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Me acuerdo como si fuera ayer, cuando en realidad ya han pasado varios meses. Llovía mucho el día que me fuí de casa. Bueno no me fuí, me echaron.

Mi padre decidió que no quería tener a su primer fracaso alrededor por más tiempo envenenando al resto de su familia perfecta y encontró la mejor solución, mandarme lejos. Esconderme lejos de casa. Lejos de las tres personas que más quería. Mi madre y mis hermanos.

Aster, Eric y yo. La princesa y sus dos guardaespaldas, o eso decía mamá.

Me acuerdo de llegar antes de clase, había tenido un pequeño altercado con uno de los niños que iba un curso por encima de mí y la directora pensó que lo mejor era expulsarme el resto del día. Ya sabes, para "solucionar" el problema.Subí a mi cuarto esperando que nadie se diera cuenta de mi llegada para así poder fingir mi entrada cuando los demás llegarán, pero la suerte nunca ha estado de mi lado. Mi padre entró poco después, no me pareció verle muy contento al descubrir que estaba en casa, tampoco dijo nada.Mi padre nunca ha necesitado gritar para intimidar a los demás, con su figura y su expresión de seta podrida le basta. Me miró unos segundos antes de volver a salir y dejar la puerta cerrada como si nada hubiera pasado, como si yo no estuviera allí.

Mis hermanos llegaron unas horas después y tal y como habíamos hablado por mensaje, salí por detrás y dí la vuelta a nuestra casa para volver entrar por la puerta principal a la vez que ellos.

Tanto mi padre como mi madre nos esperaban ya en el salón, así que los tres entramos directos a este. Los saludamos como ya era una rutina y antes de subir a las habitaciones Walter Diosado me llamó.

Me acerqué de nuevo al sillón donde estaban sentados viendo como mis hermanos subían las escaleras desapareciendo de mi vista. No voy a mentir, estaba nervioso. Mi padre enfadado es algo que todos en casa tratamos de evitar.

Él sin decir nada, señaló una pequeña bolsa en la mesa justo enfrente del sofá donde estaban sentados. No necesitó preguntar para que yo supiera que quería. Empecé a negar con la cabeza efusivamente. Esa bolsa no era mía y el contenido tampoco.

Esas bolsas no me tocaban a mi. Las que yo repartía no eran de ese color, las mías eran rojas, no azules. Las azules eran de Aster.

Si sabía que ella también estaba repartiendo esta mierda, somos de la misma edad, siempre nos han dado el mismo trato, no sé porqué pensé que sería distinto ahora.Pero no que también estaba metida hasta el fondo. ¿Ella también estaba reduciendo las entregas? ¿También se quedaba con porciones sumamente pequeñas?

Me tiró la bolsa y me moví deprisa para no dejarla caer al suelo, atrapándola en el aire. Levanté la cabeza para fijarme en mi madre, que como siempre, se había mantenido al margen, sentada en el sillón al lado de mi padre, con una expresión impasible fijada en el rostro. No parecía mirar a nada en concreto, más bien, no parecía ni estar presente en el intercambio de gestos entre mi padre y yo, pero si lo estaba, siempre lo estaba, atenta a cada detalle.

Eran un buen equipo, frente al resto mi padre era la cara pública, el portavoz y mi madre se dedicaba a observar y hablar solo si era necesario o no quedaba otra.

Con la bolsa en la mano subí corriendo las escaleras que daban a las habitaciones hasta llegar a la de Aster.

Eric estaba con ella hablando, su conversación se vió interrumpida ya que eché a Eric de allí, le saqué del cuarto y cerré la puerta una vez estuvo fuera.

- Esconde mejor tu mierda quieres  - dije enseñándole la bolsa. Su rostro palideció, el color dejó sus mejillas y abrió la boca para hablar, pero la corté antes de que pudiera articular ninguna palabra - Walter piensa que es mía - le reproche devolviéndole la bolsa azul llena de la mierda que nos mantenía y había vuelto ricos a mis padres.

Antes de que ella pudiera responder me dí la vuelta y salí de la habitación. Caminé nervioso hasta la mía y me encerré allí el resto de la tarde.

Walter sabía que las azules no son mis bolsas, el mismo nos puso los colores para que no nos confundiéramos al empezar. No entiendo porque me la ha enseñado a mi.  Él ya sabe que estoy metido hasta las cejas en su mierda y no parece importarle. Me lo dejó claro la última vez, si no recibe quejas puedo hacer lo que quiera. No sé qué pretende, ¿enseñarme que Aster está igual?

Unos golpes suaves en la puerta me obligaron a dejar de lado mis pensamientos. Caminé hasta la puerta frotándome los ojos para espabilarme. Mi hermana entró en mi cuarto sin darme tiempo a terminar de abrir la puerta y se paró en el medio de esta.

- No es lo que parece - dijo refiriéndose a la conversación anterior. - No es que yo...yo no-no...

- Está bien, no voy a ser yo quien te juzgue - la corté sacando una bolsa igual que la suya pero de color rojo de uno de los cajones de mi mesilla.

- Un poco no hace daño - gruñó ella sin moverse de su sitio.

Esa misma noche, antes de irme a dormir, mamá habló conmigo. Dijo que me iría una semana con los tíos a Alemania. No me quejé, ni rechisté, ni siquiera intenté tener una explicación más detallada, sabía que no la iba a conseguir, así que metí algo de ropa en un mochila y recogí mis cosas.

Antes de que el sol saliera estábamos en el aeropuerto, mis padres y yo.

Mis hermanos seguían durmiendo, no tuve tiempo de despedirme. Era la primera vez que montaba yo solo en avión, estaba intranquilo. Las manos me temblaban, haciéndome apretar con fuerza la bolsa con mis cosas para intentar que no se notara y mi respiración se entrecortaba cada vez que avisaban a los pasajeros que un avión estaba a punto de despegar.

Cuando nombraron mi vuelo, retení el aire en mis pulmones. Mamá se limpió las pocas lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos y me abrazó. Dijo que todo estaría bien, que me cuidara y que me echaría de menos.

Mi padre por su parte, inclinó un poco la cabeza y me miró con lástima. ¿Eso era todo? ¿Un asentimiento y una mirada lastimosa? ¿Es todo lo que tiene para darme el hombre que dice ser mi padre?

Después de la segunda llamada, agarré fuerte la bolsa en mis manos, tomé una respiración larga y caminé hasta la puerta de embarqué.

Esa fue la última vez que vi a mis padres.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora