Capítulo 43

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COMENTARIO ESTRELLA (02/03/2022): SusanGuiuR Al menos se dio cuenta, de que lo estaba cambiando, y no lo consiguio...pero hay algo que me tiene nerviosa con este chico...

Capítulo 43| Algo sagrado. 

Así como le organizamos una sorpresa a Day, también lo hicimos con Annaí. Hablé con el dueño del lugar, el padre de Dalton, para que prohibiera a cualquiera acercarse al muelle. Allí, preparamos un picnic con algunas de las golosinas favoritas de Ann, y su regalo. Day tuvo la idea, unas pulseras de la amistad, eran de cuero con tres corazones entrelazados. Las inscripciones decían Bitch 1, Bitch 2 y Bitch 3. 

Me gustaban, y a Ann le fascinarían. Decidimos hacer el festejo a la noche, porque el día lo pidió Alvin, quién le regaló un oso de peluche casi de su tamaño, y una carta que mataría a un diabético.

―Brindo, por llegar a los dieciocho sin ninguna quebradura de huesos ―Day habló elevando su vaso con jugo de limón.

―Ni desmayos ―secundé yo imitando su acción.

Ann lo pensó un momento.

―Y sin ets.

Así nos pasamos, entre risas, bobadas y recordando momentos, porque Ann tenía la tradición de hablar sobre todo lo sucedido en el último año para cada cumpleaños, hasta que Daymond volvió a sorprendernos con sus ideas.

—Tengo algo para ustedes —informó antes de sacar de su bolsillo, tres minis botellas.

Eran de esas que vienen las dosis de las vacunas. Quizás medían unos cuatro centímetros como mucho. Annaí y yo lo observamos confundidas.

—No quiero ser cursi—comenzó Daymond sin observarnos, se veía nervioso —. Pero ustedes saben que las amo, ¿cierto? —ambas asentimos sin emitir palabras cuando nos observó —. Bien. En menos de tres meses vamos a tomar caminos diferentes. vamos a estar lejos, ya no podremos ver películas, no podré ir a verlas cuando quiera, no nos veremos todos los días. Y cuando volvamos al colegio, vamos a estar muy concentrados en los exámenes finales también se nos complicara para estar juntos. Por eso pensé que como última actividad para reforzar la amistad, escribamos un deseo en la botella y las enterremos —sonrió con la voz quebrada —. ¡Carajo! Ensayé mucho esto en el espejo.

Un sollozo nos tomó por sorpresa, Ann ya se limpiaba la nariz con una servilleta.

—Me parece una linda idea —hablé también con la voz ronca.

De todo lo que perdería al irme, Annaí y Daymond era lo que más me dolía. Nací con los, crecimos, fueron las personas que estuvieron siempre a mi lado, a quienes les podía contar todo, o casi todo. Mi nueve once cuando las cosas se derrumbaban. Y sabía que para los tres era igual. Daymond molestaba con ser duro y demás, pero se derretía con uno de nuestros abrazos y se convertía en un ser al que temer si nos lastimaban. Annaí era la mamá, la que siempre sabía que decir, la que nos cuidaba, la voz de la coherencia. A veces me preguntaba qué sería yo en nuestro grupo.

—¿Por qué tuviste que hacerme llorar en mi cumpleaños? —le reclamó Ann con una risa llorosa.

—Es que si lo hacía en el de Lúa, me correría de su casa.

Tenía razón, eso habría hecho en otro momento. Pero no ahora.

Daymond nos entregó una botellita a cada una, con colore diferentes en las tapas, y sacó un trozo de papel arrugado y un lápiz mordisqueado.

La primera en escribir el deseo fue Annaí, rompió el trozo de papel y lo introdujo en la botellita. Segui yo, y luego Daymond.

—Bien —dijo este al terminar —. Ahora tenemos que decirlo en voz alta.

La consejera sexual de Ashton| EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora