31.

5 1 0
                                    

Después de que Aster se fuera, al final del pasillo, volví a ver al rubio celópata que parecía perseguir a mi hermana como un perro hace con un hueso, aunque este no parecía muy feliz de verme rondando por allí. Aún así no dijo nada cuando pase por su lado, no lo tomé como algo personal y seguí mi camino hasta mi cuarto. Donde esta vez si había alguien.

Zayd estaba colocando algo de espaldas a la puerta, por lo que no me vió entrar.

- Hola - dije algo cansado tambaleándose hasta la cama.

- No quiero ver otra botella en la habitación de mi hermana - dictaminó dejando sobre mí una bolsa con al menos otra botellas vacía.

- ¿Porqué parece que ahora me odia? - le pregunté. No sé si a Zayd o a mí mismo, pero la pregunta salió en voz alta por lo que el moreno me prestó atención.

- ¿Quién? - preguntó de vuelta algo confuso.

- Lia. Pensaba que nos llevábamos bien - dije molesto a la par que intrigado. Zayd me miró antes de suspirar y caminar hasta la puerta.

- Solo está dolida - dijo antes de irse. Él tampoco parecía muy contento por verme aquí. Nadie lo estaba en realidad.

Agarré mi móvil, revisando todos los mensajes antes de decidir pasar el resto del día entre lamentaciones y autocompasión. Tenía varios mensajes de Tiago que decidí ignorar, algunos de Denis y Greta, que se habían enterado de mi vuelta a Londres, otros de Ada que ni siquiera leí porque justo antes estaba Connor. No había leído nada de lo que había mandado. Tampoco lo había vuelto a ver después del bosque. No quería verlo en realidad. Ignoré la imágen de él sonriendo que se formó en mi mente y me metí en el chat de Ada, al menos ella no ocultaba su desagrado por mi compañía.

<<No estás en el centro de rehabilitación>>

<< Ni en Alemania>>

<<¿Dónde te has escondido ahora, fantasma?>>

Me reí para mí mismo por el apodo que siempre usa para hablar de mí, y le respondí. Estuvimos hablando algo más de tiempo y prometió pasar a verme, con la excusa de regular el comportamiento de su hermano William. Después, quizá me deje llevar por el bajón que experimentó mi cuerpo en un instante y dormí.

Abrieron la puerta de par en par, sobresaltándome. Abrí los ojos en el mismo instante en el que Mirk entraba en mi habitación. ¿Pero qué coño hace? Es MI cuarto, ¿no sabe llamar?No se le veía muy contento, tenía cara de hacer pocos amigos. Aquí nadie está contento, nunca.

- ¿Qué haces aquí Ricitos de oro? - pregunté mucho más calmado a la vez que me estiraba sobre la cama.

- ¿De qué conoces a mi novia? - preguntó de vuelta muy molesto.

- ¿Tu novia?¿la conozco? - me hice el desentendido. No sería yo quién hablara con este idiota sobre mi hermana.

- No pienso repetirlo, ¿de qué conoces a Aster? - volvió a preguntar. Lo miré directo a los ojos, vi su paciencia agotarse y me reí.

- Aster... es una chica maravillosa ¿no crees? muy cabezota, sin duda - me burlé de nuevo. Esto era mucho más divertido de lo que me hubiera imaginado. El rubio apretó los puños a los lados de su cuerpo y respondió en un venenoso siseo algo que no logré entender antes de abrir la puerta para marcharse haciéndome reír descontroladamente.

No llegaron a pasar más de 5 minutos antes de que la puerta volviera a estar abierta. Esta vez no era Mirk. Aster, me miraba acusándome, supongo que acababa de ver a su novio o lo que sea que fueran salir de aquí, y puedo asegurar que había salido con peor cara de la que ya traía.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora