DIECINUEVE

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Desde que el amanecer se había aproximando Hange no dejó de pensar, el hecho de tener a su amante en brazos no impidió que quede absuerta de este pensamiento. La abrazó tan fuerte por la noche que simplemente parecía no querer soltarla.

Aquella conversación vino a su mente en el momento en el cual sus ojos se abrieron, entendiendo todo a la perfección, frunciendo el ceño con molestia e impotencia.

Si, ya sabes como es (n), es demasiado reservada para la intimidad. Hasta parece tenerle rechazo a mi cuerpo cada vez que estamos por hacer el amor... es gracioso.

La voz de Armin se repetía su mente, el tono burlesco con el cual hablaba y mucho peor, Zeke, riendo y dándole consejos acerca de cómo tenía que tratarla. Trabajar en un ambiente rodeado de hombres tenía sus desventajas, mucho más si se trataba de hablar de esa manera sobre la mujer a la cual amaba.

—Oh, debe ser de esas típicas mujeres que les da vergüenza todo, tranquilo pronto se le pasará. No todas saben como complacer a un hombre... y si es que ella no sabe como hacerlo, ya sabes a quién tienes que acudir.

El pasado suspiro salió de sus labios, cayendo a la realidad en la cual se encontraba en cuanto la escuchó hablar.

Era increíble que una mujer tan maravillosa como ella tenga de esposo a un incompetente como Armin. Desde hace mucho tiempo se rumoraba, el rubio estaba deslumbrado por una mujer, una mujer de cabello claro y ojos celestes.

(N) recapitaba sobre lo dicho, no quería decepcionarlos esa era la verdad y Hange parecía estar muy atenta a las palabra que decía, interviniendo cada vez que se necesitaba, aunque le daba espacio a ella puesto que lucía muy convencida y segura, como si se hubiese preparado toda su vida para algo que no sabía.

Su aura tranquila resguardaba un aire muy tormentoso, aunque jamás dejó ver aquella parte, posiblemente porque una señorita debe ser correcta. Pero puertas para afuera, todo su personalidad cambiaba, siendo lo que ella quería ser y no lo que Armin pretendía.

No sería sorpresa saber que ganaría mucho más reconocimiento y admiración que el propio hombre.

—Haré todo lo posible para convencer al señor Arlert, como se los dije, lamentablemente no controlo las acciones que se realizan dentro de la empresa —comentó —. Aunque mis  esfuerzos para lograr que tengan un sueldo digno, no cesarán.

—¿Y como sabemos que no nos está mintiendo para apaciguar las cosas? —preguntó alguien en el fondo de la multitud.

—Eso es verdad —siguió otro.

Pronto los bullicios comenzaron junto a las discusiones, parecían una ola de abucheadas, gritos e indignación. Aún con la fuerte presencia de Hange, fue imposible que su cuerpo no retroceda frente a la intimidante situación, tragando saliva de forma pesada, sintiendo como el sudor corría por su frente.

El fuerte sol de verano, penetrante sobre su piel la sofocada.

—Dile al señor Arlert que nos estamos muriendo de hambre, usted es un irrespetuosa y también... —su mano quiso ir hasta su brazo para tomarlo, aunque al sentir la fuerte presión que se generó en su muñeca levantó la vista, Zoë tenía buenos reflejos.

Hange, mostrando aquel gesto de protección, arrastrando la mano lejos de su amante, apenas algunos dedos rozaron la tela de su camisa. No dejarían que sea tratada de esa forma y mucho menos con su presencia allí.

KAOS| Hange ZoëDonde viven las historias. Descúbrelo ahora