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Un año después

Después de un largo tiempo, lo volvería a ver. Después de todo lo que había pasado. Lo vería. Estaba algo nervioso. ¿Lo echaba de menos? ¿Lo había perdonado después de todo?

Sí sabía que mi padre era capaz de cualquier cosa, ya me lo había dejado más que claro, pero jamás imaginé que llegaría tan lejos. Tampoco le ha servido de mucho, todos sus intentos por convertir a Eric en su máquina sin sentimientos, a mí en su cara pública perfecta... ahora ya dan igual.

Quizá el día, las circunstancias y el momento no eran los ideales, hoy enterrábamos a Walter, pero qué más daba. Volvería a tener a Connor delante de mis narices después de quien sabe cuanto tiempo y esta vez iba a ser diferente, lo presentía.

Lo miré bajar, no estaba diferente a otras veces, su pelo rubio, ahora un poco más largo, estaba perfectamente arreglado. Una brillante sonrisa que llegaba hasta sus ojos y estos fijos en mí. No sé muy bien porqué, pero ese insignificante detalle hizo que todo a mi alrededor cambiara. La voz de Ada se sentía lejana, todo mis sentidos decidieron dejar de funcionar, y si no llega a ser por el golpe que esta me dió al no prestarle atención, probablemente habría acabado haciendo el ridículo. Aún así se me hizo difícil apartar la vista de él. El traje le quedaba perfecto.

- ¿Cómo estoy? - preguntó parándose delante de mí. - Hacía mucho que no me ponía un traje - dijo con gracia. Parecía nervioso, como si el mero hecho de vestirse así le avergonzara.

Piensa Axel, te ha hecho una pregunta y tienes que responder. Trague, intentando deshacerme del nudo que se había formado sin darme cuenta. ¿Cómo está? Está genial, perfecto, ¡Vaya, el traje le queda jodidamente bien!, ¿cómo es que nunca me había fijado?

- Te queda bien Dawson - acerté a decir. Ada soltó una inesperada carcajada llamando la atención de ambos que giramos a verla.

- Ya deberíais dejaros de tonterías - dijo una vez se recuperó por la repentina risa - De hecho, estas muy guapo Connor. - coincidió conmigo. No existe persona en el mundo que pudiera contradecir ese hecho.

Un coche negro, como siempre, nos esperaba fuera para llevarnos hasta la iglesia.

El día estaba triste, llovía. Únicamente se escuchaba la voz del sacerdote resonando por encima de la lluvia. Papá nunca fue religioso, pero así lo decidió mamá. Ella lloraba a mi lado. Los cuatro parados en la primera fila de aquella pequeña iglesia en Múnich.

Tampoco se escuchaba nada de ninguno de los presentes. No había mucha gente.

Realmente papá nunca había tenido amigos cercanos a los que invitar y nadie sabía nada acerca del tío.

Algunos de sus socios se encontraban sentados en la parte de atrás, junto a sus familias y algunos invitados por parte de mamá.

Eric se miraba los pies, totalmente ido, despreocupado. Sin importar quien pudiera estar viéndolo o lo que el sacerdote pudiera decir. Le había visto hablar con algunos chicos, hijos de los socios, y parecía haber entrado a una reunión de negocios en vez de un entierro. Por otro lado, Aster se encontraba muy atenta a todo lo que le rodeaba, alerta a cualquier movimiento.

Todos nos habíamos preparado un pequeño discurso para decir antes del entierro. Ninguno lloraba o se mostraba débil, quizá indiferente en el caso de mi hermano, pero la muerte de Walter no nos había afectado como se suponía que afectaba la muerte de un padre. Hacía ya bastante tiempo que Walter dejó de ser importante en nuestras vidas y aunque quizá Aster sentía algo más que el resto, por lo que a mi respecta, mi vida, seguía igual, de hecho, ahora solo podía mejorar.

Una vez terminados con la aburrida ceremonia mamá se fue, como hacía siempre desde que todo se terminó. Había renunciado a su título y ahora era yo la cabeza de la empresa. Nunca quise serlo, pero no nos quedaba otra.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora