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Cuando los primeros rayos de luz entraron por las ventanas del comedor y mi cabeza no dejaba espacio a otra cosa que no fueran pinchazos de dolor repentinos, me desperecé fijándome mejor en la situación. El cuello me mataba de dolor, y era normal, estaba tirado detrás de la barra en el suelo del comedor. Más de dos botellas vacías sonaron al intentar levantarme. Al parecer no había sido muy buena idea acabar con las reservas de alcohol que guardaban para las celebraciones.

Todo me daba vueltas y más al ver todo el desorden que había creado. No debería haberme bebido esas dos botellas, la cabeza me iba a explotar. El sonido del móvil me asustó y disgustó a partes iguales, pero respondí la llamada sin saber siquiera quién era.

- ¿Qué pasa? - dije molesto pasándome la mano por la cara para quitar cualquier rastro de lágrimas que estoy seguro que malgasté anoche. No recuerdo demasiado después de entrar por la puerta del comedor si soy sincero. No recuerdo nada desde hace semanas. Todo se reduce a un ciclo sin salida.

- El coche está fuera desde hace un rato ¡Súbete ya! - gritó Walter desde el otro lado cabreado. Siempre estaba cabreado.

Recogí mi mochila del suelo y caminé sin ganas hasta la entrada. Me fijé en la hora. 6:30 a.m. Aún no había nadie despierto, mejor, no quería que me vieran.

Una vez subí y el conductor se artó de lanzarme miradas lastimeras, pude terminar la tercera botella que me había llevado en paz. El resto del viaje, lo pasé durmiendo. No quería pensar.

Hicimos una parada ya que el amable conductor necesitaba un descanso. Débil. Así que decidí llamar a mi hermana. Walter me había mandado todo lo que, según él, necesitaba saber para cumplir con el objetivo, el que él había marcado para mí.

Iba a pasar una temporada en un internado. De estar encerrado en un centro de rehabilitación a estar encerrado en un internado, es todo un avance. Y ahí se encontraba el número de Aster, se suponía que ella ya estaba avisada de mi llegada, aunque no creo que le hiciera demasiada ilusión saber que llegaba.

Había pasado ¿cuánto tiempo? desde la última vez que la ví.

- Hola - se escuchó su voz al otro lado de la línea después de varios tonos.

- Aster, estoy llegando - contesté. Mi voz sonó mucho más cortante de lo que pretendía, pero estaba nervioso y eso no era buena señal.

- No eres Eric -respondió ella con sorpresa. ¿Qué me esperaba? Estaba claro que no quería que fuera yo quien la visitara.

- Muy lista, soy tu otro hermano, el no favorito - dije, esta vez sí con cierta desilusión. Supongo que era normal que no quisiera verme después de tanto tiempo, pero podría hacerme el favor y disimular, al menos un poco.

- ¿Qué habitación es? - escuché que preguntaba. Revolví un poco la carpeta que Walter me había asignado hasta dar con el número, era extraño que quisiera saberlo, pero aún así se lo dije.

- 102. No me queda mucho, estoy llegando - Opté por colgar sin esperar ninguna respuesta por su parte. No la llamaba para que viniera a recibirme, solo era un aviso, para luego no tener más problemas.

Pasaron los 15 minutos más largos de mi historia y me ví a mi mismo abriendo la puerta del coche. Tenía los nervios a flor de piel, pero mi mal aspecto lo ocultaba de la mejor forma, así que solo tuve que fingir haber bebido de más. Aunque realmente, es lo que había hecho.

Antes de siquiera poder levantar la cabeza, tenía los brazos de mi hermana rodeando todo mi cuerpo y apretando con fuerza. Solté un quejido fingiendo molestia.

Que ahora ella fingiera estar alegre por verme no significa que me quisiera aquí.

- Te ves bien, ¿cómo va la resaca? - bromeó. Hundí las cejas, frunciendo el ceño y ni me molesté en responder. No la recordaba tan sonriente.

- ¿Aquí es a donde mandan a las estúpidas que no saben acabar bien una pelea? - preferí decir, cambiando así el tema de conversación. Ella pareció sorprendida por un momento. Claro que no se esperaba que yo lo supiera, había estado todo un año muerto para ellos.

- ¡Cállate! Aquí aún no lo saben - se quejó en un susurro bastante alto. Levanté la cabeza viendo a un chico de pie en las escaleras ¿Zayd? ¿Qué coño hacía él aquí? - ¿Lo conoces? - Aster me trajo de vuelta a la realidad mientras yo seguía mirando fijamente al moreno que me devolvía la mirada muy poco feliz.

- No - respondí secamente cerrando el maletero de golpe. Aster no debía saber nada sobre el centro.

- No te creo.

- Suerte que no me importa - le respondí sonriendo forzosamente y comenzando a caminar hasta la entrada una vez Zayd había desaparecido.

- Pues debería - dijo seria adelantándose para guiarme por el lugar. Era bastante enorme. Todo lo relacionado con nosotros era grande. Grandes edificios, grandes empresas y como no, grandes problemas.

- ¿Y qué vas a hacer? ¿Decírselo a papá para que te solucione el problema? - me burlé queriendo terminar la conversación de una vez. Pareció funcionar porque sin responderme, llegamos a la que supuse sería mi habitación.

Aster abrió la puerta. Dentro del cuarto una chica estaba sentada en la cama, me recordaba mucho a Lia. Cuando se dió la vuelta y nos vio, cerró de un portazo.

- Y una mierda - me quede quieto frente a la puerta, ¿qué más iba a hacer? Esto ya había pasado antes. Hacía tiempo que no sabía nada de Lia, salió del centro de rehabilitación y la perdí de vista hace algún tiempo.

- Lia, abre la puerta - repitió Aster por octava vez en el último minuto.

- No te va a abrir por mucho que se lo repitas - dije en un suspiro frustrado.

- Por lo menos yo hago algo para que no duermas en el pasillo. No es nada cómodo - dijo acusándome al ver que me sentaba a esperar. ¿Es que todas las mujeres de mi vida tienen que echarme la bronca para ser felices? No conozco a ninguna que no me haya sermoneado alguna vez.

- ¿Lo dices por la experiencia? - me burlé sonriendo ante su ceño fruncido - Déjala, acabará abriendo en un rato.

- No lo sabes - se escuchó a Zayd detrás de Aster.¿Cuándo había llegado? - Aster, te busca Mirk - dijo sin despegar la mirada de mí. Eso era incómodo. ¿Tenía algún problema con verme de nuevo él también?

Aster dudó unos segundos, entre si irse o no. El ambiente era tan tenso que se podía palpar y ella también lo había notado.

- Vete. Ya - le animé de forma poco amable. La ví asentir y marcharse por donde supuse, Zayd había llegado.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó claramente molesto.

- Intento entrar en mi cuarto, por si no se nota - contesté inocentemente. - De todas formas, no sé a qué viene esa cara. La última vez que nos vimos, me recogiste toda la habitación a la perfección, espero que Lia te lo agradeciera por los dos, pensaba que éramos amigos- dije tratando de sonar amable con una sonrisa.

Zayd no tardó mucho en marcharse al ver que Lia no tenía ninguna intención de abrir la puerta. Me levanté del suelo para apoyar la cabeza en la puerta. Aún me dolía y solo si me concentraba mucho podía mantener el equilibrio por unos segundos.

- Vamos Lia, por favor - repetí en un murmullo contra la puerta.

Por dios, estaba triste, cansado y borracho. Solo quería dormir hasta que no pudiera más.

- Vete. Vamos vete otra vez, pero esta vez no vuelvas - dijo desde el otro lado. Está bien, Lia no iba a abrir la puerta y yo necesitaba una cama de forma algo urgente. Así que solo espero que a Aster no le importe demasiado compartir su cama esta noche.  


Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora