Capítulo XXX.

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Aguas turbulentas.

Las cartas ya están sobre la mesa, Jane y Alexxo saben que soy consciente de que están juntos, ellos saben que Damiano y yo tenemos algo.

Después de aquel día que saboreé la sangre de Alexxo fui a casa , necesitaba distraer mi mente, pero aún así pasé toda la tarde y parte de la noche pensando en aquello, ese hombre me descompone con solo palabras.

Me tomé unos días de descanso, Damiano de alguna manera consiguió mi número y me hace llamadas para verificar que esté bien, es un gesto tan amable de él, es increíble como las personas pueden ser capaces de calmar sus instintos homicidas con sentimientos puros, cosa que intenté con Alexxo pero él es un caso perdido.

Traje el portátil conmigo para observar a Alexxo, se ha comportado ligeramente normal, Jane lo ha ido a visitar y han terminado sin ropa y haciendo todo tipo de cosas, pero algo que es curioso es que él nunca le da besos en los labios, siempre va directo a su cuello, cuando ella trata de buscar su boca la evita, a lo mejor es algún tipo de patrón que tiene.

Miro la pantalla mientras tomo algunas notas, he seguido escribiendo algunos informes para evitar problemas, Trevor no tiene ni idea de cuál es mi objetivo con Alexxo, por ello debo seguir como si estuviera dando terapias.

Él está acostado mirando el techo y luego se escucha su móvil sonar, lo atrapa y mira la pantalla, frunce el ceño y lo estampa con odio en la pared, se levanta exasperado y comienza a dar pasos por toda la habitación.

—¡Lo voy a matar joder!—grita.

Cierta curiosidad cae en mí y no puedo evitar sentir muchas ganas de saber qué vió, me remuevo curiosa y él sigue echando humos de la rabia.

Pasan algunos minutos y decido que es mejor irlo a averiguar por mí misma, luego de vestirme y arreglar todo subo al coche y me abro paso en las calles hasta llegar al hospital.

Al entrar saludo a todos y me escabullo hasta llegar a la puerta de Alexxo, doy un toque y entro sin pedir permiso, él sigue caminando rabioso, alza la vista y al verme todo su cuerpo reacciona tensándose.

—Tú..—susurra y se acerca en grandes zancadas.

Me acorrala contra la pared y pone su mano en mi cuello, me obliga a verlo a esos ojos azules y no aparto la vista.

—¿Te lo estás follando?—indaga a centímetros de mis labios.

Respiro con brusquedad , tanta cercanía me ahoga y me carcome por dentro, las ganas de besarlo no desaparecen y temo que en cualquier momento podría lanzarme.

—¿Y si lo hago qué?—lo reto.

Me aprieta más el agarre y pone muy mala cara, se acerca y muerde mi labio con fuerza para luego soltarme, jadeo con su contacto , y el simple echo de haberme mordido hace que caliente todo mi interior.

—Sigue con tu teatrillo pero recuerda que eres mía—dice apartándose.

Cada vez que dice eso lo dice con tanta seguridad que me hace dudar de sus intenciones.

—No soy tuya ni de nadie—le suelto.

Él se ríe burlándose de mí y lo miro desafiante , pienso en algo rápido y llamo a una enfermera para que le ponga la camisa de fuerza, necesito tiempo para coger su móvil.

La chica llega y le indico que se lo lleve y le ponga la camisa, que yo estaré inspeccionando sus cosas para encontrar algún avance con la terapia, él me mira extrañado y lo ignoro, cuando noto que se han ido rebusco y riego todo con tal de encontrar su móvil.

El diablo en disfrazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora