrañas inscripciones en el brazo izquierdo de Rielf, similares a las que adornaban el báculo del mago. No estaba segura de lo que pasaba, pero esperaba que este individuo fuera el milagro que tanto ansiaba para recuperar el poder de Gala.

Reinos: El árbol de plata. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora