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Mi estancia en Alemania no fue muy distinta de lo que hacía en casa. El único cambio fue que esta vez no dormía en mi cama, ni veía a mis hermanos al llegar de clase.
Por lo demás, nada cambió. Seguí repartiendo bolsitas repletas de sueños destruidos y seguí cayendo cada vez más y más rápido en aquel pozo de felicidad falsa y temporal.

No supe nada de mi familia mientras estuve en Alemania.

Por supuesto esa semana se convirtió en un tiempo indefinido, lo supe nada más subirme al avión.

Mi padre quería deshacerse de la mancha que opacaba a su familia perfecta e hizo lo que mejor se le da, borrarme del mapa.

No estaba enfadado, ni siquiera me molestaba que me hubiera echado de casa, alejado de los que más quería, entre mentiras, era algo que me esperaba de su parte.

¿Quién en su sano juicio hace que sus propios hijos se conviertan en camellos?

Ahora todo cobraba algo más de sentido. Los entrenamientos desde pequeños para aprender a defendernos, las clases extra para aprender a leer a las personas y la insistencia en que no sintiéramos pena ni compasión por nadie.

Él no quería hijos, quería buenos trabajadores, preparados para todo, capaces de hacer cualquier cosa sin remordimientos.

- ¡Axel date prisa o no vamos a llegar! - gritó la chica morena desde la entrada de la casa de mis tíos haciéndome sacudir la cabeza para mantener mis pensamientos a raya.

No todo en Alemania había sido horrible. Ada Cuervo, la chica que me esperaba abajo junto con Connor. Los únicos capaces de aguantar mis idas y venidas de lucidez.

La morena de ojos azules era un año mayor que yo, estudiábamos en el mismo sitio y para mi suerte, su padre, socio menor del mío, la había mandado aquí con el mismo propósito. Aunque ella solo revisaba que todo saliera bien y no estaba presente nunca en las entregas, era agradable tener a alguien a quien no le tenías que ocultar tus motivos reales.

- ¡Axel me estás escuchando! ¡Trae aquí tu culo ya! - Me reí por lo bajo mientras bajaba las escaleras viendo a mi amiga perfectamente arreglada, luciendo un vestido verde, hoy llevaba el pelo recogido en una cola alta que dejaba a la vista la parte de atrás del vestido. Ella sujetaba la puerta abierta con el pie mirándome con el ceño fruncido.

Cada uno tenía sus motivos para estar donde estábamos, pero esos no importaban una vez el plan empezaba.

Esta vez era algo distinto, un poco más complicado quizá. ¿Nuestro objetivo? llegar hasta una de las habitaciones del edificio más transitado esta noche, donde se encontraría aquello que mueve el mundo, la bolsa con el pago.

Un ricachón realmente presumido había decidido celebrar una fiesta en el Castillo de Schleissheim cerca de Munich.
A la fiesta iba a asistir nuestro comprador y nosotros debíamos hacer el cambio sin que ninguno de los invitados se diera cuenta.

Al parecer no está bien visto la compra de estas mierdas en la sociedad, pero no hay ni un solo ricachón que se abstenga de probarlas.

- Ya he llegado, ¿Cómo me veo? - pregunté sin ocultar la sonrisa alisándome los pantalones del traje con las manos.

- Como un fantasma en traje - contestó ella sin darle muchas vueltas. Estaba nerviosa, lo notaba. Supuse que era normal, era la primera entrega en la que estaba presente y aunque no iba a hacerla ella, su papel también era importante.

Me empujó suavemente hacía fuera y luego cerró la puerta detrás de ella. Connor esperaba en el coche, al vernos sonrió, mantenía su expresión tranquila de siempre aunque no estuviera tan tranquilo como aparentaba.

Ese era Connor. Connor Dawson. El chico de expresión tranquila y optimista que nunca se cansa de sonreír. Siendo sinceros no entiendo qué hace un chico como él metido en esto, quiero decir, el rubio me caía bien, pero... no tenía madera para camello. Hasta su apariencia era parecida a como narraban la de los ángeles, ¿rubio de ojos azules? ¿Enserio? Era demasiado bueno para traficar.

Este era el equipo. Ninguno de nosotros sabe los motivos del resto, la motivación que usan para seguir pero aún así nos conocemos bastante bien. Lo suficiente al menos.
Ada y Connor ya se conocían así que lo único que tuve que hacer fue integrarme en el pequeño dúo volviéndolo un equipo.

Entre feliz en la parte de atrás del coche, quizá por el buen día que hacía hoy, quizá por las dos pastillas que me había tomado antes de bajar o simplemente porque me sentía feliz, no lo sé, pero estaba contento. Tenía el presentimiento de que todo iba a salir bien hoy.

El plan era simple. Ada y Connor entrarían a la fiesta con las entradas falsas que había conseguido la morena, se enterarían de la habitación en la que estaba la bolsa que yo debía recoger e intercambiar por la de felicidad temporal. Luego Connor me mandará un mensaje con la información y yo solo tengo que entrar cambiar las bolsas y salir. Luego de eso podremos irnos.

Mis dos compañeros iban comentando algunos detalles en la parte de alante.
En un momento Connor se giró para verme y sonrió. Él siempre sonreía. Pero aún así noté calor en mis mejillas y traté de ocultarlo hablando.

- ¿Me ves bien Dawson o necesitas que modele? - pregunté con cierta burla en mi voz.

- Te ves bien en traje - comentó ignorando mis palabras como si nada. Después de eso, volvió su vista al frente y siguió conduciendo.

El resto del viaje fue en silencio. No es que me molestara, pero el silencio me recordaba a mi familia, siempre ha sido algo bastante común entre nosotros.

Llegamos a los alrededores del castillo antes de lo que esperaba. Connor aparcó el coche haciendo que pasara desapercibido entre algunos arbustos.
Todos nos bajamos, saqué del maletero la bolsa con mi felicidad artificial y cada uno tomó su camino.

Ada y Connor fueron hacia la entrada principal haciéndose pasar por invitados, mientras que yo recorría el castillo desde fuera buscando la entrada menos visible.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora