14.

9 3 0
                                    

- Ya no estoy en Alemania - dije muy despacio, intentando captar cualquier mínimo ruido que se escuchara a través de la línea.

Nada. Un silenció para nada cómodo se instaló del otro lado del teléfono.

- Intento de héroe, ¿sigues ahí? - intenté bromear, pero la verdad es que estaba bastante preocupado por su reacción.

Ni siquiera se porque me importa tanto lo que Connor pueda pensar, o cómo esto le pueda afectar, no es que fuéramos tan cercanos ¿cierto? Éramos compañeros de trabajo, nada más. Aunque no creo que los compañeros de trabajo, te curen las heridas o te vayan a recoger a clase si... Qué más da, eso ya da igual, solo éramos compañeros y ahora él está en Alemania y yo en Londres.

En serio necesito dejar de pensar en Connor, es bastante raro.

- ¡Connor! - Me estaba empezando a impacientar, ¿porque no respondía?

- ¿Dónde estás entonces? - preguntó con voz temblorosa.

- Estoy en Londres. Ni se te ocurra llorar Dawson - ordené bastante tenso. Solo he visto a Connor llorar una vez, y no es una experiencia que quiera volver a repetir y menos si sus lágrimas son culpa mía. - No me merezco que llores por mí, sé que soy guapo, pero seguro encuentras a alguien que se acerqué al menos un poco a mi belleza, aunque no creo que superé mi sentido del humor - continué bromeando, ¿qué más podía hacer?

- Vale, pero ¿por qué a Londres? dijiste que odiabas ese sitio, que si allí no te habían querido no ibas a volver, ¿Seguro que allí vas a estar bien? - cierto que lo dije, hace meses, cuando aún no comprendía porque me habían alejado.

- Es algo complicado de explicar...

- Si es por lo que pasó... no tienes de qué preocuparte, diremos que fue un accidente,  a mi no me afectó casi y ese tipo se lo merecía, además ya te lo dije, seguro que nadie le está buscando y menos en aquel lugar tan... asqueroso.

- Ojalá fuera solo por eso - me reí recobrando la compostura - Estoy aquí para recuperarme de ... bueno, ya lo viste. Igualmente no sé porque te estoy explicando nada. No voy a volver por ahora. - dije dando por terminada la conversación por mi parte.

- Por ahora - repitió él como si estuviera pensando - ¿Cuánto es eso? ¿Tengo que buscarme otro chico que lleve las bolsas y se cuele por las ventanas? - bromeó sonando más  animado.

¿Otro chico? Por favor, no hay nadie mejor que yo para colarse por las ventanas, ¡lo llevo haciendo desde los 6, que me colaba en el cuarto de Eric!

- No creo que puedas encontrar uno tan bueno como yo - me burlé de vuelta.

- Siempre eres bienvenido de vuelta al equipo - respondió él. Puedo apostar que una sonrisa deslumbrante iluminaba su rostro, haciendo aparecer unas marcas en sus ojos entrecerrados.

De pronto, Lia entró de vuelta en la habitación, de nuevo con esa actitud tímida de antes. Me acomodé en la cama y me despedí de Connor, que me hizo prometer que le llamaría en otro momento.

Lia se sentó en su cama frente a mí, mirándome con los ojos entrecerrados y una mirada acusadora.

- ¿Por qué te has puesto rojo de repente? - preguntó inocentemente.

- No estoy rojo - negué rápidamente.

- Si lo estás, ¿con quién hablabas? - se empezó a reír ella.

Conseguí desviar el rumbo de la conversación a uno que me beneficiara algo más, y pronto, Lia también se sentó en mi cama y ambos hablábamos sobre cómo era vivir en aquel sitio.

Ella prometió enseñarme todos los lugares a los que podía ir, también me explicó algunas de las reglas y como era el funcionamiento del centro, cosa que, me resultó bastante fácil de cumplir.

Como si fuera un aviso, un pinchazo de dolor cruzó mi cabeza. Pero decidí ignorarlo y seguí a Lia hasta un jardín. Estaba decorado con muchas flores, de distintos colores y formas.  Ella se entretuvo recogiendo algunas, mientras que yo decidí sentarme debajo de un árbol a esperar.

De nuevo, otro pinchazo, cerré los ojos con fuerza intentando hacerlo desaparecer. Nada. Cada vez eran más insistentes, uno detrás de otro, no daban tregua. Sentí que mi cabeza explotaría en cualquier momento.

Intenté abrir los ojos pero fue imposible, dolía demasiado. Deje de escuchar todo lo que había a mi alrededor, el sonido de los pájaros, el murmullo de gente hablando a lo lejos, todo desapareció. Todo se centró únicamente en mi cabeza y en las incesantes punzadas que esta sufría.

Recordé el último sobre qué traje de Alemania, no pensaba usarlo por ahora, pero no me quedaba otra. Necesitaba volver a la habitación lo más rápido posible.

Me levanté del suelo aún con los ojos cerrados, tengo que llegar a la habitación. Empecé a caminar de vuelta, poco me importó si Lia se quedaba atrás o me seguía, no podía pensar, ni siquiera escuchaba otra cosa que no fuera mi propia voz alentándome para llegar al que iba a ser mi cuarto.

Una vez llegué, abrí la puerta y todo pareció verse más claro, tomé un profundo respiro como quien es salvado cuando estaba a punto de morir y me acerqué a sacar lo necesario de mi equipaje. Ni siquiera me hizo falta buscar una botella de agua.

Según las tuve en mi mano las tragué sin pensar.

Poco a poco, el dolor de cabeza se fue apaciguando permitiéndome volver a respirar con normalidad.

Un grito ahogado se escuchó a mi espalda. Lia miraba con los ojos muy abiertos, primero a mi y luego la bolsa entre mis manos para después volver a mirarme a mi. Al final sí me había seguido. Me quedé parado sin saber que hacer, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas en tan solo segundos, y antes de que pudiera avanzar hacia ella, salió corriendo por el pasillo.

Acabo de conocerla y es la segunda vez que la hago llorar, me va a acabar odiando.

Sacudí la cabeza dejando mis pensamientos de lado y me encaminé a seguirla hasta que se encerró en otra de las puertas del pasillo. Supe que era el baño por la etiqueta pegada en ella.

- Lia - llamé desde fuera - Vamos abre la puerta, no como personas lo prometo - me reí ante mi estúpido intento por mejorar la situación.  Nada. La puerta no se abrió y por tanto Lia se quedó dentro.

Un buen rato después, cuando estaba a punto de caer rendido ante el aburrimiento, Lia salió del baño frotándose los ojos aún algo hinchados por llorar. Se quedó parada, mirándome acusadoramente.

- Deja de hacer eso - me quejé señalando también - parece que me vas a echar la bronca de mi vida.

- ¿Por eso estás aquí? - preguntó ya más tranquila aunque su voz seguía temblando disimuladamente.

- ¿No es algo obvio? -  pregunte de vuelta levantándome del suelo.

Sin nada más que decir, ella comenzó a caminar de vuelta al cuarto y me apresuré a seguirla antes de que volviera a dejarme en el pasillo.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora