De la depresión

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Me dicen, entre miradas de desaprobación,

que un drama es todo lo que yo monto,

¡Oh, exagerado de infinitas emociones imaginarias!

Pero no entendían que yo quería ser normal, tal como ellos,

y sonreír, estar feliz.

Y lo lograba a veces,

aunque la mayoría era solo obra de mi talento de actuación,

pero es preferible usar máscara

que volverse una víctima de preguntas inoportunas

que jamás respondería con honestidad,

nunca miraron lo que sufría en silencio.

Yo soy silencio.

Quería morir, era la realidad absoluta en la que existía;

pues pensaba en aquello de la muerte

con la frecuencia del aleteo de los colibrís.

Recurrí a otra forma de muerte,

amaba tanto a cierta persona,

que morir me resultaba una traición mayor a mi sufrimiento diario.

Las hojillas llegaron en un arrebato de lágrimas

y rasgar en la oscuridad,

pero gracias a la providencia por la ropa de mangas largas,

me salvaron de la primera ola de preguntas estúpidas.

Yo deseaba ir con alguien,

uno de esos doctores de la maraña de hilos que carga uno en la cabeza,

pero cobraban más que el precio de mis órganos.

Yo era sufrimiento mudo,

dolor inmutable,

humillación por existir siquiera.

Hablé tanto conmigo mismo,

pero llegaba al mismo decreto unánime.

Las delegaciones de demonios no se iban, y me arañaban los brazos.

Poco a poco veía luces, pero luego se opacaban,

el batir de alas de miles de murciélagos.

Lloré en las cuerdas del violonchelo,

y era mi amigo, pero murió joven cuando me enamoré de él,

se le rompieron las cuerdas,

desafinó en su lecho de muerte,

crujiendo su fina madera exportada.

Nadie nunca ha entendido que deseo ser feliz,

pero no sé cómo.

Filamentos estelares -poemario-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora