30|El tiempo se agota.

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Me duele la cabeza

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Me duele la cabeza.

Lo primero que veo al abrir los ojos es el techo blanco, parpadeo atónita sin reconocer donde he venido a parar.

Las imágenes en mi memoria son difusas, recuerdo haber entrado al Halcón sin problema, luego acabar en medio del bosque con Reid y después oscuridad.

El aroma a antiséptico me hace reincorporarme de un sentón, mis ojos repasan cada rincón topándose con cortinas azules que cubren el otro lado, una máquina que hace «bip» por segundo hasta percatarme que no llevo puesto el uniforme.

Aparto la sábana de mi cuerpo viendo que sólo ando en una bata de tela ligera y cuando intento ponerme de pie, soy regresada a la camilla de un jalón al estar esposada en el reposabrazos de la cama junto a una aguja que atraviesa la vena de mi antebrazo. El pánico se apodera de todo mi ser, estoy a punto de quitármela cuando hacen a un lado las cortinas.

Al alzar la cabeza me encuentro con una enfermera cargando un bloc.

—Hola —mi voz sale como un susurro.

Detrás de ella le acompañan dos personas uniformadas con el semblante serio. La enfermera abre los ojos a modo de sorpresa al verme y de inmediato gira sobre sus talones dejándome con los guardias.

Al cabo de unos segundos se escuchan más pisadas y los guardias se hacen a un lado para permitirle el paso a un hombre uniformado con varios moretones en su rostro.

Es Reid.

—Al fin despiertas Bella Durmiente, ya comenzabas a preocuparnos —me regala una sonrisa de labios sellados.

—¿Qué fue lo que pasó? ¿Cuánto llevo en este lugar?

Reid se detiene en la punta de la camilla inspeccionando la pequeña habitación para luego recaer nuevamente en mí.

—Nos emboscaron en cuanto a atravesamos el bosque, Mako. Eran el triple que nosotros y llevaban cargamento tecnológico encima, tuvimos cuatro bajas —niega al bajar la cabeza con notoria frustración —. Sobre ti, de verdad que tuviste tantas agallas de disparar sin dudar, acabaste con tres de ellos en menos de un parpadeo.

—¿Sí? —me llevo la mano no esposada a la cabeza sin poder creer lo que hice ahí afuera, apenas y lo recuerdo —. ¿Qué pasó luego?

—Era tanta la adrenalina que corría por tus venas y la desesperación por huir que te resbalaste y te golpeaste la cabeza —tuerzo la boca con molestia —. Te subí al Halcón y venimos a esta pequeña base llamada «La frontera». Llevamos dos días completos. El jefe está en la sala de juntas.

—Oh, mierda. Por favor dime que Hanssen no está...

—Para tu desgracia, lo estoy —responde a espaldas de Reid. El oficial lo mira sobre su hombro y luego me lanza esa mirada de «estás en problemas y no es asunto mío» —. Quisiera estar a solas con mi novia.

Un deseo prohibido [COMPLETA #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora