35. Ghost of you I

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 Un manto de calidez dorada se escabullía por la ventana y bañaba los muebles, el suelo y la espada de Calum de una tierna luz amarillenta acariciaba su piel y le daba un tenue tono dorado a su desnudez. Inclinado sobre la barra de la cocina parecía ensimismado en realizar a la perfección la simple acción de endulzar tu café.

Las mañanas, su torso desnudo y las infusiones que acariciaban sus almas, ya eran parte de sus rutinas, pero sinceramente, siempre lograba dejarte sin aliento. Deslizando tus pies desnudos por la loza impoluta llegaste a su espalda. En un movimiento tierno te acurrucaste a él, robándole el movimiento, el aliento y un poco de su tenue calor

— Por fin te levantas. — Su pecho ronroneó bajo tus manos, y en cuanto se volteó a ti, para darte esa bebida que había preparado con tanto ímpetu, sonreíste tontamente como agradecimiento

— Vamos, si tú apenas sales de la cama. — Reíste levemente y besaste esa falsa mueca de dolor y tristeza.

— Podría acostumbrarme a tenerte en mis camisetas todas las mañanas. — Su aliento cálido golpeó tu cuello. Y movida por la ensoñación de su tacto, cediste  cuando sus manos acunaron tus muslos y te sentaron sobre la barra.

La camiseta cedió unos centímetros ante el serpenteante tacto de Cal. Él seducía con delicadeza a tu mente adormilada, y en pocos movimientos encontró lugar entre tus piernas para intensificar el baile que sus labios habían iniciado. Las intenciones de la noche anterior estaban comenzando a presentarse entre caricias y gemidos, pero el estridente sonido del timbre de la entrada desvaneció el aura reconfortante que habían logrado.

— Cuando me deshaga de esto, vamos a la habitación. — Sentiste el frío de su ausencia. mientras él, con recaudo, se acercaba a la puerta. — Muñeca, es tu hermana.

— Mierda! — Ambos tuvieron que alejar el reciente placer que latía en sus interiores y se obligaron a estar alerta.

— Al baño, enciérrate ahí, yo me encargo de esto. — Desesperada porque algún plan más decente cruzara por su cabeza, te acercaste él. Pero esa parecía ser la única idea. — Tranquila, muñeca. Sólo no hagas ruido.

Esa vaga idea y sus labios golpeando los tuyos fue el único consuelo que recibiste antes de ocultarte entre las impolutas paredes de la ducha. Aterrada, obligaste a tus pulmones a alentar su funcionamiento, pero en cuanto oíste el crujido amargo de las bisagras de la puerta de entrada, todo tu cuerpo se descontroló. Y, como una distracción a tus nervios, te propusiste ignorar tus miedos y centrarte en la conversación apagada de la sala.

— Hola Crystal ¿En qué puedo ayudarte? — Calum estaba experimentado en la materia de las mentiras. Al punto de que que ese tono sereno que utilizó, llegó a tu mente como una droga placebo.

— Hola Cal, lamento molestar. Pero Mickey perdió su móvil, y cree que lo dejó aquí.

— Si, si. Eso creo. Pasa, adelante.

Oíste el chasquido arrítmico de los tacones de tu hermana. Y el miedo de ser atrapada incrementó, su tiempo en la casa era proporcional a las posibilidades que tenía de encontrarte.

— Dos tazas de café, unas llaves con detalles en rosados, un bolso de mano en la entrada y estás solo, sin camisa y con marcas en el cuello. ¿En serio la tienes escondida? — Serías incapaz de describir cómo reaccionó tu cuerpo ante la fría voz acusadora de tu hermana, sólo sabías que querías desaparecer en el instante.

— Vamos Crystal, con todo respeto, pero no te importa.

— Calum, respétala al menos un poco y deja que se vaya dignamente. — Sus palabras tendrían que haber sido un despertador para tus ilusiones y un salvavidas de tu amor propio, pero en realidad, solo logró que tu corazón se hundiera en el fondo de tu pecho, humillandote.

Imaginas - Calum HoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora