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Hacía un par de días desde que Aster había despertado, unos cuántos más desde que mis padres llegaron a Londres. Las cosas no habían sido demasiado fáciles, tampoco es que esperara que lo fueran, sin embargo jamás imaginé el reencuentro de los 5 cómo pasó.

Al principio era todo bastante extraño, tanto para ellos como para mí. Mi madre se quedó más que sorprendida cuando me vió, estoy seguro de que no lo esperaba después de tanto tiempo. Yo tampoco sabía muy bien cómo reaccionar y pasé las primeras horas evitando su mirada, buscando un lugar en el que esconderme.

Aster, al despertar y ver a nuestros padres, se quedó horrorizada, pero supo ocultarlo bien, mejor de lo que yo lo hubiera hecho al descubrir que no podría caminar. La silla de ruedas se había convertido en su obligatoria compañía. Al menos por el momento. Por eso, nos volvíamos a Alemania. Todos, yo incluído. Lo cual sonó extraño dicho en la voz de Walter. Aunque pensándolo mejor, no debería sorprenderme. Ahora que Eric se había negado a continuar satisfaciendo sus expectativas, no le quedaba otra que traerme de vuelta.

Debería comenzar a preparar las maletas, aunque no tuviera mucho que quisiera guardar, nos íbamos esa misma tarde. Había vuelto a la arboleda donde hace un par de noches Eric y yo habíamos terminado con el juego que nos perseguía desde hacía un tiempo. No tenía claro el porque, solo sentí que debía volver. Y aunque no quería dejar el bosque, al menos por un rato más, sabía que era lo mejor. No nos despedimos de nadie, solo comenzamos el largo viaje de vuelta. Sé que Eric dejó un par de notas para que Mirk las encontrara, pero no entendía muy bien su motivo. Era medianoche y el camino hasta el aeropuerto estaba vacío.

Aster iba sentada en silencio junto a mí en la parte de atrás del coche. De vez en cuando miraba hacia afuera por la ventanilla, observando cómo pasaban los árboles a nuestro lado o cómo se iluminaban con el resplandor de las estrellas. Eric tampoco hablaba, no lo había hecho mucho desde entonces. Pero yo tenía otros pensamientos rondándome la cabeza. ¿Qué iba a pasar ahora? La idea de que Aster ya no podría andar me preocupaba y no sabía qué haríamos si algo le pasaba durante el viaje o incluso una vez llegáramos a Alemania.

Sé que Andy estaría allí. Walter lo había mandado de vuelta hace unos días así que él podría ocuparse de que nada le ocurriera a mi hermana mientras iba al hospital para hacer la rehabilitación. ¿Pero qué pasaría conmigo? No quiero seguir bajo el mando de Walter, no quiero volver a escucharlo, ni a verlo, ni siquiera a sentir su respiración en el mismo lugar que la mía. Miré por el espejo retrovisor tan solo para cruzarme con su ceño fruncido, fijo en la carretera. Lo odiaba, ahora más que nunca. Tenía que encontrar una forma de deshacerme de cualquier lazo que me uniera con él, lo necesitaba. No puede verlo en mi expresión, pero esto acaba aquí. Estaba a punto de jugar un as, mi última carta en la baraja, mi última jugada. Todo o nada.

***

Llevamos varios meses en Múnich. No me gusta estar de vuelta en mi viejo cuarto, pero tampoco tenía más opciones. No han sido unos meses muy tranquilos, resulta que la desaparición de Tiago no solo nos trajo de vuelta a nosotros. También trajo de nuevo mis propios recuerdos aquí, y que Ada estuviera todo el día detrás de mí, no mejoraba la situación. Entiendo que quiera alejarme de los problemas, pero ya soy algo grande para eso, ¿no crees? También puede que volver, trajera de vuelta y sacara a la luz una de las pocas peleas que mantuve con Lucián antes de irme. Puede que fuera cuando, sin hacerlo a propósito, un chico se quedó...tieso.

- ¡Axel! Levántate de una vez - el grito ensordecedor de mi hermana se escuchó claramente tras la puerta - ¡Axel ábreme! ¡Que soy inválida, no puedes hacerme esperar! - para ser inválida, la voz le funcionaba estupendamente.

-¡Axel! - de nuevo otro grito, exactamente igual de molesto, con la única diferencia de que está vez no era mi hermana la que gritaba, sino Ada y parecía mucho menos contenta que Aster. - ¡Abre la puerta! - con algo más de prisa al saber que dos mujeres cabreadas esperaban por mí, me acerqué a la puerta de mi antiguo cuarto en la casa de mis padres.

-¿Por qué tanta prisa? - Aster, sentada en su silla, me miraba como si me hubiera salido otra cabeza, mientras que Ada estaba a punto de arrancarla con sus propias manos si la dejaba.

- ¿Estabas durmiendo? Mejor no me contestes. Tienes que vestirte, rápido - Ada entró en mi cuarto como si fuera suyo, abriendo mi armario y sacando de él las pocas cosas que había traído conmigo después de tantos viajes aquí y allá. Miré a mi hermana bastante confuso, ¿Qué significaba todo esto? - ¡Es que no tienes ropa decente! - se quejó Ada ignorando que no nos habíamos movido de la puerta.

- No, tengo complejo de vagabundo. - respondí arrancando mi ropa de sus manos haciendo que se callara por un momento- Ahora, ¿a qué viene todo esto? ¿Qué haces aquí? - pregunté volviendo a colocar todo donde estaba antes.

- ¿Lo has olvidado? ¡Hoy juzgan a tu padre por la desaparición del chico! - ¡Oh, cierto! Ahora no solo nosotros sabíamos lo que había pasado con Tiago. Reportaron su desaparición unas horas después de que nosotros dejáramos la arboleda, supongo que ese es otro de los motivos por los que volvimos a Munich. No han encontrado su cuerpo y probablemente no lo encuentren, pero Walter es el primer sospechoso, parecía imposible, pero alguien dió una llamada anónima culpándolo, ¿cómo es posible?, no tengo ni idea, y sinceramente, tampoco me importa. Todos estaríamos mucho mejor si Walter acabara entre rejas, aunque dudo mucho que eso ocurra.

- Tienes que testificar a favor de papá, yo no puedo ir y tú eres su última llamada de ese día - me recordó mi hermana señalando una parte concreta del armario. Ahí guardaba toda la ropa que odiaba, esa que mamá me obligaba a llevar en navidad.

- No, no y no. No quiero ir a defender a un criminal y no pienso ponerme nada de eso - sentencié volviendo a la cama. Para este momento Eric también estaba con nosotros. Se había mantenido al margen apoyado en la silla de Aster sin decir nada.

- Tú también eres un criminal si lo miras desde el lado de la ley - puntualizó mi hermano, tan listo como siempre.

- Tú tampoco te salvas pirómano de pacotilla - me defendí sin moverme de mi lugar. No pensaba pisar un juzgado.

- A mí no me van a condenar y tampoco me han llamado a testificar - me rebatió sin inmutarse por mi comentario.

- Ya vale. Parecéis críos. Eric, ¿porque no te vas a dar una vuelta? Y Axel, ¡levántate de una vez! - el repentino cambio de tono me sobresaltó y por instinto me levanté. Ví a mi hermano salir del cierto a regañadientes, así que agarré todo lo que Ada había cogido del armario y caminé hasta la ducha soltando maldiciones y quejas. Odiaba cuando Aster era tan mandona. ¡No tenía derecho!


Una vez allí, sentí mi cuerpo tensarse a cada paso que daba. Mi mente me repetía que huyera, que no debía ser yo quién defendiera a ese cabrón. Su mano en mi espalda, obligándome a seguir andando, se sentía como una prisión de la que era imposible escapar.

Todos se presentaron y pronto estaba allí, parado frente a ellos.

- Axel, ¿recuerdas que mantuviste una conversación con el acusado la noche de la desaparición? - preguntó el hombre sentado al lado de los padres de Tiago.

- Sí, lo recuerdo - contesté en voz alta. Nunca debería haber confiado en tí. Claro que lo recuerdo.

- ¿Recuerdas qué estabas haciendo? -volvió a cuestionar. Asentí paseando mi mirada por todos los presentes hasta acabar en Walter. Me devolvió el gesto muy seguro de que sería capaz de formar la inventiva perfecta. Porque eso era yo, así era mi vida. Sentí sus ojos en mí aún cuando yo me había girado para mirar al abogado. Sentí que dejaba de respirar. Nunca debería haber confiado en tí.

Estuve en el hospital, mi hermano puede confirmarlo - mentí. Justo como él quería. Al salir de allí, corrí hacia el coche que Andy había preparado para llevarme de vuelta a casa. Sentía las lágrimas a punto de caer y el aire faltaba en mis pulmones. ¿Por qué había mentido allí dentro? ¿Por qué no soy capaz de plantarle cara?

- Lo ha hecho bien protegiendo a su familia, jefe - me dijo el chófer con tristeza. Él sabía tan bien como yo que estaba harto y odiaba proteger a Walter.

- No es cierto - contesté cortante. Me limité a mirar por la ventana rogando por fundirme con el asiento de la parte de atrás del coche y no volver a emerger jamás. 

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora