Capítulo XXXVII

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Un año después.

A veces estar vivo no significa vivir.

El tiempo me ha demostrado que la soledad llega a ser tu pesadilla, la mente tu peor enemiga, y la vida se re va apagando.

Después de lo ocurrido no me dejaron salir, supliqué y rogué pero hicieron oídos sordos, me encontré a mí misma caminando de madrugada por la habitación tratando de idear un plan de huída, dejé de comer y me forzaron, fui agresiva y me castigaron.

Mi padre dejó de visitarme, según él, era mejor que aprendiera a estar sola, pero en otras palabras me abandonó, la única persona que tenía era Lia, quién se sentaba a hablar conmigo, necesitaba escuchar una voz o ver una cara, las cuatro paredes blancas prometían volverme loca con el tiempo.

Al cabo de los dos meses comencé a sentirme paranóica, pensé que me quedaría encerrada por siempre, y a pesar de que las terapias de electroshock habían terminado los doctores me tenían en constantes evaluaciones o procesos duros.

Mi desesperación se desencadenó en una ira incontrolable, me volví agresiva, agredí a doctores y enfermeras, me encerraban en una habitación que no tenía nada , ni siquiera cama, me castigaban viendo las cuatro paredes blancas y durmiendo en el suelo.

Seguí manteniendo mi temple, pero cuando comencé a fallar tuve que corregirme , tuve que echar el orgullo a un lado, estaba comenzando a delirar, a oír voces.

Luego vino la depresión, estaba aceptando mi dura realidad, me mantendrían encerrada para siempre, ahí fue cuando comencé a tener pensamientos suicidas, no le encontraba sentido a mi existencia, no tenía amigos, no tenía familia, era yo contra el mundo.

Los doctores me tuvieron en retención por tiempo indefinido hasta que notaran que ya no había peligro de suicidarme, sin embargo, las ganas seguían ahí.

Lia me enseñaba algunas cosas con su móvil para ayudarme a conocer qué pasaba en el exterior, las noticias decían que yo estaba de vacaciones para poder superar todo lo ocurrido, ningún artículo mencionaba mi internamiento en un psiquiátrico de alta seguridad.

El tal Alexxo tuvo un juicio, fue condenado a 30 años en una de las prisiones más duras, pero todo fue un fallo, al ser un paciente con problemas mentales determinaron que después de cumplir el año sería ingresado en un nuevo hospital.

Mi antiguo centro de trabajo se fue a la borda con las muertes y mi retirada, Trevor renunció debido a la presión, y el hospital es un lugar lleno de leyendas y mitos sobre asesinos en sus pasillos.

Ha pasado un año desde que estoy aquí, la vida se ha echo monótona, he pasado por todas las fases, negación, depresión, negociación, hasta llegar a la aceptación.

Soy como un fantasma andante, no hablo, no pienso en nada más, me rendí con la idea de recordar algo, por culpa de ello sigo aquí, sin esperanza de salir.

Lia sigue tratando de darme esperanzas pero todo es imposible, la vida me ha dado la espalda y ya no lucho por nada, me concreto en estudiar, leer libros, y aprender cosas que posiblemente nunca utilice.

Papá vino a verme hoy, después de meses sin visitarme, no le tengo odio pero tampoco soy la chica que se le iluminaban los ojos con verlo.

—Te tengo una sopresa—sonríe.

—No quiero más libros—niego sin emoción.

Cada vez que me portaba bien me traían un libro nuevo para leer, esa era mi recompensa.

—Iremos al cementerio a visitar a tu madre.

Lo miro frunciendo el ceño y trato de buscar la trampa, últimamente analizo a todos, me he vuelto fría y calculadora, pero las condiciones lo han propiciado.

El diablo en disfrazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora