El pasillo se estrechaba a medida que avanzaban, hasta que finalmente llegaron a una puerta dorada que carecía de manija. Areon comenzó a inspeccionar las paredes en busca de algún mecanismo oculto. De repente, al tocar un bloque en particular, una puerta se abrió, revelando una sala que deslumbraba por su sorprendente orden y pulcritud.
En el centro de la sala se encontraba una amplia mesa rodeada por seis sillas, todas ellas adornadas con hermosas piedras rojas incrustadas en sus respaldos. En el centro de la mesa reposaban tres elegantes jarrones llenos de tulipanes blancos, emanando una fragancia suave pero embriagadora.
En un rincón de la sala se hallaba un pequeño librero de madera, de cuyos estantes colgaban pequeñas flores blancas, ahora secas y caídas. El librero albergaba alrededor de veinte libros, la mayoría de ellos con un aspecto antiguo y desgastado. Dackmon se acercó al librero y movió uno de los libros de manera precisa, lo que provocó que otra puerta se abriera súbitamente detrás del mueble, dejando al descubierto un nuevo pasadizo. Sin embargo, este pasadizo era más estrecho y oscuro que el anterior.
Para evitar adentrarse en ese tenebroso pasillo, Fugaz buscó desesperadamente alguna otra salida. Sus ojos recorrieron la habitación y finalmente se posaron en una vitrina transparente que, curiosamente, había pasado desapercibida cuando llegaron al lugar. En su interior, yacían tres coronas. Una de ellas destacaba de manera asombrosa entre las demás, siendo la más hermosa y brillante, con predominantes rubíes rojos. Las otras dos eran idénticas a la de Antho, y sus espadas reflejaban casi todo como si fueran espejos.
—No tenía idea de que existieran tres coronas más, aparte de la de Antho. Pero, ¿por qué la del medio es diferente? —preguntó Fugaz a los soldados, acercándose un poco más a las coronas.
—¿Tres coronas? —Areon parecía sorprendido—. ¿Crees que ya atraparon al rey? —le preguntó a Dackmon.
—Lo dudo, no creo que alguien más sepa de este lugar. Vamos, debemos seguir buscando al rey —respondió Dackmon, avanzando hacia el oscuro pasadizo.
Areon asintió y siguió a su compañero.
Fugaz, por su parte, continuó observando las coronas con una mezcla de intriga y preocupación. Se preguntaba a quiénes pertenecían esas coronas y por qué estaban ahí, a plena vista.
Mirah se aproximó a ella con curiosidad, rompiendo sus pensamientos.
—¿Qué sucede, brujita? —inquirió Mirah.
Fugaz sacudió la cabeza y se dirigió hacia donde estaban los demás en el pasillo. La mera idea de adentrarse en el túnel la hizo palidecer y empezar a temblar, causando que las pinturas se le resbalaran de las manos y cayeran al suelo.
—No me digas que le tienes miedo a la oscuridad —comentó Mirah con sarcasmo.
—No es miedo a la oscuridad... es terror. ¿En serio tenemos que cruzar por aquí?
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Reinos: El árbol de plata. (Completa)
FantasiaFugaz, una joven bruja sin experiencia, que emprende un viaje al reino de Zantenia, con el propósito de una vida sin discriminación por ser quien es, entabla una linda amistad con Antho, el joven rey que fue capaz de predecir su llegada a través de...