La despedida

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–Vamos Johan. Toma asiento.–Emma palmeo la manta sobre la cual estaba sentada.–No me mires así.–Le dijo cuando esté la miro con sospechas. Parecía que su enojo contra el ya había disminuido.

Lo miro detenidamente, intentando adivinar unos cuantos de sus pensamientos.–No, ya no estoy enojada. Si eso es lo que quieres saber. Me ayudaste mucho y también supe por Abby que fuiste tú quien me encontró cuando me desmaye, ya sabes después de la pelea que tuve con Margaret.–Le dió una sonrisa, esperando que eso le diera suficiente confianza. Pero no era desconfianza lo que Johan sentía, si no que todo lo que emma estaba haciendo...parecía estarse despidiendo. Ella estaba próxima a irse y no parecía querer cambiar de opinión. Ya estaba decidida.

Cuando la conoció su terquedad le resultó graciosa ahora no le causaba tanta gracia. Hasta cierto punto le molestaba. Y a la vez sabía que era lo mejor. La guerra estaba casi encima de ellos. Probablemente llegaría después de que Daniel fuera nombrado oficialmente marqués. En unos pocos meses.

Asintió y tomo asiento a su lado. La suave brisa que corría estaba fresca, igualando los ánimos de un día completamente nublado. El miro la canasta que estaba colocada justo en el centro de la manta y comprendió que estaban comiendo algunos bocadillos, no le pareció raro, después de todo ya era medio día.

Había una variedad de frutas que de no ser importas no estarían en el territorio. Alimentos que solo gente rica podría comprar,  ya que su precio en el mercado solo se podían conseguir mediante pedidos especiales. Eso era obra de Daniel. Toma un pedazo de sandía y se lo llevó a la boca. Eso valia tanto como una casa de mediano tamaño.

Rosa trago grueso, entendiendo la situación y queriendo salir de allí tan rápido como pudiera. El ambiente se había tornado tenso en cuanto el había llegado. Suponía que necesitaban aclarar algunas cosas. Después de todo en la noche iban a partir y ya estaba llena, bueno no, pero lo que le quedaba de hambre se había esfumado. No podía comer una uva más.

Y emma tenía que despedirse hoy. No podían esperar más. La herida de su amiga ya estaba cicatrizada, ella ya podía moverse. Si herida ya solo requería de cuidados menores. Si no salían rápido no podrían irse nunca. Sabía que Daniel no era tonto, ambas tuvieron que rogar para que las dejara salir al jardín, no se podía imaginar hasta cuándo dejarían a emma salir fuera del castillo.

Definitivamente no pronto. Si esperaban la oportunidad para poder salir del castillo jamás lograrían irse.

Por eso habían tomado la decisión de irse hoy. Porque no, no era cualquier día era EL día. Daniel tuvo que salir de imprevisto y según lo que emma escucho de Abby que es una fuente confiable de información no volverá hasta el día de mañana. Parecía que la suerte por fin le estaba sonriendo.

Gracias a eso podían estar todo el tiempo que quisieran el el jardín. Ya que Daniel no las estaría vigilando, después de tantos días en su habitación emma lo necesitaba. Se sentía mucho mejor afuera, entre la naturaleza que en esas cuatro paredes.

Se produjo un silencio incómodo. Ninguno de los dos tenía realmente en claro que decir. Antes de que emma pudiera romperlo, Johan hablo:–¿Cómo está tu pierna?–Pregunto preocupado. La herida era bastante seria y había estado en cama durante muchos días le preocupaba que aún le siguiera doliendo.

–No te preocupes. Ya cicatrizó. Estoy mucho mejor, incluso ya la me puedo mover, no duele casi nada.–Respondio tomando otro pedazo de sandía.–Dios mío sabe cómo a un pedazo de cielo.–Murmuro felizmente.

Johan sonrió, si algo tenían en común era su amor por la comida. Estuvo tanto tiempo entre la guerra donde escaseaba el alimento que el regresar siendo parte de la aristocracia viendo como desperdiciaban la comida que para el llegó a ser sagrada, quedó asqueado. Es una de las tantas cosas que no soporta de esa sociedad.

conseguí un harem en un mundo blDonde viven las historias. Descúbrelo ahora