Capítulo 26 (Leila)

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Tenía la mano en el tomo, sentía como la respiración me faltaba, sentía como mi cerebro me gritaba corre, sentía terror, miedo, aun así, estaba parada afuera de mi puerta.

—¿Segura que te encuentras bien? — dijo Tom.

—Segura. — le sonreí, él también estaba parado afuera de la puerta de su habitación del hotel.

—Cuando sonríes así, es porque nada está bien.

—Lo sé, lo....

—No estás obligada a decir que sí.

—Lo sé...

—Estás, aterrada.

—Lo sé...

—Quieres huir.

—Lo sé. — suspiré. — porque no me dices algo que no sepa.

—Que no lo quieres, solo lo necesitas.

Me paralice, aparte mi mirada de él, tenía razón, también sabía que la preguntar que iba a formular la persona que estaba dentro, solo lo hacía porque sentía que esto se había acabado hace un tiempo y a pesar de que creía que él era mi ancla a la final también era la suya, por eso hacía esto.

—Lo sé. — abrí la puerta y entré.

César me había escrito hace un par de horas, diciendo que tenía una sorpresa para mí, yo le respondí que también tenía una sorpresa, mi cambio de imagen si iba hacer una sorpresa, a diferencia de la suya que ya medio Selegna, lo sabía.

Al cerrar la puerta toda mi habitación estaba iluminada con velas, hermoso. Vi que la mesa de la habitación ahora tenía la sábana blanca como mantel. Adorable, encima había un ramo de flores, en la mesa también se encontraban dos platos, que sea algo rico, busqué a mis alrededores, pero Cesar no aparecía.

Sentí como unos brazos me sujetaban por detrás y me alzaban, mi primer instinto fue gritar y patalear.

—Amor tranquila, soy yo. — me dijo mientras me dejaba en el piso y se apartaba un poco de mi para ponerse enfrente.

—Ay, acabas de darme un susto de muerte. — dije tocando mi pecho.

— ¿Tu cabello?

—¿Mi disculpa?

—Lo siento mi amor. — me beso. — ahora ven. — tomó mi muñeca. — antes de que la cena se enfríe.

Lancé mis cosas a la cama destendida y me acerqué a la mesa, jaló la silla para que me sentara, la empujo para acercarme, levantó el cloche, y la cena apareció. Si era algo rico, era filete de pollo con champiñones, verduras al vapor y una porción pequeña de arroz blanco. Le sonreí, sabía que amaba ese plato, él me miró, no con ilusión, sino preocupación. Que ocurre, apartó la mirada, se fue a una esquina de la habitación y trajo un vino con dos copas. Sirvió el vino y se sentó.

Durante la cena hablamos de todo lo que había sucedido en el día, yo procuraba que no se me saliera el tema de que la farándula de Selegna, le había descubierto comprando el anillo. En vez de eso descargué mi enfado y preocupación sobre la desaparición de Diablo, mi tortura en las manos de Luna, y mi enojo hacia Jennifer la loca, él durante toda la cena, se encontraba cabizbajo, preocupado y tenso, a pesar de que intentaba disimularlo se le notaba.

—¿Qué ocurre? — pregunté mientras dejaba la servilleta a un lado.

—No, nada querida. — volvió a desviar la mirada.

—Habla...

—Yo... — se rasco la nuca. — yo... no sabía cómo era la manera correcta, ni adecuada de decir esto. — trago saliva. — así que organice todo eso.

No, aquí viene, me quedé con la mirada en el plato, sabía que me estaba mirando.

—Leila yo...

No quería mirarlo, seguí jugando con una zanahoria

—Voy a ser papá.

El tenedor se me cayó en el plato, lo que hizo un sonido estrepitoso en el silencio que se había formado.

—¿Perdona? — lo miré y me reí. — sé que estabas por culminar tu carrera de médico. — le tomé la mano. — pero cariño, yo mejor que nadie se que no estoy embarazada.

—No... deje... embarazada a una chica.

Aparte mi mano de la suya, como si me hubiera cogido la corriente.

—¿Qué?

Desvió la mirada.

—Hace un tiem...

—Si me lo vas a decir, que sea mirándome. — le interrumpí.

Algo se había empezado a romper dentro de mí con esa declaración, pero necesitaba que dejara de intentar lastimarme y lo hiciera de una maldita vez. Lo miré furiosa, decepcionada. Me devolvió la mirada y continuó.

—Los últimos meses de tu última gira, yo me sentí... solo, intuí, frustrado, salí a beber, ahí la conocí, una chica encantadora, al principio solo era una amiga que me escuchaba y me entendía, pero luego empezaron a pasar cosas y los dos nos encariñamos, no quería dejarte porque aún sentía algo por ti y pensaba que esta chica iba a ser fugaz efímera, pero conforme pasaba el tiempo y conforme tu te ibas dedicando más a tu música yo.... Cuando partiste a Selegna yo te iba a decir que Lorena, mi pareja, ahora estaba embarazada, pero no pude, estabas muy contenta por llegar a las grandes ligas y no quería arruinarte eso, pero... Lore me dio un ultimátum, si pensaba formar parte de ella y de este nuevo bebe, debía de contarte la verdad y terminar esto, para formar una familia.

Me quedé en silencio, tomé el vino que me había sobrado de un solo trago.

—Bien. — respiré. — ¿el anillo que compraste es para ella?

—¿Cómo sabes eso? — retrocedió al respaldar sorprendido.

—Soy una Estrella de Rock, las personas que están a mi alrededor siempre están vigiladas. — me encogí de hombros. — ¿compraste con mi tarjeta?

No necesité que pronunciara las palabras ya sabía la respuesta al ver su cara. Me levanté de la mesa.

—Tienes una hora para desaparecer de Selegna, mi abogado se pondrá en contacto con el tuyo para que me devuelvas todos tus gastos, que fueron adquiridos gracias a mi tarjeta. Dicho esto, que tengas una linda noche, una hermosa familia, y por favor apaga todas las velas, cuando salgas. — cerré la puerta de un portazo.

Caminé al pasillo, el nudo empezó hacerse más fuerte, tomé el ascensor y las lágrimas empezaron a salir contra mi voluntad, no sabía que me dolía más sus palabras, sus gestos, sus mentiras o el hecho de que estaba ilusionada como una tonta toda la noche creyendo que me iba proponer matrimonio y que iba aceptar solo porque lo necesitaba, pero sus palabras. Seguí caminando.

Aún sentí algo por ti, que demonios sentías por mí, más lágrimas, Lorena mi nueva pareja, yo era tu pareja, ahora estaba embarazada, cuantas veces me engañaste, limpié mis lágrimas, pero no importo seguían saliendo. para formar una familia, yo era tu familia, tu ancla....

Los neumáticos de un automóvil chillaron, me quedé ahí y solo vi una luz muy brillante, cerré mis ojos...

La voz angustiada, desenfrenada y asustada de una mujer, me hizo volver a abrir los ojos, el automóvil estaba a unos centímetros de mi cadera, las personas se habían quedado paradas en la vía mirando todo, la señora me gritaba algo, pero no le entendía, luego bajó su mirada al piso, dio un grito, tapándose la boca, me tomó con cuidado de los hombros y me llevó a la parte trasera del auto.

La señora cerró la puerta y el conductor arrancó, miré mis manos estaban en mi regazo, mi entrepierna estaba de sangre ¿si me tocó el auto? mis manos no dejaban de temblar, saqué mi teléfono y empecé a marcar, una, dos, tres veces... perdí la cuenta.

—Diablo te necesito, por favor, te necesito

Empecé a llorar de nuevo.

Entre Sombras Y Acordes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora