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Un edificio enorme, imponente y blaco destacaba desde la ventana del coche, una descripción que me recordaba lo poco que quería permanecer en este lugar.

Una clínica de rehabilitación. Un centro repleto de imbéciles con problemas, y ahora yo pertenecería a ellos.

- ¿Va a venir? - le pregunté al chofer antes de bajarme del coche. En la llamada de ayer Walter dijo bien claro que quería verme y me resultaba bastante raro que no me hubiera buscado ya.

- Cuando pueda. El señor Diosado está algo ocupado ahora mismo, unos asuntos familiares consumen su tiempo.

Mi expresión decayó notablemente. ¿Asuntos familiares? Fantástico, otro recordatorio de que no era bienvenido en mi propia familia. Intenté ocultarlo sonriendo falsamente y saliendo del coche con algo de prisa.

Saqué la bolsa con mis cosas del maletero y me dirigí a la entrada del gran edificio.

Mi móvil no había dejado de sonar desde hacía rato. De nuevo, una llamada entrante de Connor. No ha notado que lo estaba ignorando. Volví a colgar la décima llamada que hacía en menos de media hora y me acerqué a lo que parecía ser la recepción del lugar.

- Hola, ¿en que le puedo ayudar? - pregunto amablemente la chica del mostrador. Al ver que no respondía volvió a preguntar - ¿viene a integrarse como residente o de visita?

- Sinceramente, no sé qué hago aquí - dije en susurro. La chica se quedó unos segundos callada, algo confundida esperando por algo más de mi parte - De residente. Axel Diosado - dije entregando una carpeta que había cogido de la parte de atrás del coche. Echó un vistazo al contenido y levantó la mirada con una sonrisa espléndida en el rostro.

- Sígueme, te enseñaré cuál será tu cuarto para que puedas dejar tus cosas - dijo sin dejar de sonreír ni un segundo. Asentí y la seguí por varios interminables pasillos.

El sitio me recordaba a un hospital, pasillos de un blanco pulcro con varias puertas a los lados, todas ellas numeradas con varias cifras. Por suerte, a excepción de la derecha y la izquierda, la orientación no era uno de mis puntos flacos.

- Tu compañero de habitación llegará enseguida - avisó ella antes de marcharse dejándome delante de una de las puertas.

Mi móvil sonó de nuevo. Esta vez decidí coger la llamada

- Connor, no estoy para hablar ahora - dije nada más atender. - Deja de llamar, enserio, lo haces todo más complicado - continué entrando en la habitación.

Una de las camas estaba ocupada con un montón de cosas sobre ella, así que supuse que la otra sería la mía. Después de dejar la bolsa cerca de la puerta y deshacerme de mis zapatillas, me tiré sobre esta, rebotando sobre el colchón. Para mi beneficio, este era mucho más cómodo que el que tenía en el cuarto de invitados.

- Axel - dijo desde el otro lado de la línea una voz que no era la de Connor.

Había pasado tiempo sin escuchar de él, los mensajes llenos de insultos parecían bastar hasta ahora. Mi nombre en su voz se escuchó apagado, sin ilusión alguna, indiferente y molesto.

- ¿Papá? - dije incrédulo.

- No estoy para tus juegos, ya suficientes dolores de cabeza me estás dando. ¿Enserio? ¿La pelea de la que hablaste fue con el pequeño de los Cuervo? ¿En qué estabas pensando? - dijo claramente molesto.

- No me dejaba hacer mi trabajo - escupí sin ganas, hablar con él no era de mis actividades favoritas, menos si siempre se dedicaba a recalcar mis errores.

- ¿Has llegado a la clínica? - preguntó con algo de prisa en la voz, ignorando mi respuesta.

- Sí, he entregado el expediente y todo como mandaste - contesté obediente.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora