Capítulo 4. 🛶 El Bote roto. 🛶

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El viaje de Fugaz hacia Zantenia se desarrolló sin contratiempos

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El viaje de Fugaz hacia Zantenia se desarrolló sin contratiempos. Al parecer, Cipriano seguía atrapado en el pozo, sin haber encontrado la forma de escapar o, en el caso de que hubiera logrado huir, aún no había dado con su paradero. Afortunadamente, Fugaz no se cruzó con ningún otro individuo semejante a él durante su travesía. Continuó adelante en completa soledad, acompañada únicamente por los animales que habitaban el bosque.

Después de varias horas de recorrido, finalmente llegó a un pequeño pueblo. Decidió acercarse a los lugareños con la esperanza de obtener información sobre la proximidad del mar y cuánto camino le faltaba por recorrer. Sin embargo, su búsqueda fue recibida con indiferencia por muchos, como si fuera una alma en pena, mientras que otros le solicitaban cosas que ella no tenía la capacidad de proporcionar.

Luego de un tiempo agotador y desalentador, su mirada se posó en un hombre que atendía un modesto puesto de pescado. La vestimenta que llevaba parecía identificarlo como un pescador. Este avistamiento despertó en Fugaz una nueva esperanza, la posibilidad de obtener información precisa sobre la ubicación del mar.

Al principio, Fugaz dudó si sería apropiado acercarse, pero comprendió que era necesario para culminar su viaje en el menor tiempo posible. Sin más preámbulos, se aproximó al hombre, fingiendo un interés en realizar una compra.

Por lo general, Fugaz no era alguien que tomara la iniciativa en una conversación. Prefería que fuera la otra persona la que diera el primer paso, ya que no estaba acostumbrada a interactuar con desconocidos. Por ende, aunque no estaba completamente segura de cómo resultaría, optó por esperar a que el hombre comenzara la charla. Recordó cómo sin ningún problema había conseguido entablar un breve diálogo con Cipriano cuando amenazó a los hombres lobo con su flecha. Recordó cómo había logrado entablar un breve diálogo con Cipriano sin ningún problema cuando amenazó a los hombres lobo con su flecha. Con esa experiencia en mente, llegó a la conclusión de que establecer una conversación con alguien no era tan complicado como imaginaba. Armándose de valor, decidió superar su actitud reservada y tomar la iniciativa.

—Buenos días, señor. ¿Cuánto por el pescado? —preguntó Fugaz, examinando los peces con curiosidad.

—Cada pez vale tres lunas —respondió el hombre en tono inexpresivo.

Fugaz simuló buscar en su bolso las monedas correspondientes, mientras ideaba una manera de encaminar la conversación hacia su verdadera intención.

—Señor, ¿tiene algún bote adicional? —soltó Fugaz, confiando en que esta podría ser la oportunidad que estaba esperando.

—Solo tengo uno que no sirve —contestó el hombre, sin aparentar gran interés.

—¿Me lo vendería? —inquirió Fugaz, con una chispa de esperanza en su mirada.

—¿De verdad está interesada en uno que no sirve?

—Sí, debo llegar a mi destino pronto y, además, cuento con las herramientas necesarias para repararlo.

El hombre tomó un momento para reflexionar, sopesando la oferta. La posibilidad de deshacerse de un bote inservible resultaba tentadora.

—Está bien, pero si no dispone del dinero para comprar un pez, ¿cómo piensa pagar por el bote? —preguntó el hombre con un atisbo de escepticismo.

—Con oro...

El hombre inicialmente mostró dudas, pero finalmente aceptó la oferta. Acto seguido con amabilidad, guió a Fugaz hacia el bote dañado, ubicado junto a un pequeño río alimentado por un manantial de agua cristalina. Tras entregar diez monedas de oro, Fugaz se convirtió en la propietaria del bote sin enfrentar problemas. Sin perder tiempo, se puso manos a la obra para reparar la embarcación con los recursos que tenía a su alcance. El trabajo fue arduo, especialmente porque nunca antes se había enfrentado a una labor similar en solitario.

Una vez finalizó la labor, Fugaz desplazó el bote hacia la orilla del río, con la esperanza de haber realizado las reparaciones de forma adecuada. Aprovechó para recolectar una cantidad generosa de frutos de los arbustos cercanos, previendo sus necesidades durante el viaje por el mar. Tras organizar meticulosamente sus pertenencias en preparación para el trayecto, ascendió al bote y empezó a remar siguiendo la corriente, confiando en su mapa para mantener la dirección correcta. Levantó la vista hacia el cielo, rememorando las últimas palabras de su madre, y siguió avanzando inquebrantablemente hacia su destino.

No obstante, la serenidad de las aguas fue abruptamente interrumpida por una ventisca súbita y despiadada que zarandeó el bote con violencia, arrojando a Fugaz al agua y obligándola a luchar por su supervivencia. Con el oscuro cielo como único testigo, Fugaz puso todo su esfuerzo en enderezar la embarcación. Lamentablemente, esta tarea resultó ser más desafiante de lo previsto debido a su brazo aún herido, lo que complicó aún más la situación.

Finalmente, en un gesto de resignación, decidió escalar la porción del bote que permanecía sobre el agua. Paradojalmente, este movimiento desencadenó el hundimiento gradual de la embarcación a causa de un agujero antiguo en su casco. Como si fuera el golpe de gracia, Fugaz no sabía nadar.

La desesperación la envolvió, y su lucha por la supervivencia se convirtió en una desenfrenada serie de patadas que aceleraron el hundimiento, sumergiéndola en las profundidades oscuras del mar. Con solo su cabeza emergiendo, una idea surgió en su mente: debía intentar desatar sus poderes, su último recurso para la salvación. A pesar de su desconocimiento sobre cómo hacerlo, la determinación la llevó a cerrar los ojos, concentrándose en un deseo ferviente.

En ese instante, un rayo de luz anaranjada rompió la superficie del agua, sobresaltándola y rompiendo su concentración. Con los ojos abiertos de par en par, se encontró frente a una imponente embarcación, de la cual una joven se balanceaba con destreza sosteniendo una cuerda. Sin perder un segundo, la joven se aproximó velozmente a Fugaz, extendió su mano y la sujetó, logrando rescatarla exitosamente del naufragio.

Con el rescate, el cielo recobró su brillo, las aguas recuperaron su calma y el azul del mar volvió a asentarse en el firmamento.

Reinos: El árbol de plata. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora