VEINTIOCHO

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La incierta noticia de Hange la dejaba tan preocupada que durante toda la semana, no dejó de dar vueltas alrededor de cualquier sitio. Buscando así, una manera de liberar ese increíble sentimiento nervioso.

Las preguntas dabas hacia Armin, siempre obtenían la misma respuesta: "Está ocupada". Chistó en el momento en cual se acordó de aquel tono desinteresado y burlesco, parecía uno lleno de goce e ínfulas que querer sobrepasar los límites de su tranquilidad. 

Pensaba si aquel cruce de ideas hizo que algo se rompiera. Hange solo se marchó y a lo largo de cortos, pero al mismo tiempo extensos días, nada sabía sobre aquella castaña. En lugar de verse llena de gratitud por su hermosa voz e iluminada por su brillante sonrisa, solo tenía la voz constante de Armin dirigiendo con el dedo que era lo se tenía que hacer. Aquella fiesta que poco tenía interés, se aproximaba. Mejor dicho, era hoy.

Las personas habían estado entrando y saliendo constantemente en el día, arreglando el salón, trayendo flores. haciendo las delicias de la mano de los cocineros. Aunque, esta vez serían tantos, que no bastaría con cuatro manos trabajando.

—¿Qué haces así? —dijo.

Ella se dió media vuelta y aquella insólita serenidad que le proporcionaba tener sus dedos manchados de pinturas, se arruinó ante el ceño fruncido del hombre.

La tele blanca de su vestido caía por su cuerpo hasta el suelo, simulando una cascada. 

—Tendrías que estar preparándote.

—¿A las diez de la mañana? —preguntó. Su vista volvió hacia su pintura sin mucho interés a como se mostraba.

—¡Pues claro! eres mi esposa, tienes que estar deslumbrante, hermosa, brillante, sofosti…

—Puedo ser todo eso sin necesidad de mostrarme con vestidos caros, querido — interrumpió y movió su pincel de forma delicada sobre el lienzo  —. La belleza de una mujer no se basa en la estética, sino en su naturaleza simple y única.

—Dios santo —se quejó —, realmente no entiendo que es lo que hicieron con (n). No eras así.

—Siempre fui así —contradijo —. Ah, querido… Isabelle y Farlan irán, al igual que mi padre. 

—¿Quienes son esos? 

—Mis niños, por supuesto —él entendió que pregúntale solo traerán malos entendimientos y aún después de meses, seguía sin saber absolutamente nada de su esposa —¿El señor Erwin vendrá?

—Claro, es el guardia de Eren, claro que vendrá.

La sutil sonrisa se formaba en sus labios. Al menos sabía que, Levi y aquel hombre, en algún momento de la noche tendrían la oportunidad de cruzarse. Desconocía cuál iba a ser la actitud de su padre, después de todo aquel inconformista y terco progenitor, jamás cambiaba su personalidad. 

Al menos era una buena noticia esta.

—Señorita Arlert —las sirvientas la llamaron con una voz dulce —, tiene que elegir su vestido para esta noche.

Ella, a diferencia de como se muestra con Armin, solo le mostró una sonrisa.

—Claro —dijo —solo déjame terminar esta pincelada.

Este se movió de manera tranquila para finalizar el paisaje. Algo borroso para decir verdad, apenas estaba trazando las primeras partes del cuatro. Los colores se mezclaban de manera sutil y con tonos cálidos, habían primeros indicios de querer mostrar a personas en ese jardín, hablando

—Listo.

Como siempre, sus pies descalzos tocaron el suelo viendo como el movimiento era mayor, hasta se había perdido tanto en su mundo que se olvidó del mundo detrás de sus espaldas.

KAOS| Hange ZoëDonde viven las historias. Descúbrelo ahora