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Después de una siesta de un par de horas y de lo que yo denomino como mi "adrenalina", Ada llegó a casa.

Ya no parecía estar cabreada, por el contrario sonreía ampliamente mientras sostenía agitando un par de papeles frente a mi cara.

- ¿Qué es? - pregunté apartándolos de mi vista. Empezaba a marearme tanto movimiento.

Ella sonrió orgullosa. Antes de contestar imitó un redoble de tambores y luego me tendió uno de los papeles.

- Tenemos entradas para esta noche - aseguró mucho más contenta que cuando la vi marcharse antes. - Así que espero verte en una hora delante de la puerta de mi casa con tus mejores galas. - decidió. Después de eso, se despidió y volvió a marcharse mientras tarareaba felizmente una canción.

Cerré la puerta y suspire sin mucho ánimo. Mire el papel que me había dado Ada antes de irse.

Entradas para una exposición en uno de los acuarios de Munich. Algo así como especies poco conocidas de pececitos.

Desde que conozco a Ada no he encontrado nada que le entusiasme más que ver y aprender sobre la vida marina. Aquí no hay muchas oportunidades de ver nada fuera de los acuarios, así que no entiendo porque no va a vivir en la costa, y las veces que la he preguntado siempre me cambia de tema, yo hago como que no me doy cuenta y le sigo la conversación, pero supongo que tiene que ver con sus hermanos, no se lleva muy bien con ellos y siempre trata de alejarse lo máximo posible.

Irónico, ella odia a sus hermanos, sin embargo, al menos una vez cada ciertos meses su padre la obliga a irse una semana y estar todos juntos. Mientras que a mi, que amaba estar con los míos, me han alejado, excluido injustamente.

Pero no me importaba, tampoco me molestaba. Supongo que era mejor así, ellos estarían mejor sin tener que verse arrastrados por mis problemas.

Nunca me ha gustado cargar a nadie con mis mierdas y ellos no iban a ser la excepción. Ellos menos que nadie. Además, ¿quien querría ver como su hermano se consume?

Con pocas ganas me vestí, con lo mismo de siempre. Vaqueros y una camiseta de cualquier color, la verdad daba un poco igual, todas me parecían exactamente iguales.

Recogí un poco la casa, estiré las sábanas, cerré las ventanas que había abiertas y con más tiempo del que en realidad era necesario, cogí la chaqueta y salí en dirección al piso que compartía Ada con su hermano Jace, el único al que soportaba.

Su hermano me abrió la puerta, ya me conocía, así que me dejó pasar sabiendo que Ada aún no estaba lista y me iba a tocar esperar.

Me acomodé en el sillón y Jace se sentó unos metros alejado, volviendo a lo que fuera que hacía en su portátil antes de mi llegada.

Ninguno de los dos habló, ni siquiera nos dirigimos una mirada. No teníamos nada de qué hablar, yo era compañero de Ada, no suyo. Y por lo que sabía, él no era muy amable, con nadie, así que mejor no arriesgarse. Terminó su carrera de abogacía después de pelear con su padre y ahora ejerce de abogado en el mismo sitio donde se conocieron mis padres. Pero no sé nada más de él.

Aburrido de esperar, le eché un pequeño vistazo disimulado a Jace.

Al contrario que su hermana, su expresión era mucho menos pacífica. Sus ojos quedaban ocultos detrás de las gafas y miraba concentrado el ordenador delante de él, pero puedo apostar a que eran mucho más oscuros. El chico iba al gimnasio, no creo que la genética de su familia fuera tan asombrosa, si bien no estaba mal, al igual que Ada ambos eran atractivos, cada uno a su manera.

Lo que más me llamaba la atención era su cabello, Ada lo llevaba negro, muy muy oscuro, sin embargo el chico frente a mi lo tenía rubio, casi blanco. Se lo habría teñido, pero aún así le favorecía mucho, aunque no creo que el moreno le sentara mal tampoco.

Yo también quería teñirme el pelo, pero no de rubio, eso es muy común. Yo quería un color que llamara la atención, que me hiciera diferente. Como azul o rojo, pero esos me recordaban a mis bolsitas de felicidad, así que nunca me he animado. No me gustaría verme al espejo y recordar eso también.

Baje la vista a mis manos, como si el vendaje que me había curado fuera lo más interesante del mundo, al ver que Jace me miraba con una ceja arqueada.

Fantástico, me lo he quedado mirando fijamente. Que discreto eres.

Intenté ignorarlo al ver que él volvía a concentrarse en el ordenador. Me volví a fijar en mi mano sana. No me había quitado la pulsera que me había regalado Connor.

No entendía el afán del rubio por ayudarme, son incontables las veces que me he negado a recibir su ayuda y aún así sigue intentándolo. Su complejo de héroe salvador está muy por las nubes últimamente.

Sacudí la cabeza no queriendo pensar en Connor de nuevo y me fijé en la pulsera.

Era rosa, muy rosa, hecha de hilos trenzados. No me sorprendería que alguna de sus hermanas la hubiera hecho. Una cosa tan horrorosa como esta no la haría una persona con cabeza. ¿A quién se le ocurre mezclar el hilo rosa con el rojo? Los niños de hoy en día no tienen el gusto por los colores, que deprimente. El rosa es un color cálido o lo conjuntas con fríos o queda mal. Todo el mundo sabe eso.

Sacándome de mis pensamientos, Ada movió con rapidez su mano enfrente de mis ojos haciendo que mi atención se centrara en ella.

Llevaba una falda azul con una camiseta negra y botas, la repasé de arriba a abajo y después de que su hermano me mirara de peor forma que antes me decidí a preguntar.

- No es invierno, pero hace frío ¿No vas a coger una chaqueta? - la interrogué haciendo que ella levantara su otra mano, en la que sostenía una chaqueta negra. Asentí de acuerdo y me levanté del sillón para caminar hasta la puerta, pero paré al ver que ella no me seguía. - ¿No nos vamos?

- Te he preguntado que si queda bien todo junto, podrías prestarme un poco de atención cuando te hablo, sería todo más fácil - se quejó mi amiga señalando las prendas de ropa que llevaba.

- Los colores combinan - fue lo único que llegué a decir antes de que su hermano nos echara del apartamento.

Un coche muy parecido, por no decir igual, que el que me trajo aquí, nos recogió en la puerta del piso de Ada. El trayecto no fue muy largo, nos mantuvimos callados, todo era silencio a excepción de la música baja de la radio.

Cuando llegamos al edificio, se podía ver con claridad una enorme pancarta colgada en la entrada demostrando que era el lugar correcto.

Una vez dentro, me fijé en mi compañera. Estaba nerviosa. Debía de ser emocionante ver lo que te apasiona, poder apreciarlo y aprender más sobre ello.

Nunca he sido muy aficionado a esta clase de eventos, en realidad, lo único que me retenía de irme era Ada y la larga y aburrida charla que tendríamos si la dejaba sola aquí.

Nos pasamos mirando distintos pececitos de colores por horas, de vez en cuando, Ada me intentaba explicar las diferencias entre ellos, pero lo único que captaba mi atención de aquel sitio eran las personas que paseaban mirando los acuarios repletos de criaturas.

Un chico en concreto llamó mi atención, me resultaba familiar. Estaba parado, apoyado en una columna dándome la espalda, era alto y castaño. Me acerqué discretamente alejándome de Ada.

Su forma de pararse en la columna, todo en él me resultaba demasiado familiar.

Caminé simulando estar distraído para pasar por delante y entonces me acordé.

Era amigo de Aster, era el chico que se pasaba horas apoyado en el marco de la puerta en mi habitación mirando como mi hermana y yo discutíamos.

Quizá no era la mejor forma de pasar la tarde, pero nunca le había escuchado quejarse. Por eso me sonaba, quizá estaba aquí de vacaciones o por un par de días.

Lo más sensato sería alejarme antes de que me reconociera y se acercara él, pero por algún motivo inexplicable, quería acercarme y preguntar por mis hermanos, quería saber de ellos y seguro que él tenía la respuesta que buscaba.

- ¿Axel? - su voz me sacó de mi mente. Le tenía delante y me había reconocido, ya no me quedaba otra que preguntar.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora