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La otra noche, los mismo gorilas que respaldaron al cabrón que molestaba a Cassandra, volvieron a llamar a la puerta de mi cuarto en mitad de la noche, por suerte Lia tiene el sueño pesado y no creo que llegara a enterarse.

Me guiaron hasta el jardín. Me estaba cansando ya de acabar siempre en el mismo sitio, esas flores por muy bonitas que fueran me estaban trayendo muchos problemas.

Allí, parado en mitad de la oscuridad, el mismo chico que molesto sonreía en mi dirección. Cuando estuve más cerca y los matones, por fin, me soltaron, aprecie mejor el color morado de su mejilla. No lo había hecho tan mal después de todo.

- Al fin me soltáis - dije en una clara queja - ni que fuera un recluso en la cárcel de más seguridad, aunque pensándolo bien, esto si se parece a una cárcel - bromeé señalando las ventanas llenas de barrotes de hierro alrededor de nosotros.

- Quizá no sea la de más seguridad, pero sí la más vendida - contestó el otro sin dejar de sonreír. Con un movimiento muy discreto de la mano, hizo que los dos chicos a mis lados dieran un par de pasos atrás, dándonos algo de ¿privacidad? - Te preguntarás qué haces aquí...

- Teniendo en cuenta que me han traído a rastras, más que preguntarmelo, exijo saber porque no sigo durmiendo plácidamente - comenté con burla interrumpiendo. Lo cierto es que me daba igual estar aquí que en mi cuarto, no estaba durmiendo, no podía dormir, la desesperada huída de cierto chico rubio en un coche idéntico a los de mi padre, no daba tregua a mi pobre cerebro. El chico frente a mi suspiró con cansancio.

- Puedo decirte que peleas bien y queremos que estés en nuestro equipo - dijo finalmente con molestia.

- ¿Me pagan? - pregunté desinteresado, él asintió dándome la respuesta. - ¿Cuánto? ¿Qué tengo que hacer? - volví a preguntar más interesado.

- Pelear en mi equipo. Unas dos veces por semana, algunas tres -contestó más relajado. - Y cobras dependiendo de lo que ganes, son apuestas

- Se como funcionan - respondí volviendo a interrumpirle. Esta no sería la primera vez que peleo por dinero, solo que en Munich todo estaba mucho menos...controlado. - ¿y como voy a saber cuando es? ¿Me mandáis una paloma mensajera o estos dos armarios de atrás me van a arrastrar por todo el centro?

- Encontraremos la forma de que lo sepas, sin tener que arrastrarte por ningún sitio - me aseguro el chico sonriendo antes de darse la vuelta y marcharse.

Hice lo mismo y volví a mi habitación, por suerte esta vez pude hacerlo andando yo solo.

Me tumbé en la cama, no podía dormir. Encendí el móvil para revisar los mensajes nuevos y decidí enviar algunos, me gustaría saber como le va a mis hermanos, quizá Aster esté mejor.

En menos de lo que esperaba, Tiago contestó. Intercambiamos algunos más y pronto le envié la dirección del centro para que viniera lo antes posible. No es que me gustaran las visitas, aunque tengo que admitir que la sorpresa de ver a Connor aquí me agrado bastante, pero el amigo de Aster seguía con la intención de vernos en persona y hablar.

Con una escoba en la mano camino hasta el gran árbol central del jardín. Cassandra me sigue de cerca. Creo que piensa que no la he visto. Camina deprisa, siguiendo mi paso y dejando la distancia adecuada para que los demás no se den cuenta de que va exactamente detrás de mí. Lleva su cuaderno entre los brazos y lo aprieta con fuerza contra su pecho cada vez que nos cruzamos con alguno de los demás residentes. Le da demasiada importancia para ser un simple diario. Su aspecto sigue igual de demacrado que siempre, no tiene color en las mejillas, lleva unas ojeras infinitas, demasiado delgada... aunque esta vez, no puedo decir que yo esté mucho mejor, la falta de sueño y el comer poco han hecho de mi aspecto una ruina andante.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora