6.

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No supe qué responder. Me quedé mirándole al mismo tiempo que él me miraba a mi. Ni siquiera podía recordar su nombre, ¿Tomás? No, no tiene cara de Tomás.

A veces me arrepiento de no haber prestado atención cuando mi hermana contaba su día en el instituto. Si lo hubiera hecho ahora sabría al menos el nombre del chico.

Él no parecía mucho más cómodo que yo, se le veía nervioso. Miraba a todos lados, como si buscara a alguien, pero luego volvía su mirada a mi, esperando.

- ¿Eres amigo de Aster no? - pregunté lo primero que se me pasó por la cabeza. Él asintió confirmando lo que ya sabía. - Genial, ¿cómo está?  ¿Has visto a Eric también? - El chico pareció meditarlo un poco, y antes de responder, alguien en su espalda gritó llamándolo.  Él hizo ademán de irse, pero lo paré. - ¿Sabes como están o no? - insistí. No iba a dejar que se fuera sin obtener mis respuestas, era la única oportunidad que tendría para saber algo sobre mi familia, no la desaprovecharía.

- Me quedo un par de días más, ya nos veremos, ahora tengo que irme - fue lo único que dijo antes de irse tan pronto como había llegado. Le ví deshacerse de mi agarre fácilmente y comenzar a caminar de vuelta a donde lo ví antes.

Me quedé parado viendo como él se alejaba. Mis pies no se movían, como si los hubieran fijado al suelo, era incapaz de moverme de allí. Ada me llamaba desde mi espalda, pero dió igual. La única posibilidad que había tenido para poder saber de mi familia se había esfumado, había desaparecido junto con el chico de nombre desconocido que se pasaba las tardes en mi casa.

- ¡Axel mira! - Ada consiguió arrastrarme con ella, llevándome delante de una gran pantalla de cristal que retenía millones de peces - ¿Ves aquellos del fondo?, se les llama Peces Betta o luchadores. Son de agua dulce, por eso están separados del resto. - empezó a contarme mientras señalaba unos pequeños puntos al fondo de la gran pecera. - Según he leído son buenos escondiéndose, entre la arena o entre las algas por eso tienen ese color, para poder camuflarse mejor entre ellas - ella continuó hablando sobre más peces que se podían ver, pero por más que lo intenté no me fue posible prestarle atención, ella hablaba ilusionada señalando todo y sonriendo mientras contaba datos sobre los peces, que no creo que nadie a parte de ella fuera capaz de saber.

Pero yo no podía disfrutar tanto como ella, no solo porque no me gustaran los peces, sino porque mi cabeza volaba una y otra vez a la expresión de duda que había aparecido en el rostro del chico cuando le pregunté por mis hermanos.

- ¿No crees que son más bonitos que las hembras?

- Si, mucho más - respondí al ver que no continuaba su monólogo marino. Ella me miró extrañada y luego dirigió su mirada a alguien detrás de mí.

Sin perder mucho más tiempo, me gire también, quedando de frente con el mismo chico que llevaba un rato en mi cabeza, este al ver que lo miraba extendió la mano y me entregó un papel doblado antes de sonreír en mi dirección y la de Ada e irse como si nada.

No me lo pensé dos veces antes de abrir el papel una vez el chico se fue.

En el, venía escrito un número y al lado lo que supuse sería el nombre del chico.

Estaba contento, ni siquiera me di cuenta de que Ada se había movido de frente a mi y me miraba esperando respuestas.

- Te ha dado el número ¿no? - más que una pregunta sonó a una afirmación pero aún así asentí en respuesta. - Siempre igual, ¿Cómo lo haces? Dame tu truco - dijo en un suspiro mi compañera, realmente no entendí a qué se refería.

Guardé el número con el nombre en mi móvil, no quería escribirle aún, me tenía que pensar muy bien mis preguntas.

Un rato más tarde, Ada decidió que era una buena hora para irnos, me limité a seguirla hasta la salida y acompañarla de vuelta a su piso, esta vez no vino ningún coche a recogernos así que anduvimos por las calles en silencio. Ninguno de los dos tenía nada que decir.

- Creo que me voy a teñir de rosa - dije rellenando el silencio señalando el color de la pulsera que Connor me había regalado. Ada me miró extrañada y luego bajó su mirada hasta la pulsera.

- ¿Por qué llevas una pulsera con el nombre de Connor? - preguntó realmente confusa. Esta vez fuí yo quien la miró extrañado para luego seguir la trayectoria de su mirada a mi muñeca y ver que, efectivamente, el nombre de Connor estaba escrito en ella, de hecho, era el color rojo y horrible que estropeaba en sí la pulsera.

- Es suya - respondí sin querer dar muchos detalles. Ada tampoco volvió a preguntar, se dedicó a seguir caminando, asientiendo silenciosamente.

- El rosa te quedaría bien - dijo ella una vez nos encontrábamos en la puerta de su piso. Supuse que lo dijo a modo de despedida, ya que después de eso subió deprisa sin decir nada más.

Me encogí de hombros sin entender a mi compañera. Ada no era una persona realmente callada, le gustaba hablar de todo, y más si habíamos visto cosas que la apasionan tanto como la vida marina ¿Se había enfadado o simplemente no quería hablar? No quise pensar que estaba enfadada así que me decidí por volver a casa de mis tíos y descansar un poco.

Al llegar, me tumbé en la cama que había en la habitación de invitados sin querer pensar en nada y cerré los ojos quedándome dormido.

Y como si volviera al principio, como si la historia no tuviese un fin y se repitiera una y otra vez, estaba sentado en la parte trasera de uno de los coches de Walter camino del aeropuerto. De nuevo a aquel horrible lugar.

Mi madre lloraba. Esta vez Aster y Eric estaban con ella. Pero era como si no estuvieran presentes, me miraban impasibles sin ninguna expresión en el rostro. No me gustaba la forma en la que me veían, de pronto mi padre habló por primera vez tomándome totalmente desprevenido.

- Es hora de que te largues - dijo con resentimiento - No mereces ser parte de la familia, eres una desgracia, una ruina para mi empresa- lo miré sorprendido por sus palabras. Mis hermanos a su vez, asentían y solo podía escuchar los suspiros de mi madre intentando controlar su llanto.

- Eres la oveja negra, Axel - habló Eric sin ningún control.

- Solo estropeas las cosas - le siguió Aster.

Esto no estaba pasando, no era real, tenía que estar soñando ¿Verdad?, ellos no eran mis hermanos. Mis hermanos no dirían eso, no piensan eso de mí, ellos me quieren ¿cierto?

- ¿Quieres que te enseñe a irte por las malas? - preguntó mi padre haciéndome retroceder de mi sitio.

Todos miraban. Mi padre avanzó haciéndome retroceder hasta que no pude más, algo en mi espalda me impedía alejarme de él. Mi padre seguía acercándose. No sé en qué momento mis manos habían comenzado a temblar y mis piernas perdieron su fuerza haciéndome caer de rodillas al suelo.

Esto no es real, no está pasando, no de nuevo. Noté mis mejillas humedecerse por las lágrimas que dejaba escurrir por mis mejillas sin control.

Y en el momento exacto en el que volví a sentir todo aquello que alguna vez me había aterrorizado, todo se paró.

Me incorporé en la cama mirando a mi alrededor con desesperación.

Mi ropa en la silla, la puerta, la ventana... deje escapar un suspiro al darme cuenta de que seguía en el cuarto de invitados. No había maletas, ni coches, ni mucho menos aviones a los que podían subirme. Me froté los ojos  notando lo mojados que estaban.

Había vuelto a ocurrir, me levanté de la cama. Mi cuerpo pesaba, no me sentía bien del todo, no había conseguido descansar. Me dí una ducha para despejarme antes de vestirme para volver a salir y así distraerme.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora