VEINTIDOS

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Jamás pudo negar la idea de verse un poco nerviosa. El tren había llegado a tu destino, trayendo nada más que un balanceo nervioso en su cuerpo. La conexión de miradas con Hange, posiblemente fue quien la hizo sonreír. Claro estaba, los fuertes latidos de su corazón acechaban su pecho, generando palpitaciones.

El clíma era un tanto distinto, hasta se podría sentir el aire y viento tibio. El frío no tardaría en aproximarse a Paradis.

—No esté nerviosa —frotó su espalda vestida, haciendo fricción bajo la fina tela de su camisa —, todo saldrá bien.

Ella suspiró y bajó la mirada, tratando de nagar sus contantes pensamientos negativos.

El humo era bastante prominente y aquella serenidad, se transformó nuevamente en el bullicio molesto en sus oídos. Las personas comenzaron a bajar del tren y todas, parecían emocionadas por hacerlo, pero lo único que sentía mi pecho era malestar. Los vestidos y trajes moviéndose,  sus peinados extravagante o solo atados con un simple moño.
Las clases sociales parecían mezclarse.

Tener que pasar las noches con Armin era lo que más le molestaba, si es que antes aquel hombre fue un simple extraño para ella, ahora lo era más. Jamás pudo acostumbrarse a él y aún con sus tres meses de matrimonio, prefería fingir una sonrisa antes que tener que desgastar su alma y cuerpo en algo que no valía la pena.

Sabía que revelarse iba a traer severas consecuencias.

Oh Hange...

Su alta figura se aproximó hasta la puerta, girando su rostro y extendiendo la mano. Los rayos de sol, parecían iluminarla. Y en aquella sonrisa que le proporcionó, fue un instantáneo remedio.

¿Que será de nosotras?

Tomó de su agarre con tanta sorpresa, formando un leve sonrojo en sus mejillas, que poco a poco se vió apaciguado por el constante pensamiento.

Sus zapatos tocaron los adoquines, viendo a múltiples figuras esperando a sus seres queridos luego de un largo viaje. Y aquellos rostros jóvenes, mirando hacia los lados a tan solo unos metros, hizo que sus ojos se vieran bañados de un hermoso resplandor.

Isabelle y Farlan la estaban esperando.

El latido de su corazón, acelerandose, aquel tipo de cariño que jamás pensó brindar se sentía sorprendentemente extraño. Jamás pensó que sería tan hermoso el racionarse con jóvenes y el sentirle aprecio, mismo ella se convenció que verse parada en una figura de hasta casi maternidad era horrible.

—¡(n)! —el grito de la chica, llenó sus oídos de colores, la veía acercarse con tanta desperación que parecía chocarse con quien sea. Sus delgados brazos envolvieron su cuerpo de forma repentina —No nos dijo que se iba...

—Oh, de verdad lo siento, fue algo inesperado —sonrió con calidez —, pero ahora estoy aquí.

—Estos niños vieron a la mansión para buscarla —acotó Sasha al acercarse —, tienen una buena memoria y me rogaron el venir a recibirla.

—¡Si! es que, queríamos verla —su boca se abrió, mostrando una deslumbrante sonrisa —¿Como le fue?, ¿De qué fue el viaje?, ¿Conoció a personas?

—Una pregunta a la vez, Isabelle —Farlan interrumpió —, debe estar cansada.

—No cuando se trata de ustedes —jugó con sus manos nerviosa —. Tengo una perfecta idea para responder a tus preguntas, Isabelle... de hecho, Hange también puede hacerlo.

Hizo señas con su mano, llamándola, Zoë no tardó en acercarse, puesto que estaba esperando el momento indicado para hacerlo. Estaba ciertamente emocionada por conocerlos.

KAOS| Hange ZoëDonde viven las historias. Descúbrelo ahora