Capítulo XXXVI

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Ya han pasado dos días desde que me aplicaron la primera descarga, ayer pasé el día estudiando y ejercitándome , no ha sido fácil estar sola en cuatro paredes.

Doy un sorbo de mi jugo y continúo leyendo, unos pasos se escuchan en el pasillo y me pongo ansiosa.

A pesar de que sé que mientas más rápido haga las terapias más rápido saldré, no puedo evitar tener miedo a ir a ese lugar, es como si algo dentro de mí no quisiera ir.

-¿Lista?-me pregunta un hombre con papá a su lado, al parecer era un amigo de años.

No digo nada , me acerco a la puerta caminando y veo mi bata caer por abajo de mis rodillas, me queda grande,sigo delgada y pálida.

Caminamos con calma por los pasillos y noto miradas encima de mí, no entiendo por qué pero todos me miran fijo y me siento rara.

Nada más llegar reconozco la puerta,freno en seco y mi corazón late rápido.

-Venga vamos-dice papá.

Pero no camino, freno en seco y me quedo mirando con horror el interior, hay algo en esa habitación que me aterroriza demasiado.

-¿Ellie?-me llama en doctor.

No miro a nadie, mi mirada se posa en la camilla que está rodeada de aparatos que me causan escalofríos.

Papá se acerca y me toma por el brazo pero me aparto bruscamente, él comparte una mirada con el doctor y varios del personal vienen, me agarran y pataleo para que me suelten, el miedo me consume y siento que pierdo la calma.

-No quiero esto-niego viendo como me acuestan en la camilla.

-Todo estará bien-me calma papá.

Comienzo a hiperventilar y siendo que el pecho me aprieta.

-Está teniendo un ataque de ansiedad-dice una enfermera.

-Pongan la anestesia-ordena el doctor.

Miro a papá con los ojos abiertos pidiendo ayuda pero él no hace nada, la mujer se acerca a mí y me inyecta el contenido que hay en la jeringa, poco a poco me voy relajando y mi respiración se va calmando.

En un momento a otro me quedo dormida y no siento nada , todo es negro, puedo escuchar a lo lejos algunos ruidos y voces hablar.

De momento ciento que mi cuerpo se tensa involuntariamente y se comienza a agitar, no siento dolor, sin embargo sé que algo pasa, es como si estuviera desde fuera viendo mi propio cuerpo.

No sé cuánto tiempo pasa pero cuando abro los ojos estoy en otra sala del hospital, miro todos los cables conectados y a mí alrededor tengo muchos equipos revisando mi estado.

La enferma entra y me impide que me pare.

-Sufriste una convulsión muy fuerte-me acuesta-debes descansar lo más posible.

-¿Convulsión?.

-Sí, a muchos pacientes les dan, pero a ti se te están proyectando de una manera muy agresiva, y tenemos que mantenerte vigilada.

-¿Agresiva?,¿puedo morir?.

Ella mira al piso.

-Sí.

Trago en seco y trato de entender lo que me acaba de decir, o sea , mi propia ayuda puede matarme.

-Si sigo así no podré salir nunca de aquí,¿cierto?.

Ella me da una mirada triste y siento que no hace falta que responda.

-Solo descansa,¿vale?.

Ajusta algunas cosas en las máquinas y se dispone a irse pero la agarro.

El diablo en disfrazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora