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Una vez en casa de mis tíos, la cual se encontraba vacía como de costumbre, Ada se bajó del coche, se despidió de Connor y se fue. Supuse que seguía enfadada, pero no le dí mucha importancia, ya se le pasaría.

Después me bajé del coche, dispuesto a seguir con mi idea de encerrarme hasta la hora de cenar, pero me sorprendí al ver que Connor también lo hacía. Me quedé parado en la puerta viendo como él subía las escaleras de la entrada hasta parase a mi lado.

- ¿Vas a abrirnos la puerta? - preguntó él esperando. ¿Pensaba entrar? No puede entrar, ¿y si llegan mis tíos? Además no es que haya mantenido la habitación de invitados muy ordenada como para que reciba visitas.

- No puedes entrar - dije sonando mucho más seguro de lo que en verdad estaba.

- ¿Por qué, tienes planes secretos en los que no puedes incluirme? - bromeó. Se le veía incapaz de apartar la mirada de la mano en la que sujetaba las llaves. Fruncí el ceño mirando yo también mi propia mano, tenía el corte que me había hecho antes, no me acordaba. Por suerte no me dolía más que una molestia en la mano, al parecer aún sangraba un poco.

- Por eso quieres entrar - aseguré señalando la herida - ¿Tu necesidad de ayudar te impide irte sabiendo que tengo una minúscula herida? - Él me miró de nuevo a los ojos desconcertado.

- Te ocupa toda la palma de la mano y aún está sangrando - dijo señalando algo obvio que todo el que tuviera ojos podía observar.

Connor Dawson y su complejo de salvador señoras y señores. Aquí está de nuevo, dispuesto a ayudar. Porque no me sorprende.

- No necesito que me ayudes, sé hacerlo yo - le aseguré girando la llave en la puerta.

- Pero quiero ayudarte - insistió él. ¿Por qué no lo entiende? No quiero su ayuda, no la necesito. Puedo hacer las cosas por mí mismo, no necesito que él venga a rescatarme. Que sea perfecto con el resto, a mi me da igual.

- Ya te lo dije Dawson, no quiero tu ayuda. No necesito que vengas a salvarme, no estoy en peligro - dije con pesadez. El dolor de cabeza me estaba matando y esta conversación se me estaba volviendo demasiado repetitiva.

- Se lo que dijiste - declaró con firmeza - Y me da igual lo que creas que necesitas. Abre la puerta de una vez, me estoy helando aquí fuera - dijo mirándome con determinación.

Abrí la puerta y le dejé pasar. No es que necesitara que él hiciera algo, o estuviera de acuerdo con que viniera, pero solamente me apetecía enterrar la cabeza en la almohada y no quería discutir más.

- ¿El botiquín? - preguntó una vez estuvimos los dos dentro. Yo señalé el baño y le vi perderse en el pasillo mientras yo me quitaba la chaqueta y subía a mi habitación de invitados.

Una vez dentro, me aseguré de guardar el sobre donde no pudiera verse. No quería que Connor se enterará, a sus ojos aún soy legal. Me tumbé en la cama dejando la almohada por encima de mi cabeza y cerré los ojos deshaciéndome de la poca luz que entraba por la rendija de la ventana.

Dawson entró unos minutos después. Ni siquiera levanté la cabeza o quité la almohada. De hecho lo ignoré y fingí estar dormido. Él me llamó varias veces por mi nombre, pero no me moví, estaba demasiado cansado, el bajón me había pillado por completo.

- ¡Fantasma! - dijo levantando la voz frustrado. Me incorporé como un resorte. Él nunca en los meses que le conozco me había dicho así, solo Ada me llama así. No me molestaba el apodo, supongo que se debía a que mi aspecto no era el mejor, pero nunca había oído a Connor decir algo que pudiera ser mínimamente ofensivo para alguien.

- ¿Ahora es cuando me ofendo? - me burlé encubriendo mi asombro. El chico con aspecto angelical, bajó la cabeza apenado y murmuró una disculpa casi inaudible - Está bien, no me molesta, me estaba metiendo contigo. - dije deprisa al ver su reacción poniendo mi mejor sonrisa.

- ¿Me dejas echar un vistazo? - dijo señalando la herida. Asentí despreocupado y extendí la mano en su dirección. - ¿Puedo preguntarte algo? - dijo de pronto mientras mojaba un trapo limpio en alcohol. Mis mejillas tomaron color e intenté disimularlo mirando hacía otro lado.

- Ya lo estas haciendo - me reí al ver el intentó de mirada cargada de odio que me dio - Pero si puedes, soy todo oídos Dawson.

- ¿Por qué has tardado tanto en salir esta vez? - preguntó volviendo toda su concentración en lo que estaba haciendo.

Genial. ¿Como le explico que me equivoque de puerta por ser un imbécil que no recuerda cual es la derecha y cual es la izquierda sin que termine pareciendo el imbécil que soy?

- Me encontré con unos amigos de Londres - contesté despreocupado. - Y me entretuve hablando.

- ¿Te han visto cambiar las bolsas? - preguntó levantando la cabeza para mirarme. Yo negué rápidamente.

- Nadie me ha visto, ellos estaban en la otra habitación - aseguré.

- ¿Cómo te has hecho esto? - interrogó concentrado en limpiar la sangre que se había secado alrededor del corte.

¿No hay nada que se le de mal? Todo lo tiene que hacer bien Don perfecto. Es injusto, siempre se ve bien haciendo lo que sea que esté haciendo. Seguro le tiras una foto mientras está estornudando y también sale bien. ¿Por qué no estoy entre los favoritos del mundo? ¿Dónde tengo que firmar? El coste ya me da igual.

- Axel, ¿me has escuchado? -repitió el chico parado de rodillas al borde de mi cama.

- Tiré un jarrón mientras buscaba la bolsa - respondí automáticamente.

- ¿No se suponía que estaba a la vista? - preguntó él confundido sin despegar la vista de mi mano. Yo sacudí la cabeza ignorando el pinchazo de dolor que sentí cuando pasó el trapo por encima de la herida.

- Si pero me confundí de derecha - respondí más concentrado en fingir que no me dolía que pasara el trapo bañado en alcohol por mi mano lastimada que en la respuesta que le estaba dando.

Connor no volvió a preguntar nada, hecho que agradecí bastante. No pensaba con claridad, mi cabeza seguía doliendo y verle ahí, de rodillas, siguiendo con su faceta de héroe me ponía de mal humor.

Cuando terminó de limpiar la herida puso una venda alrededor cubriendo la palma de mi mano y salió de la habitación. Yo me volví a tumbar sobre la cama cerrando los ojos cansado. No pasaron ni cinco minutos cuando su voz volvió a tronar en mis oídos.

- Se supone que tienes que ir cambiando la venda para que no se infecte el corte - avisó el chico rubio acercándose hasta la cama. - Toma, me la regaló mi hermana, pero la puedes usar para solucionar tu pequeño problema - rió el chico tendiéndome una pulsera trenzada, rosa.

- ¿Como una pulsera rosa va a solucionar que no sepa diferenciar algo tan simple? - pregunté algo extrañado.

- Si la usas siempre en la misma muñeca, solo tienes que recordar una - explicó sentándose a mi lado - porque la que no lleve pulsera es la que falta - dijo sonriente colocando la pulsera en la mano que no tenía lastimada. - Esta es la derecha, acuérdate de eso, el resto es más fácil. - terminó poniéndose de pie de nuevo y caminando rápidamente hasta la puerta del cuarto.

Antes de irse completamente me dió una sonrisa tímida y desapareció de mi vista antes de que pudiera agradecerle siquiera. A los pocos segundos se escuchó la puerta de entrada cerrarse y todo se quedó en completo silencio.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora