21) Yodo

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entré a mi casa sin decir nada.

—Hola hija, ya llegaste.—oí que mi madre decía desde la cocina.

—hola mama— apure el paso y subí escaleras arriba

Entre a mi pieza y cerré la puerta.

No había llorado todo el camino, pero por mas que intentaba, no podía dejar de tener ganas. Todo en mi mente se agolpaba. Dejé la mochila en el piso y me tire en la cama mientras rodeaba la almohada con brazos. 
Intenté respirar hondo, pero el dolor en mi pecho no se iba, y tampoco lo hacía el nudo en mi garganta. Me quede ahí, sin moverme. ¡Por qué rayos me había involucrado con el!

Esa cita que tuvimos el sábado ya sentía que no había nada de amor por él. Nada. ¡Desde la primera vez que lo sabía! Que alguien me pidiera una cita y me diera tantas cosas, me hacía sentir mejor conmigo misma. Suspire. Por eso acepte salir con él aunque no me gustaba. Nunca nadie antes me había pedido una cita, y que el chico mas atractivo de la escuela lo hiciera, definitivamente me subía el autoestima.

¡Estupida!

Ese día lunes entendí que el quería otra cosa de mi, y yo no quería nada más con él.

¡Que tonta!

Debía seguir mi vida sola. Sabía que siempre había sido mejor así. La única vez que un chico había hecho algo por mi, fue una trampa planeada por unas compañeras que me odiaban. La escena de yo en el centro, con pintura en mi cabello y unos chocolates falsos con sabor a zapato podrido pasó por mi mente, y cerré mis ojos de inmediato. No quería recordarlo. Sentía que esos fantasmas no se irían de mi vida jamás. Y ahora, como en todas las escuelas, comenzaban a resurgir nuevos problemas. Le había creído al chico mas popular que quería estar conmigo por hallar en mi algo especial... Pero no. Yo solo era una conquista extraña e inusual de la que él se podría jactar. Que tonta. Por eso había insistido tanto... Y había jugado conmigo diciéndome que tenía demasiado talento... 

Una lágrima cayó por mi mejilla.

Escondí mi rostro contra la almohada. ¿Cuándo iba mi vida a mejorar?

¡Y Shikadai diciéndome el otro día que podía pedir la opinión de un profesor! ¡¡¿Qué profesor?!! ¡¡Prácticamente Erick había tenido que rogarle a su profesor!! ¡No debía tocar en ese estúpido concierto!

Mis muñecas dolían, y eso que estaban acostumbradas a recibir el golpe de la pelota entre ellas.

Intenté respirar profundo para calmarme.

Y Shikadai... ¿En serio se tiró a golpearlo?

Se me revolvía el estómago de pensarlo. No supe en que momento había pasado eso. Yo pensaba que ellos dos ya se habían ido. 

 Desde que había hablado con Erick para terminarlo, el no había dejado de enviarme mensajes y llamarme. Ni siquiera podía usar mi celular sin que comenzara a sentirme mal. Me estresaba ver las notificaciones de sus mensajes. No salí en los recreos, en ninguno de ellos, y esperaba no tener que verlo. No quería verlo, ni abría mi celular para toparme con todos esos mensajes. Me dolía el estomago ver cada notificación en mi celular, por eso al llegar a casa lo desconectaba para no pensar en nada. Y así estuve... Hasta que al salir de las practicas lo vi esperándome fuera del camarín de mujeres. 

«—¿Qué mas quieres de mi?

¿Iba a seguir?

—No quiero nada de ti.

—¡al menos responde mis mensajes! !¿Por que eres tan egoísta?! !¿Que te crees ignorándome?!

—¡Sht!—no quería un escandalo ahí—déjame tranquila.

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