Echoing

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Es el eco incesante,

resonando en mis huecos oídos.

Es el ruido ensordecedor que repite en epítetos malignos:

"¡Allá, en la inmensa y negra lejanía!

¡Cruzando el páramo árido,

aquellas Montañana heladas,

esos bosques negros!

¡Allá, donde Dios ha olvidado que puso su mano vez alguna!

¡Allá... Lejos de ti: está ella!

Allá llora.

Allá suspira.

Allá siente frío al no tener tu piel que la caliente.

Allá su pecho se vacía y se llena de dolor, de tristezas;

al recordar que tú,

aquel que la ama más que a sí mismo,

está tan lejos como un estrella nefelibata y fría".

Y entonces me voy a Saturno

y los anillos me ahorcan.

La muerte me dice que no puedo irme con ella,

pues las promesas han de conservarse

aunque el velo ensombrecido de la desolación

tape tus ojos vivarachos.

Pero que yo no puedo,

¡Oh, maldito sentir que quema mi alma

como una fulgurante llamada solar!

Pero yo no puedo,

por más que quiera,

acallar a mi amor por ella.

Y me chamusca el ente mismo.

Dejo de ser humano para ser una taza de lágrimas frescas.

Recuerdo cada detalle como el brillo claro

que aparece al salir la Aurora de rosáceos dedos.

Y entonces el frío parece ser más lacerante.

El sol no da calor.

La felicidad entera se vuelve un desconocido que no habla mi idioma.

El frío es porque no tengo tu calor.

La tristeza es, simplemente, resultado de no tenerte.

Porque, cielo mío, te extraño tanto

Filamentos estelares -poemario-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora