Fugaz, una joven bruja sin experiencia, que emprende un viaje al reino de Zantenia, con el propósito de una vida sin discriminación por ser quien es, entabla una linda amistad con Antho, el joven rey que fue capaz de predecir su llegada a través de...
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A medida que Rielf avanzaba, una extraña dinámica envolvía su presencia. La niebla, en un giro misterioso, comenzó a disiparse formando un círculo a su alrededor, dejándolo en medio de la escena, justo frente a Fugaz y su grupo. En su lado, a la par, caminaba una muchacha de cabellera castaña y ojos azules, portando un talismán azul colgando de su cuello. Fugaz notó con desconcierto que este talismán era similar al que había visto en su sueño. Una sensación de inquietud se apoderó de ella mientras intentaba comprender la conexión entre la misteriosa joven, la pintura de Antho y su propio mundo onírico.
La presencia de Rielf hizo que la tensión se instalara en el grupo de Fugaz. Estaba a punto de expresar su preocupación cuando el oscuro mago la interrumpió con desdén.
—Justo a ti te estaba buscando —comentó Rielf, ignorando por completo la reverencia de los zantenianos, quienes habían mostrado respeto al pensar que él era su rey—. Pero espera un momento —añadió, sacando una pequeña bolsa vieja y desgastada de la nada, y comenzando a rebuscar en su interior en busca de algo en particular.
Los zantenianos se miraron entre sí, confundidos y dubitativos. Sus rostros reflejaban una mezcla de temor y sorpresa ante la conducta desconcertante del mago.
—No deberían arrodillarse ante este mago —manifestó Fuga con disgusto creciente ante la actitud despreciativa de Rielf hacia los habitantes locales.
Al escuchar estas palabras, Rielf detuvo brevemente su búsqueda, su mirada se posó brevemente en Fugaz con una mueca de fastidio. Sin embargo, apenas cinco segundos después, retomó su tarea, como si las palabras de la joven no hubieran tenido impacto alguno en él.
La muchacha a su lado, en cambio, parecía estar ajena a la tensión, como si estuviera inmersa en su propio mundo, mirando el entorno con una expresión tranquila pero alerta. Su presencia generaba intriga, sobre todo para Fugaz, quien sentía que esta muchacha tenía un papel más significativo de lo que se podía apreciar a simple vista.
—¿Por qué has venido a Zantenia? Y, ¿quién es ella? —inquirió, señalando a la muchacha, aunque su mirada permanecía fija en Rielf, esperando una respuesta clara y directa.
La respuesta de Rielf fue un simple gesto de desdén, sin siquiera dignar la pregunta con una respuesta. En cambio, la muchacha miró a Fugaz con curiosidad antes de que una sonrisa ligera se dibujara en sus labios. Sin decir palabra, hizo un gesto hacia Rielf y luego hacia el entorno, como si intentara decirle algo sin usar palabras. Su mirada expresaba un mensaje sutil pero urgente, y Fugaz no pudo evitar sentir un escalofrío al percibir su conexión con la presencia misteriosa de la niebla y los eventos anteriores.
La tensión se elevaba, dejando a Fugaz con una sensación de inquietud creciente mientras trataba de descifrar el misterio detrás de la actitud de Rielf y la presencia enigmática de la joven desconocida.
En ese preciso instante, Rielf alzó un pequeño frasco transparente con un brillo inquietante en sus ojos. Aunque su rostro no estaba completamente cubierto por la capucha, la emoción chispeaba en su expresión mientras sus dedos envolvían cuidadosamente el frasco entre sus manos.