¿Amiga o espía?

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Rosa

Camine por el largo pasillo, puertas se encontraban en ambos lados; me detuve cuando ví una conocida. Había llegado a mi destino.

Tome una larga respiración, inhale y exhale lentamente, pues de pronto la hermosa mañana perdió su sublime belleza; Y coloque una sonrisa en mi rostro. Haciéndola parecer tan natural como pude.

Toque varias veces la puerta y dije:-Buenos días su ilustrísima señora.-Abrí la puerta con cuidado de no hacer demasiado ruido pues a veces la puerta rechinaba y el sonido molestaba a mi señora.

El lugar estaba obscuro, pero no demasiado, algunos rayos de sol lograban traspasar por los bordes de las cortinas. Todas las velas estaban consumidas, la cera estaba regada en los candelabros, amontonada. Apenas iban a ser cambiadas.

Claro no por mi. Si no por otras sirvientas, yo no me ocupaba de hacer esos quehaceres, a veces desearía poder hacerlos. Y así no tendría todos los días que escuchar todos los absurdos pedidos de mi señora, ni tampoco ser confidente de sus secretos.

Camine unos pasos e hice una reverencia. La marquesa aún yacía acostada en su enorme cama entre un montón de suaves almohadas rellenas de plumas de ganzo y cocidas con hilos de oro. Si algo reinaba en la mansión aparte de la constante lucha por el poder es la ostentosidad y exuberancia.

Abrí las cortinas de los dos grandes ventanales; las ate con dos cintas blancas, dejando entrar la luz del sol a su dormitorio y me dirigí al baño para buscar agua caliente para que lave su rostro. Ella dió algunas vueltas en su cama, tomo una mullida almohada de su lado y la coloco en su rostro. No queriendo ver la luz.

Rodé los ojos, si mis cálculos y por supuesto fuentes no fallaban ella por lo menos tenía treinta y cinco años, debería de comportarse como la marquesa que es. Incluso el marqués que está enfermo se levanta al amanecer; ella es floja y despilfarra el dinero, no merece el puesto de marquesa, es una arpía.

¿Pero que puede opinar una noble en desgracia y decadencia como yo?

Nada, absolutamente nada. A nadie le importa mi opinión, tal vez si a alguien...pero ella ya no está aquí.

Fruncí los labios, un sentimiento amargo empezaba a abordar mi corazón. No me gustaba.

Solo puedo seguir las órdenes de aquellos nobles que tienen riqueza y poder. Y pensar que vine con la promesa de tener un buen candidato a matrimonio, iba a saldar mis deudas a cambio de mi libertad. Iba a mentir en el altar; frente a dios iba a prometer amar, cuidar, respetar y serle fiel a un hombre cuyo nombre y rostro todavía me es desconocido. Solo lo diviso como una vaga sombra negra. Algo tan confuso cambiaria por completo mi vida.

Solo que...ya no será así. Podré cumplir mi sueño; voy a trabajar y a casarme con un hombre al cual ame. Se que mis abuelos no aprobaran eso, que incluso mis hermanos podrían verme como una mujer egoísta que solo pienso en mí y sacrificaré su futuro, pero no puedo, no, no es eso, no quiero dejar mi libertad.

No quiero casarme con un hombre que solo quiera mi juventud y belleza porque cuando está se acabe no quedará nada en lo que estar interesado y buscará alguien más con quién reemplazarme.

A él no le interesará que se leer y escribir o que amo la poesía porque por ella puedo expresar todo lo que siento, tampoco que mi juego favorito es el ajedrez o mi materia favorita es la literatura porque a través de los libros puedes tener las más maravillosas aventuras, o que mi sueño es ir a la universidad.

El no se interesara por conocerme, a menos de que hablamos de mi cuerpo.

No quiero ser reemplazada como un objeto. Quiero ser amada, atesorada y deseada.

conseguí un harem en un mundo blDonde viven las historias. Descúbrelo ahora