Capítulo 1. 🕯 Un susto en la oscuridad. 🕯

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En lo profundo del bosque se encontraba una pequeña cabaña de madera vieja y desgastada, hogar de una familia que habría llevado una vida tranquila y apartada de la civilización, de no ser por la terrible enfermedad de uno de sus miembros

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En lo profundo del bosque se encontraba una pequeña cabaña de madera vieja y desgastada, hogar de una familia que habría llevado una vida tranquila y apartada de la civilización, de no ser por la terrible enfermedad de uno de sus miembros. Aunque la cabaña mostraba señales de deterioro, estaba adornada con objetos que llenaban cada rincón, evocando preciosos recuerdos que le conferían un gran valor sentimental.

En medio de la oscuridad y el frío, una joven corría con angustia hacia su hogar, deslizándose entre los árboles puntiagudos del bosque mientras sostenía una cubeta rebosante de agua fresca que se derramaba a su paso, dejando un rastro líquido en su estela.

Finalmente, Fugaz llegó apresuradamente a su destino y tomó un pañuelo. Lo empapó con agua y lo escurrió hasta que quedó ligeramente húmedo. Con delicadeza, colocó el pañuelo en la frente de su madre, buscando aliviar la fuerte fiebre que la aquejaba desde hacía meses.

La mujer reposaba sobre una cama de paja que aparentaba comodidad, viviendo sus últimos momentos en este mundo, aguardando pacientemente el instante de partir de este plano tan a menudo cruel. La joven se alegró al ver que su madre finalmente abría los ojos, sin sospechar que ese acto obedecía a algo completamente distinto y triste. Aparentemente, el pañuelo cumplía su cometido a la perfección, pero la realidad era que la frente de la mujer se encontraba fría debido a la pérdida de temperatura en su cuerpo.

-La hora ha llegado... -comenzó a decir la mujer con dificultad al hablar, su voz apenas audible.

-¿La hora de qué, madre? -preguntó Fugaz con delicadeza y preocupación en su voz.

-La hora de que emprendas un viaje.

-¿Un viaje? ¿Hacia dónde?

-Muy pronto dejaré este mundo, y...

-No digas eso, madre -interrumpió la chica suplicante, incapaz de aceptar la verdad acerca del inminente desenlace.

-Cuando eso suceda, prométeme que abandonarás el pueblo y te dirigirás a Zantenia. Allí no tendrás que preocuparte por ser quien eres.

-¿Una bruja? Pero madre, yo no poseo los poderes mágicos de mi padre. Además, aquí me tratan bien.

-Llegará el día en que todos se darán cuenta de lo que eres capaz de hacer y...

-¿Y sufriré el mismo destino que mi padre? Madre, eso no me ocurrirá a mí.

-Ve y descubre tu propósito en esta vida. Recuerda que tu padre y yo siempre estaremos a tu lado, protegiéndote de todo mal. Y que cada vez que mires al cielo estrellado podrás ver nuestras almas iluminando tu camino.

-Madre... -Fugaz bajó la mirada, sus pupilas dilatadas reflejando su inquietud y confusión.

-Mi pequeña estrella fugaz.

La mujer acarició el delicado rostro de su hija, contemplando sus profundos ojos negros. Recordó cómo la hermosa sonrisa de su hija había disipado la tristeza y llenado su corazón de alegría. Si no fuera por ella, nunca habría experimentado el amor de madre e hija, algo que siempre había deseado pero nunca había tenido la oportunidad de vivir.

Reinos: El árbol de plata. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora