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19:10 p.m. Me levanté del asiento que había conseguido en primera fila. Era cierto que Aster jugaba y por los diez últimos minutos no lo ha hecho tan mal. Al menos no se ha caído. 

Según las instrucciones las 2 siguientes bolsas que debía entregar estaban en la entrada, así que con algo de pena por dejar el partido a medias, me levanté para caminar hasta allí. No tenía mucha prisa.

Del otro lado vi a Lia, estaba con su hermano y ambos hablaban con el director. Aún no había conseguido hablar con ella, pero debía hacerlo si quería poder dormir en mi propia cama, no en la de mi hermana. Por el contrario Niko preguntaba cosas incoherentes a un grupo de profesores cerca de allí, distrayéndolo.

Ambas bolsas estaban justo donde deberían por lo que no me costó nada colgarlas en mis hombros y echar a andar. Mi huida se vió frenada al escuchar la voz del director llamándome.

- Axel, espero que estés integrándote bien y no tengas ningún problema. ¿Podrías agradecer a tu padre su gran ayuda de mi parte? - ¿Ayuda? ¡Por Dios está encubriendo una red de tráfico de drogas entre puros niños menores y le da igual!

- Claro, le haré saber sus agradecimientos cuando lo llame - acepté sonriendo falsamente. Detrás de nosotros el mismo chico rubio que no había dejado de mirar desde hacía unos minutos apareció por detrás de mí llamando la atención del director. ¡Genial, más interrupciones! como si no tuviera nada más importante que hacer ahora mismo.

- ¡Mirk! Ven hijo, él es Axel, está de intercambio y va a terminar aquí el curso.- le explicó brevemente el director. ¿Hijo? ¿El rubio celopata es el hijo del director? ¿Por qué me sigue sorprendiendo que un padre utilice a su hijo como cabecilla para el trabajo sucio? No es como si no fuera lo mismo que hacía Walter con nosotros. - Puedes hablar hijo, no seas tímido.

- No me llames así - contestó el chico con frialdad y determinación. ¡Vaya! Aquí huele a problemas familiares.

- Encantado Mirk - interrumpí su pequeño duelo de miradas antes de que esto se alargará más. El rubio pareció dudar así que para salir de problemas seguí hablando - Axel - le recordé mi nombre con algo de fastidio.

- ¿Por qué no le enseñas el internado? Ahora que no hay mucha gente, así será más cómodo - planteó el director. Viendo mi oportunidad eché a andar de nuevo sin ni siquiera escuchar su respuesta.

- Estando aquí ya la has cagado con el pequeño demonio - dije al verificar que, efectivamente, Mirk me había seguido hasta la cocina. Si no recordaba mal, había querido cambiar la hora de la entrega por ver el partido de mi hermana, sin embargo, estaba aquí.

- Que inteligente de tu parte notarlo - respondió en un gruñido molesto - y no la llames así. No es un demonio. - sonreí internamente al verlo defenderla. Sí eso me agradó, quizá el rubio celopata no era tan idiota al fin y al cabo.

- Solo te aviso para que pienses cómo arreglarlo, porque ella es fuerte, muy fuerte. Pero todos en un momento nos rendimos y nadie quiere volverla a ver en ese estado -dije sin pensar.

- ¿A qué te refieres? - preguntó cambiando el ceño fruncido por una expresión confusa. Bien, no quería recordar aquello y mucho menos explicarle a un celópata como él, así que abrí una de las bolsas que traía antes de seguir. Por costumbre, saqué una de las pequeñas bolsas que venían dentro y la guardé en el interior de la chaqueta. Era un movimiento familiar y realmente no pensé en hacerlo, fue automático - ¿Qué coño haces? - no me di cuenta de mis acciones hasta que el rubio se adelantó unos pasos para frenarme. ¿Qué estoy haciendo? Ya lo había dejado, había conseguido desligarme de eso. De toda esta mierda. Eché una última mirada a la bolsa antes de cerrarla, pero no me retracté por mis acciones.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora