22) Shikadai

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Mama llegó a buscarme a la escuela porque la habían llamado.

Al menos Yodo me había contestado.

Espere a fuera mientras ella hablaba con el inspector... Luego el director. Suspiré. Estaba nervioso, y bastante tenso. Mi estomago me lo hacia saber.

Esperé bastante, y comenzó a anochecer.

Al salir, mamá no me dijo nada. Me miró, y fue la señal para que la siguiera hasta el auto. Por supuesto que ahí en el colegio no me iba a regañar...

Durante el trayecto nos fuimos en completo silencio, y eso me ponía más nervioso. Intenté pensar en algo más.

El viaje se hizo largo y yo no tenía ganas de comer ya. ¿Por que no me decía nada? Tampoco me miraba. Intenté mirarla sin que se notara, y no sabía si estaba molesta, enojada o avergonzada. 

Pero feliz no estaba.

Cuando entre a casa, vi que papa había puesto la mesa con mis cosas para que comiera, y nos esperaba ahí, sentado. Porque era tarde. Solo quedábamos yo y mamá por estar en esa citación con la dirección. Eso solo hizo que se me revolviera mas el estómago. Mi hermana ya estaba en su cuarto.


Caminé sin ánimos de mirarlo. Lo saludé y también me senté. El sermón comenzaría en cualquier momento.

Mamá se sentó también.

—¿Podemos hablarlo antes de comer? —apoyó ambos brazos sobre la mesa

Mamá sonaba seria, pero no enojada. La miré, luego mire a papá.

—¿Qué te dijeron? —pregunto él a mamá.

Ella se cruzó de brazos y se echó hacia atrás.

—Shikadai se abalanzó sobre un alumno de ultimo grado. Quedará castigado en el colegio los días que no tenga entrenamiento. Deberá ayudar a asear el gimnasio por tres semanas.

Yo solo los miré y esperé.

—como su historial estaba limpio, no tiene riesgos de expulsión, pero la siguiente vez no correrá la misma suerte.

Papá me miró preocupado.

—¿Qué pasó, hijo?

¡Dios! No sabía cual de los dos me removía más la conciencia. No quería hablar. Solo mire mi plato sobre la mesa, todavía vacío. Se me revolvía el estomago.

—Shikadai— alegó mi madre— Tu no eres así. ¿Por qué te abalanzaste sobre él?

Suspiré sin levantar la cabeza

—me dio rabia.

—intentaron separarte entre tres. —mamá frunció el ceño— eso deja de ser solo rabia.

Vi que papa la miraba ahora sí sombrado.

—¿Era él contra tres?

Sonrió orgulloso y yo no pude evitar sonreír también.

—¡No! —reclamo mama, molesta.— tres personas intentaron separarlo al otro y a el.

Papa asintió comprensivamente.

Luego volvió a mirarme y preguntó.

— ¿Qué pasó?

No respondí.

—¿Sabes como lo dejaste a él? —mama seguía con su tono.

Negué con la cabeza.

—¿Cómo lo dejo?—preguntó papa curioso.

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