Capítulo XXXX

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Alexxo.

En mi vida he tenido miles de subidones, he sido mejor amigo del peligro, he danzado con la muerte, he saboreado el dulce sabor de la adrenalina , he sentido y experimentado un millón de emociones, pero nunca podré comparar nada con lo que siento cuando la veo a ella.

Es como si fuera aquella agua bendita que te cura y a la vez te arde, aquella herida que no cierra, aquella cicatriz que queda.

Casi dos años desde que la ví por última vez, dos años desde que me condené para poder salvarla, dos putos años que han dolido más que cualquier herida.

Le prometí volver, y más que una promesa, fue un juramento hacia mí mismo.

Traté de no perder la poca cordura que tengo mientras me mantenían encerrado cuál animal endurecido, fueron días sin escuchar la voz de alguien, sin ver un rostro, fueron meses sin ver un rayo de luz, fue una eternidad entre barrotes oxidados.

Todo por ella, asumí el peor de los castigos por ella, y si me preguntan, ¿lo haría de nuevo?, claro que sí, una y mil veces más, sin siquiera pensarlo.

No supe de ella más, pero en cuanto salió al ojo público me encargue de mover todos los contactos para saber dónde estaría, lo demás fue cosa del destino.

Me trajo aquí, sin yo pedirlo, tenía pensando mover a mi gente para acabar en el mismo destino que ella, pero resulta que la vida me puso en el momento y el sitio indicado y aquí estoy, con la chica que tanto pensé frente a mí.

El pelo negro se mece con el viento y sus ojos me miran con detenimiento, doy un paso pero ella retrocede en sus pies, la miro de pies a cabeza y ni siquiera puedo articular una palabra.

—Por fin te veo—dice mirándome.

Los corrientazos eléctricos se extienden cuando la escucho decir eso, sé que me extrañó, sé que también quería verme, sé que toda esta mierda valió la pena con tal de reunirnos de nuevo.

—Por fin veo a la persona que arruinó mi vida—dice con odio.

Un sentimiento que desconozco abarca mi pecho y siento como si un flechazo me atravesara el tórax.

—Mataste a mi novio, asesinaste a mi madre, y aún tienes los cojones de pararte a mirarme los ojos—espeta.

Sus palabras son como un jodido veneno que entra en mi sistema causando estragos, me habla de una manera tan despectiva que pareciera que no me conoce , como si todo lo vivido no hubiera existido.

—Yo no...—susurro.

—¿Me dirás que no los mataste?—me encara—no te atrevas a hacerte la víctima, puede que haya perdido la memoria pero después de todo tú fuiste quién lo causó.

Una punzada de dolor me deja aturdido.¿Perder la memoria?, la miro frunciendo el ceño, ciertamente es como si hubiera olvidado absolutamente todo.

—¿Qué te pasó?—susurro.

—¿Qué me pasó?—me mira con fiereza—Me pasó que tuve que ser encerrada porque me descontrolaste, me hicieron terapia de electroshock para poder superar todas las muertes que causaste—sus ojos se llenan de lágrimas—me encerraron y me privaron de libertad, todo por tu culpa—cae una lágrima—me quitaron las putas ganas de vivir y el control de mi propia vida—sigue—y todo por ti.

Mi garganta se cierra y siento como mis ojos por primera vez comienzan a nublarse guardando lágrimas que jamás he derramado.

La hicieron recibir electroshock y luego la envenenaron con mentiras, crearon una gran farsa de la que ella ahora vive feliz.

El diablo en disfrazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora