conseguí un harem en un mundo bl

El enojo de emma

Emma

Azote la puerta, cerrándola de golpe. Ni siquiera me importó que Johan pudiera haber sido presa de los vidrios del frasco de tinta que había aventado. Si estaba herido se lo merecía. O eso pensaba porque mi cerebro estaba consumido por la ira.

La sangre de mi cuerpo estaba hirviendo, mis mejillas ardían y de mi frente escurrían algunas gotas de sudor. Me recosté en la puerta y resbalé poco a poco hasta que llegue al piso. El cual estaba un poco frío al tacto. Eche la cabeza para atrás y suspiré pesadamente sintiendo como el cansancio me golpeaba hasta dejarme completamente exhausta.

Parpadee varias veces dejando caer las lágrimas que empañaban mi visión, las seque con rabia, lastimando mis mejillas y grite; frustrada, desgarrando mi garganta, sintiendo la impotencia. Cerré mis manos en puño apretando el agarre hasta que mis nudillos se tornaron blancos y golpee, patalee y maldije al aire una y otra vez hasta que me quedé sin fuerzas, mis extremidades dolieron y mi voz se quedó afónica. Haciendo una rabieta al igual que una niña de cinco años.

-Es mi culpa. No debía de haber confiado en un extraño.-Dije pasando ambas manos por mi rostro sudado, quitando mi cabello de este.-A veces soy demasiado ingenua.-De nuevo mi vista se empañó y parpadee varias veces dejando caer las lágrimas por mis mejillas. Sorbi la nariz, limpie las lágrimas y abrace mis rodillas sintiendo somos la soledad me consumía. Como era una sola persona en un cuarto tan grande y como no tenía nadie en quien realmente pudiera confiar para contarle mis preocupaciones.

-Extraño a mi madre.-Murmuré con ví voz quebrada.

Coloqué mi mentón sobre mis rodillas e incline mi cabeza teniendo un mejor ángulo de visión sobre la habitación.

Los únicos ruidos que se escuchaban aparte de las ramas de los árboles siendo sacudidas por la brisa y el canto de los pájaros eran mis sollozos los cuales a pesar de que trataba de contenerlos de vez en cuando uno se me escapaba. Ni siquiera me di cuenta cuando me dormí.

Abrí los ojos con un gran esfuerzo, me estaba congelando. No vi demasiado, la habitación estaba completamente a obscuras, lo único que entraba por la ventana eran algunos débiles rayos de luz de luna. Insuficientes para dejar que viera más allá de unos cuantos pasos a mi redonda. Todo mi cuerpo dolía y no sentía que hubiese descansado en absoluto. Lo más seguro es que sea porque en algún momento de mi sueño me acosté en el piso el cual al igual que la habitación estaba helado . Se sentía como si estuviera a punto de ser una paleta humana. Mi aliento se veía como si fuera humo. Mierda, hacía frió y mucho.

Dios viendo el anochecer de seguro ya había pasado la hora de la cena.

"Daniel me matará" fue mi primer pensamiento. Pero viendo que el no me había mandado a llamar no pude evitar aliviarme. Hasta donde había dormido nadie me había levantado lo que significaba que aún no cenaba o eso quería creer.

Me levanté, con prisa, con mi cuerpo adolorido y frío. Mis dientes castañeaban , mi nariz escurría y mi cuerpo temblaba. Trate de darme calor frotando mis brazos pero fue en vano. Lo único que vestía era mi ropa interior. Gracias a que antes tenía demasiada calor a causa de mi coraje olvide abrigarme lo suficiente como para no morir de hipotermia.

Me acerque a la ventana, la cual estaba abierta y la cerré. Listo, una de las causas de mi próxima muerte por congelación estaba eliminada ahora tenía que prender la chimenea.

Normalmente lo harían las sirvientas pero como la genia que soy les ordene no pasar sin mi permiso porque no necesitaba de sus atenciones. Ahora me estaba arrepintiendo de esa decisión, solo un poco.
La chimenea ya tenía la suficiente leña como para ser prendida, solo faltaba lo más importante, prenderla. Justo arriba de ella estaban los fósforos, los tome, abrí, saque uno y lo encendí; me agache y prendí las ramitas de abajo. Cuando estás encendieron sople un poco avivando el fuego y luego me senté enfrente.