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18:50 p.m Mal. Voy muy mal. Muy tarde. Lia sigue dando gritos por toda la habitación. Como un león enjaulado, camina de un lado a otro sin dejar de decir cosas que no logro relacionar entre sí. ¿Cómo ha pasado esto? Después de hablar con Cass en el desayuno, Lia entró en la habitación hecha una furia con ella, con Matt, incluso conmigo que, si se me permite decirlo, no tengo nada que ver.

Al parecer la escuálida y el imbécil, iban ha hablar hoy para... ¿arreglar sus diferencias? pero ninguno de los dos apareció donde Lia les había citado.

No entiendo el empeño repentino de Lia en hacer que esos dos se lleven bien cuando claramente es imposible, pero no voy a ser yo quien le lleve la contraria ahora mismo, todavía aprecio mi vida aunque solo sea un poco.

- Lia - dije en un susurro en un intento inútil de llamar su atención. - Lia - volví a llamarla esta vez más alto.

- QUE - se giró mirándome cabreada.

- Tengo que irme, ya sabes, charlas con el director ... - mentí suavizando el tono.

- Ah sí claro, siento haberte entretenido, tu no tienes la culpa de que esos dos sean un dolor de muelas - contestó esta vez con su tono habitual y amable

Viendo que quizá esta fuera mi única posibilidad de llegar a tiempo, salí cerrando la puerta a mi espalda, sin ni siquiera despedirme y corrí hacia el jardín como si fuera lo más importante en mi vida.

Pronto adiviné que, aunque mi fuerza y técnica estuvieran intactas, mi capacidad física había decaído bastante. No había llegado al final del tercer pasillo y ya me encontraba hiperventilando, mis pulmones amenazaban con dejar de funcionar si no rebajaba el ritmo. Así que con la respiración hecha un asco, conseguí llegar al jardín en menos de lo que esperaba.

Eché una ojeada por el lugar, pero no encontré a Cass. No estaba sentada en los bancos cerca de las flores que tanto le gustan a Lia, ni apoyada en los barrotes de las ventanas donde se quedó esta mañana mientras yo barría las hojas del gran e inutil árbol del centro. Miré la pantalla del móvil con desesperación, si me había pasado de la hora era muy probable que se hubiera marchado. 19:01 p.m. Mierda.

- Llegas tarde - la inoportuna voz a mis espaldas me sobresaltó. - Vas a tener que pagarme el doble por eso.

- No pensaba pagar nada - avisé girándome para tener a Cass justo de frente.

- En ese caso no entiendo qué hago aquí - contestó ella sonriendo. Me voy a aventurar a decir que esa sonrisa era poco frecuente. Aproveché que se la veía de buen humor para seguir el camino que ella había tomado.

- ¿Como? estás ayudando a tu nuevo y gran amigo a tener un rato de diversión en esta cárcel. ¿Te parece poco?

- No somos amigos, no te equivoques - contestó aún riendo por mi comentario, cosa que me hizo no molestarme por el suyo.

Recorrimos algunos pasillos cruzando el jardín. Muchos de los otros residentes se pararon a vernos, incluso pude escuchar a alguno murmurar. Caminamos en silencio hasta las escaleras que daban lugar al segundo piso. Allí un chico unos años más pequeño que cualquiera de nosotros esperaba sentado, con la cabeza entre las manos, mirando el suelo.

- ¡Bruce vamos, levántate de ahí! - el niño al escuchar a Cass y como si estuviera programado para obedecer, se levantó sonriendo y nos siguió escaleras arriba.

- Ya pensaba que no ibas a venir Cass. - dijo el niño subiendo los escalones de tres en tres para llegar hasta ella - He tenido que decirle a Sam que tenía clases pendientes, pero no creo que pueda quedarme mucho tiempo.

- Está bien, tranquilo Bruce, seré rápida - rió Cassandra sorprendiéndome. Esta vez no era una risa fingida, ni apagada como las que había podido ver antes, esta vez reía de verdad.

- ¿Rápida en que? - pregunté con curiosidad una vez llegamos al segundo piso del edificio.

- Cass a veces me cuenta historias mientras vemos las nubes, pero nadie puede enterarse, es nuestro secreto - contó Bruce, nada más terminar se llevó las manos a la boca y negó muy deprisa mirando a Cass que solo le recriminaba con la mirada.

- Bueno, creo que ya no es un secreto - dije riéndome al ver la cara asustada del chico - pero tranquilo, de aquí no sale nada - dije haciendo un gesto como si mi boca fuera una cremallera.

- Rápido, por aquí - dijo Cass llamando mi atención.

Se había alejado hasta una trampilla disimulada del techo por la que caían unas escaleras poco fiables y seguramente menos seguras. Aún así Bruce parecía convencido del camino así que seguí al niño hasta llegar a Cass que lo ayudó a subir primero.

- Las señoritas primero - dije imitando una reverencia algo torcida. Ella rodó los ojos pero pasó delante de mí.

Subimos las escaleras hasta la azotea del edificio, una vez allí, Cassandra se ocupó de recoger las escaleras y cerrar la trampilla sin que nadie supiera que estábamos aquí.

- No sabía que esto estuviera tan...

- ¿En mal estado? Si, puede que sea una gran clínica con barrotes en las ventanas y gran seguridad, pero lo cierto es que se preocupan poco del mantenimiento - explicó Cass.

La azotea realmente podía ser como la de cualquier edificio, un techo con alguna que otra salida de las chimeneas, cagadas de pájaro...pero en vez de eso, había colchonetas en mal estado, macetas rotas, tejas destrozadas, cristales por los suelos, incluso pude distinguir parte de una botella de vodka vacía, por lo menos también había chimeneas y cagadas de animal, ya no quiero saber si eran de pájaro o no.

- ¿A que son bonitas las vistas? - habló Bruce llamando mi atención y tirando de mi brazo hasta el borde.

- Es lo único que se salva de este basurero - acerté a decir. Lo cierto es que las vistas eran sin duda alguna preciosas, ni siquiera desde mi antigua casa en Londres se veía así.

En algún momento Bruce me había soltado para acercarse a Cass que lo mantenía entretenido mientras le narraba una historia. Quizá fuera alguno de los relatos cortos que leí aquella noche que su cuaderno acabó en mis manos por accidente. O quizá fuera otro inventado, fuera como fuera, el cuento dejaba al chico ensimismado mientras ella lo miraba con gracia sin dejar de hablar.

Yo me dediqué a admirar las vistas olvidándome por completo de todo lo que me rodeaba, ya fuera mi plan para salir de aquí, mis hermanos, Connor... daba igual, nada se comparaba con el sol escondiéndose colina abajo, iluminando con los últimos rayos del día las nubes. Estas tiñéndose de dorado y dejando la arboleda que rodeaba la clínica sumida en una oscuridad total, era una imágen impresionante. 

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora