¡No soy una bruja!

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–¡Despierta, mujer!–Grito el verdugo vertiendo un balde de agua helada sobre emma quien rápidamente abrió los ojos, sobresaltada por el repentino cambio de temperatura.
El pensamiento de haberse orinado encima cruzó su mente. Aunque lo descarto enseguida pues no lo había hecho desde hacía muchos años.

En cuanto sintió todo su cuerpo empapado hasta su rostro supo que no se había orinado si no que la habían empapado.

Sus dientes castañeron, los vellos de su cuerpo se erizaron, los escalofríos no tardaron en aparecer. Su aliento se congelo en sus pulmones.

Sentía tanto que frío que su cuerpo se empezó a entumecer. Trato moverse pero estaba atada de pies y manos. La cuerda estaba tan apretada que la había lastimado mientras dormía, raspandose contra su piel.

–¡Ayuda!¡Saquenme de aquí, por favor!¡Daniel!¡Alexander, Johan!–Grito con sus visión empañada por lágrimas que se negó a dejar salir. Se retorció, en un intento desesperado por safarse de sus ataduras. Ni siquiera se aflojaron un poco. Estaba muy bien amarrada con nudos hechos por un experto.

Miro hacía todos lados, no reconocía el lugar. Nunca había estado allí. Estaba mohoso, olía a humedad, todo era de piedra y se veía desgastado y descuidado. No había en el ni una pizca de vida y se veía que nadie había vivido en el hacía muchos pero muchos años.

Cada minuto que pasaba se convertía en una tortura. No sabía dónde estaba pero ciertamente no estaban lejos del marquesado. Lo sabía por el terrible frío que aún sentía. Esto la alivio sin embargo; su alivio no duró demasiado. Pronto el hombre con un ¿saco? Si parecía un saco de papas lo que tenía en su cabeza. Un saco con dos agujeros para sus ojos hizo acto de presencia.

Hasta el momento no había dicho una sola palabra y parecía que no tenía demasiadas ganas de hablar. Se dirigió a la puerta de madera y la abrió.

Entro un hombre mayor su cabello era ya en su mayoría gris con solo algunos mechones negros. Su mirada apagada como si estuviera fastidiado con la situación o ya la hubiese repetido muchas veces antes.

El hombre vestía completamente de negro y de su cuello colgaba una cadena con un dije de cruz. Algo que a emma le resultó curioso. En todo lo que llevaba en ese mundo solo aquellos más religiosos y cercanos a dios la usaban.

El era un sacerdote.

–Padre.–Murmuro el hombre del saco de papas en la cabeza haciendo una pequeña reverencia.

–¿Padre?–Pregunto emma mientras sus dientes castañeaban. Ese hombre era un sacerdote o algo parecido. Pero si así era ¿Porque ella estaba allí? Que necesitaba un padre de ella. Tantas preguntas y sin embargo; ninguna respuesta.–Por favor suéltame. No sé porque estoy aquí. Estoy segura que se equivocaron.–Aseguro. La dura línea de sus labios tembló y de sus ojos bajaron aquellas lágrimas que había estado conteniendo todo este tiempo.–Ayudame. Por favor, no sé porque estoy aquí. Es una confusión.–Sollozo. Haciendo eco.

Estaba tratando con todas sus fuerzas de no caer presa del pánico y empezar a hiperventilar.

–Sere claro señorita. Usted es sospechosa de brujería. Una persona muy poderosa la denunció.–Tomo asiento en una silla vieja de madera, acomodó sus ropas y  cruzo sus piernas.–Lamento decirle que aunque no sea culpable dudo mucho que salga de aquí, a otro lugar que no sea la hoguera.–El rojo de las mejillas de emma fue completamente drenado. Abrió la boca queriendo gritar que eso era estúpido, que estaba en pleno siglo XXI, que no podían hacerle eso porque tenía derechos, y que la brujería no existía.

Pero si lo hacía ella iba a ser tomada como loca. Los únicos que tienen derecho allí son los hombres, las personas todavía son tan ignorantes y pobres que muchos creen en la brujería por variadas razones. A pesar de los grandes avances tecnológicos.

conseguí un harem en un mundo blDonde viven las historias. Descúbrelo ahora